Bilbao - Jorge Martínez, líder de Ilegales, es el tipo más punk del rock estatal de las últimas décadas. A sus 62 años, sigue vivo, arrastrando una leyenda de rock airado, violento y hedonista que compite con unos conciertos y canciones vitales y necesarios. Mi vida con la hormigas (Virgin) es su proyecto actual, que incluye un disco con sus clásicos regrabados (más un inédito), un libro y un documental en el que colaboran Miguel Ríos, Pablo Carbonell, Víctor Manuel y miembros de Gabinete Caligari y La Frontera.
¿El proyecto es un acto de justicia?
-Creo que sí, y se lo debemos a la crítica, que ha visto un filón. Incluso Universal ha tenido la deferencia de recuperar Virgin, su sello punk, para editarnos. Es un honor estar en el sello de Sex Pistols y los Stones.
El libro lo tenía escrito hace años.
-Guardado en un cajón desde hace 18 años. Ahora, sale un extracto cuyo hilo conductor es mi método para componer. Y luego está el disco, con 15 temas inéditos, además de la canción nueva, Mi vida entre las hormigas, y la película. Es la parte más interesante del lote. La medalla es cosa de Juan Moya y Chema Mera, que ofrecen su visión sobre el grupo. Yo lo vi terminado ya, no he tenido que ver en el proceso.
El documental da pie a preguntarse qué sería del rock sin Ilegales.
-Hubiésemos padecido más Movida Madrileña y todo habría sido más pop. Ya era hora de que llegara alguien que acabara con ella y que supiese tocar. Algunos grupos lo reconocían, decían que iban a aprender a tocar y era gente honesta que luego sacó la cabeza en otras bandas. Yo también metí la pata de cojones...
¿Cuándo?
-Con Chicos pálidos para la máquina. Había una multinacional detrás y una gran inversión en un momento en el que la cosa estaba entre Mecano y nosotros. Decidí editarlo rápido para tocar en verano y le hice un flaco favor al rock.
Se define más cigarra que hormiga.
-Siempre me han interesado estos bichos, grillos incluidos, que son generosos y nos ofrecen esos ruidos en contra de su propia seguridad. Por el contrario, las hormigas se pierden en las grietas y profundidades de la tierra, yendo a sus asuntos. Desde el punto de vista antropomórfico, no me inspiran confianza.
Ilegales tuvo mucho éxito.
- Fuimos número 1, incluso compramos parte del equipo de sonido de Pink Floyd. Sonaba de puta madre. Cuidamos siempre mucho el sonido en una época en la que los equipos eran muy deficientes o no lo sabían manejar. Es que estamos en esto por la música y su energía. Por eso no queríamos salir mucho en televisión, no ofrece el clima que el rock necesita.
¿Adónde fue todo el dinero, se lo gastó en priva y guitarras?
-Me lo bebí todo, viví una vida muy intensa y tengo una colección de guitarras cojonuda y mi propio estudio de grabación. Lo gasté en cosas interesantes y logré una independencia total. La libertad es vital. Otros del grupo optaron únicamente por acabar con su salud y, aunque yo también soy muy autodestructivo, mi físico me ha permitido seguir vivo. Otros no han tenido tanta suerte.
Le llaman el vampiro...
-Tengo 62 años. Nunca soñé pasar de... ¿45? He visto que esta vida tiene tantas cosas interesantes que he decidido quedarme. He pedido prórroga y estoy disfrutándola.
Ese es el Jorge persona. ¿Y el personaje, le ha superado a veces?
-Eso dicen, que no se sabe dónde está uno y el otro. Puedo adquirir posturas diferentes, como cualquiera. No hay una fotografía estática de mí mismo. Es como en el documental, que ofrece visiones diferentes a las que hay que acercarse como a un cuadro impresionista. Si te pegas a la tela, no verás nada. Hace falta distancia, incluso para ver a Ilegales y verme a mí mismo.
Esa distancia la pierde en el documental cuando narra la muerte de una antigua novia y la reciente de Alejandro, su bajista.
-Me he ido acostumbrando a la desaparición de personas queridas. Soy un tipo que quiere muy fuerte; se me da bien.
“Abatido, pero erguido”, dice
-Sí, ha habido momentos difíciles dentro de esa fiesta general. Alejandro murió con 43 años y con una vida ordenada porque no bebía, ni se drogaba ni salía de noche. Yo ahí sigo, aguanto hasta tres días seguidos. Hay que vivir y asumir riesgos, sin dejar nada para otro día.
Usted canta con las tripas ¿no?
-Siempre con los huevos (risas). En tonos altos hay que subirlos un poco. Por una razón que no controlo consigo varias tesituras.
Tiene fama de violento. Algún miembro de Gabinete Caligari sabe de qué hablo, y de joven, paseaba con un stick de hockey por Gijón.
-La verdad es que el stick apetece a veces, pero no debía mencionarlo en estos tiempos de bienpensantes. Todo se reinterpreta y se saca de contexto, pudiendo dar inicio a un litigio engorroso. Se habla de caballo en el documental y temes que la asociación de jockeys aparezca y diga que insultamos a los animales al hablar de droga. Se presta atención a los gilipollas a los que les gusta prohibir. Estamos en un momento de prohibidores y las cotas de libertad de los 80 serían hoy impensables; en parte, por culpa nuestra, de los artistas. Al ser políticamente correctos, las libertades se comprimen, se merman. Hay que transgredir constantemente, como Ilegales, aun pudiendo suicidarse en el intento.