Vitoria - Un nuevo curso se cierra y con él también el ciclo expositivo que desde hace años mantiene la Escuela de Artes y Oficios, una programación que desde el pasado octubre hasta ahora ha acogido 13 propuestas bien diferentes presentadas por artistas tanto ajenos al centro como propios. Otra vez con el apoyo económico de la Fundación Amárica -que también se está implicando en un programa de becas de formación-, el espacio ha conseguido fortalecerse como punto de encuentro con el público. Eso sí, llega el momento de poner la guinda, dos propuestas a cargo de alumnos tanto de vídeo como de fotografía que comparten el mismo título, Aprendiz de mago.

Como es habitual en Artes y Oficios, hoy a las 19.30 horas se procederá a la inauguración de esta doble exposición con un único título que se podrá visitar hasta el 29 de septiembre, siempre teniendo en cuenta que el 15 de julio el centro cerrará sus puertas hasta finales de agosto por vacaciones. “Todos somos aprendices de algo, todos estamos intentando crecer cada día”, explica Koldo Mendaza, profesor de fotografía y responsable, junto a Mila Bretón, del programa expositivo de la escuela. Sobre esa idea se fundamenta este trabajo de dos caras pertenecientes a la misma moneda.

En una faz se encuentra el proyecto en el que los alumnos de vídeo, coordinados por el artista y maestro Juan Arrosagaray, se han embarcado junto a las estudiantes del Conservatorio de Danza José Uruñuela a través de la bailarina, coreógrafa y profesora Arantzazu Susunaga. El resultado es un cortometraje de unos doce minutos de duración, una pieza que habla sobre la soledad, sobre la falsa sensación de felicidad en la sociedad actual. Rodada a principios de abril en el paraninfo de la escuela, la obra es el resultado de un trabajo que arrancó en enero y en el que cada paso se ha dado con profesionalidad y mimo. El audiovisual se acompaña con bocetos, fotografías del proceso y un making of.

En la otra, están las 57 fotografías realizadas por otros tantos alumnos, imágenes cuyo único nexo es el título del proyecto y unas pocas palabras escritas por Arrosagaray. A partir de ahí, cada autor ha expresado a través de la instantánea su visión sobre la temática. Hasta ahí, la primera parte de un proceso que otros estudiantes han completado a la hora de montar la muestra, emparejando en dípticos 56 de las obras, creaciones sin conexión aparente pero que terminan por funcionar, en algunos casos de manera muy llamativa. Queda al margen la fotografía que, a modo de metáfora de muchas cosas, abre el recorrido, una reproducción del edificio de la escuela construida a partir de centenares de caras de alumnos del centro, tanto del curso actual como de años anteriores.