Vitoria - Mientras sigue el proceso de venta anticipada de entradas y abonos para las citas en el polideportivo Arrazpi, Javier Alkorta va y viene de Araia. Son muchas las piezas del puzzle que hay que juntar para compartir con el público un nuevo e inminente Festival de Teatro de Humor.
En realidad, el certamen empezó el último fin de semana de julio con el nuevo Programa Emergentes. ¿Qué balance hacen?
-Desde el punto de vista artístico, el balance es bueno porque hemos presentado tres trabajos que tienen interés y que están bien hechos. Pero igual sí nos hemos equivocado en cuanto a horarios o fechas. Tenemos cosas que revisar. El primer día fue flojito y el segundo día se triplicó el número de espectadores pero siguió siendo flojo. Con eso no podemos estar muy contentos. El tercer día sí tuvimos ciento y pico personas, pero bueno, también hay que tener en cuenta que la compañía que actuaba era la de Jaione Azkona, que es de Araia.
En ella está parte del origen de llevar a cabo este programa paralelo al certamen, ¿verdad?
-Sí. Fue ella quien, hace año y medio, propuso crear algo -aunque por entonces no sabíamos muy bien cómo concretarlo- donde pudiera mostrar su trabajo. A partir de ahí, fuimos pensando y nació el Programa Emergentes. Aunque, al final, ha pasado algo que nadie esperaba.
¿A qué se refiere?
-En principio, la idea era que viniese con un montaje que interpreta junto a otra actriz, pero una cuestión de salud de esta última hizo que nos propusiera acudir con otra obra en la que no actúa pero sí dirige. No nos gustaba tanto la idea, pero bueno, como la intención era sacar el proyecto de una vez, fuimos hacia adelante. Pero el domingo pasado, el día de la función, cuando llegué a Araia para echarles una mano, Jaione me dijo que la actriz que tenía que actuar estaba en Alicante y que había perdido el vuelo. Pensamos en poner un coche de alquiler, pero no sabíamos si iba a llegar a tiempo. Así que nos inclinamos por la otra opción, que fue que Jaione fuera su sustituta, puesto que el montaje lo conoce a la perfección ya que es la directora. Así que mira por donde, al final terminó actuando en su pueblo (risas). Eso sí, ella iba a llevar las luces y el sonido en la representación y al tener que actuar, fui yo el que se puso a los mandos de un espectáculo que no conocía casi. Aún así, lo cierto es que todo salió muy bien (risas).
Más allá de que haya que analizar posibles cambios, ¿esta propuesta paralela debe tener más recorrido o quedarse aquí?
-Debe tener más recorrido. Puede ser una idea interesante, aún sabiendo que haya cosas que volver a pensar. Pero tener un espacio para compañías que no tienen otro espacio es necesario. En mi cabeza no está dejar esta historia aquí.
¿Por qué un festival con 24 ediciones de recorrido y una estructura consolidada se lía la manta a la cabeza para hacer algo así?
-Uno de los grandes peligros que puede tener el festival es apalancarse en una rutina excesiva, cubriendo espacios con más o menos acierto, que es en lo que estábamos en los últimos años debido a que con la capacidad económica que teníamos, tampoco se podían plantear nuevas propuestas. Intentar buscar y desarrollar nuevas ideas requiere, de todas formas, no sólo de una disponibilidad económica sino también de una disponibilidad mental. Querer sorprender, intentar algo diferente es lo que puede mantener vivo el festival y alejarlo de la rutina perniciosa y peligrosa de hacer más de lo mismo, aunque sea con calidad. La necesidad de sorprender y ofrecer algo fresco es algo que tenemos que retomar.
¿Hay más ideas sobre la mesa?
-De alguna manera, en esta edición nos estamos también situando frente a lo que será la vigésimo quinta. Más allá de ser la efeméride en la cual abriremos la botella de champán, sí pretendemos que suponga un cierto punto de inflexión en el festival. Hay muchas ideas que conectarían al certamen con otros aspectos de la vida cultural de la zona, como puede ser el patrimonio industrial. Es decir, intentar hacer algo como más mestizo o transversal, aunque el festival siga manteniendo el protagonismo, pero que el certamen sea espejo o catalizador de otras cosas. ¿Hasta dónde va a llegar eso? Pues veremos. Pero igual en vez de hacer todas las propuestas de calle en los mismos sitios de siempre, podemos probar otros lugares y así descubrírselos a quienes vienen de fuera, incluso a los de dentro. Ideas y ganas hay muchas, pero bueno, ya iremos concretando. De momento, lo que hace falta es que este año en el festival salga todo lo bien que se pueda y que, de alguna forma, sea el comienzo de la puesta en marcha de otra forma de entender el festival.
Tanto en la presentación del festival como en esta conversación, le noto especialmente optimista, sobre todo con respecto a los últimos años.
