san fernando (cádiz) - San Fernando, la localidad natal de José Monje Cruz, Camarón de la Isla, recordó ayer con emoción y orgullo al cantaor, de cuya muerte se cumplen 25 años.

La corporación municipal, representantes de su peña, admiradores y vecinos y sus dos hermanas, Isabel y Remedios, participaron por la mañana en una ofrenda floral en el mausoleo que representa al cantaor en el cementerio municipal. “Hoy es un día en el que sentimos que todos los isleños estamos con Camarón”, recordó la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada. Camarón de la Isla murió en Barcelona víctima de un cáncer. “Fue un día trágico para San Fernando, para el flamenco y en general para la música”, subrayó la presidenta de la Corporación.

El Ayuntamiento se ha propuesto que este aniversario sea “un impulso para dignificar todavía más si cabe y llevar a lo más alto su figura”. Para el municipio, la jornada de ayer era “un día emotivo”, para recordar al cantaor con “respeto, admiración y agradecimiento” porque la ciudad “sabe todo lo que le debe. Él nos ha llevado a todos los rincones del mundo a través de su arte”.

El mausoleo de Camarón es “uno de los más visitados del país, sin duda”, según la alcaldesa de una ciudad que recibe a miles de admiradores del cantaor que buscan sus huellas.

San Fernando tiene en proyecto construir un museo de Camarón de la Isla que albergue su legado y sirva de referencia a todos estos admiradores que siguen adorando al cantaor que revolucionó el flamenco.

venta de vargas “Era muy sencillo”, asegura, por otro lado, Lolo Picardo, gerente de la Venta de Vargas de San Fernando, que fue “una especie de universidad” para Camarón.

A esta venta en la que se refugiaba el cante más cabal de Cádiz, acudía de niño para escuchar a sus ídolos y en esta venta forjó su voz, sin saber que se convertiría en uno de los cantaores más grandes de la historia del flamenco, un mito.

Lolo Picardo asegura que “si Camarón viniera ahora no creería hasta dónde ha llegado su fama y su persona”.

“Yo destacaría de él su humildad y su sencillez. Hubo una época en la que los gitanos pedían que tocara a sus hijos, le veían como a un dios. Si un niño se ponía malo venían a que lo tocara. Y él se horrorizaba de eso. Decía: ‘Pero si yo no soy nadie, yo soy un cantaor”.

Repleta de fotografías, recuerdos y obras de arte que le homenajean la Venta de Vargas es, de momento, lo más cercano a un museo del cantaor y como tal se ha convertido en una de las principales referencias para los admiradores que visitan la ciudad en la que nació. - Efe