-Sí (risas). En la presentación ya comenté hasta dónde llegaba el cambio que se ha producido en la colaboración de la Diputación y el Gobierno Vasco. Pero también dije que estamos pasando ahora de trabajar con el presupuesto de 2003 al de 2007. Es decir, que bueno, en fin... (risas). Es un cambio, un punto de inflexión. Sobre todo, esa ayuda a tres años del Gobierno Vasco implica un reconocimiento. No sé cuánto hay de autoengaño, pero queremos creer que el reconocimiento es real y que nos tenemos que obligar, por tanto, a un cambio de actitud y de discurso. Sigamos reivindicando, pero vamos a cambiar el tono y el discurso.
Eso se tiene que notar en la programación también, ¿no?
-Por supuesto. Y por eso en esta edición hay más actividad que otros años. Creo que también hay un salto cualitativo en la programación. Hombre, nunca estaremos del todo satisfechos porque, además, tiene que ser así, pero sí noto que hay un salto tanto cuantitativo como cualitativo.
Llegará el 16 y aunque seguirá la programación por Álava, ¿qué tiene que haber pasado en Araia para que salga con buenas sensaciones de esta edición, sobre todo teniendo en cuenta el ambiente positivo que rodea estos días previos?
-Lo más obvio es conseguir que acuda más gente que el año pasado, o por lo menos la misma. Creo que una referencia interesante puede ser lo que pase con la instalación del Brunette Bross Circus al lado del polideportivo durante todo el certamen. No son muchas butacas, pero tengo la sensación de que nos va a dar una referencia del ambiente que se puede generar en el pueblo esos días. Al fin y al cabo es una actividad más, que rebasa lo que podemos considerar el programa estándar del festival y que, aunque no sea cara, es de pago. Nos va a servir como test del ambiente. En cuanto al resto de espectáculos, tengo una fe absoluta en todos ellos. Hombre, particularmente me gustan más propuestas como la de ilMaquinario con Perplejo. Y eso que sé que habrá quien que me tuerza el morro y quien salga entusiasmado. Es una propuesta para gente que esté dispuesta a dejarse sorprender.
Antes de traerlo, de todas formas, sé que ha visto el montaje hasta en tres ocasiones...
-Eso quiere decir dos cosas. La primera, que el trabajo me gusta. La segunda, que también me da un cierto respeto traerlo. Al final, también mides el riesgo con respecto a los espectadores. Mira, me pasó con un trabajo más fácil que éste desde el punto de vista del público, una obra de Los Modernos. La vi por primera vez en la Feria en Puertollano. Me lo pasé teta viéndola, pero miraba a los que estaban conmigo, todos programadores, y no les veía la misma cara de satisfacción. En esa época, mi hijo estaba estudiando en Cataluña, en el Institut del Teatre de Terrassa, y Los Modernos fueron a Barcelona, así que le pedí que fuera a verlo. Le gustó mucho. Al cabo de un tiempo, fui a Barcelona a ver otro trabajo. Él seguía allí y me acompañó. A la salida, nos encontramos con una cola enorme para ver, cómo no, a Los Modernos. Así que nos apuntamos. Nos lo pasamos en grande. Pero yo seguía dándole vueltas. Así que les pedí un vídeo y se lo pasé a Carmen [Ruiz Corral, directora del Taller de Artes Escénicas]. Me comentó que estaba bien, pero no estaba entusiasmada. Así que vimos que les habían programado en fiestas de Burgos y allí que nos fuimos los dos. Y vimos que, con un público más heterogéneo, volvía a funcionar muy bien. Ahí se me quitaron las dudas y lo programé para Araia. Eso sí, después de ver la obra cinco veces (risas). Perplejo, de ilMaquinario, es un montaje más arriesgado, pero creo que hay que atreverse a programar cosas de éstas. Lo que tengo claro es que va a ser imposible que salga gente del Arrazpi indiferente ante lo que ha visto.
¿Tanto le preocupa la reacción del público?
-Sí, pero no porque programe algo y pueda ser yo objeto de crítica por ello. Por ejemplo, en lo que respecta al Arrazpi, sé que El tipo de la tumba de al lado va a tener muy buena respuesta, entre otras cosas por que Iker Galartza y Aitziber Garmendia lo hacen muy bien. También tengo la percepción de que Comedia multimedia, aunque tiene su riesgo, es un valor seguro. Lo mismo que Euskal musikaren benetako istoria... claro, Mikel Martínez y Patxo Tellería... En cuanto a Héroes, qué decir. Son cuatro montajes que sé que van a gustar. ¿Tiene eso algo de negativo? Absolutamente nada. Pero también quiero que el festival tenga un punto de riesgo, de carácter. En el festival de Araia se pueden ver cosas que van más allá del programa a tiro fijo. De todas formas, no será la primera vez que termina un espectáculo, estoy hablando con alguien del pueblo y me dice: pero tú, ¿qué le ves a esto? Y pasa alguien al mismo tiempo y te comenta: ¡de puta madre esto!. Ya está, no pasa nada. No te ha gustado y punto. Tienes toda el derecho del mundo para que no te guste y para decírmelo, máxime cuando, por ejemplo, eres una persona que no falla nunca, que vienes un año tras otro al festival.