Dos décadas después de su debut, la estadounidense Madeleine Peyroux, gran dama de la canción y habitual en los festivales de jazz vascos, regresó a Euskadi hace unas semanas para repasar sus éxitos y el reciente Secular hymns (Impulse. Universal), otro viaje a la música americana a través de versiones y con un sonido orgánico ligado al blues. “Son canciones muy personales e introvertidas”, explica.
A sus 43 años, Peyroux se ha consolidado como una de las mejores vocalistas surgidas en la escena del jazz en los últimos tiempos, y su voz ha sido comparada con la de Billie Holiday. “Fue aprendiendo sus manierismos vocales como aprendí a escucharme a mí misma”, ha reconocido. Solo superada en éxito por la canadiense Diana Krall entre las vocalistas de su generación, Peyroux creció en Brooklyn y California, pero siendo una adolescente se trasladó a París con su madre y fue allí donde empezó a cantar en público. Fue en el Barrio Latino, a cambio de la voluntad. Y no le fue mal desde que se lanzó con una canción de Tracey Chapman.
Tras formar parte de la Lost Wandering Blues & Jazz Band, debutó con Dreamland, disco del que vendió más de 200.000 copias y le aupó repentinamente a la fama. Quizás por su personalidad melancólica y su escasa facilidad para las relaciones sociales, tardó ocho años en regresar a los escenarios con Careless love. Asentada ya como una de las voces mejor consideradas por la crítica, ha ido editando discos -The blue room, Bar bones, Standing on the rooftop- en los que ha ido alternando composiciones propias y, en mayor medida, versiones de sus artistas favoritos, de Tom Waits a Leonard Cohen y Warren Zevon, entre otros.
Demócrata convencida y opositora a Trump, Peyroux se ha embarcado en una gira para presentar Secular hymns, en el que ha llevado a su extremo su máxima de considerarse más una cantante de blues que de jazz. Lo grabó en formato de trío, con el guitarrista Jon Herington y el bajista Barak Mori, que le acompañarán en Donostia, e incluye versiones de algunos de sus cantantes favoritos, caso de Willie Dixon, Townes Van Zandt, Tom Waits, Sister Rosetta Tharpe o Allen Toussaint.
“Son como himnos, clásicos de autoconsciencia y diálogo interior, con una conciencia comunitaria y una esencia espiritual”, reflexiona la estadounidense. “La música ha sido nuestra vida espiritual”, prosigue. “Así que pienso en estas canciones como himnos seculares o profanos, canciones que son muy individuales, personales e introvertidas”, apostilla Peyroux, que defiende la máxima de Matisse de que “un artista nunca debe ser prisionero de sí mismo, un estilo o el éxito”. Defiende que “no es cuestión de reinventarse siempre, sino de sonar verdadera”.
La génesis del disco es harto curiosa, ya que se grabó en una iglesia británica del siglo XII, en Oxfordshire. Allí, el chef francés Raymond Blanc (tiene un restaurante con Estrella Michelín) invita a sus comensales a asistir a un concierto antes de comer. Peyroux protagonizó uno de ellos y le deslumbró su sonoridad. “En la prueba de sonido estaba cantando Guilty, de Randy Newman, y fue increíble la forma en que mi voz sonaba en esa sala cavernosa”, recuerda. “Tiene un techo de madera que dio a mi voz una reverberación. Mi ingeniero de directo me dijo que debía grabar allí”, explica Peyroux.
El resultado es Secular hymns, álbum de diez versiones liderado por la voz expresiva de su autora y con un sonido minimal y directo. En él, “nos alejamos del trío de jazz normal”, reconoce. Claramente, se escora hacia el blues. Casi siempre acústico y, a veces, a dos voces, como en Got you on my mind, en la que canta “te tengo en mi mente cuando estoy triste y deprimida /preguntándome dónde estás y por qué tenías que irte/las lágrimas caen siempre que escucho tu nombre”.
Apenas con guitarra y voz suena The highway kind, de Van Zandt (”no sé demasiado, pero mi corazón sabe cómo latir”), mientras que Everything I do gonh be funky, de Toussaint, se torna eléctrica y con groove. El CD incluye también el blues ortodoxo y etílico de Willie Dixon If the sea was whiskey, y dos clásicos: Hard times come again no more, del siglo XIX y con aliento gospel, y Trampin, en clave de folk-blues.
Las curiosidades son el ritmo reggae de More time, de Linton Kwesi Johnson’s, y su versión de Tango till they’re sore, extraído del insuperable Rain dogs, de Waits, entre el tango y la tarantella. “Hay una canción que permanecerá para siempre en nuestros oídos/oh, tiempos difíciles, no vuelvan más”, canta Peyroux en el disco, reconociendo el poder sanador de la música cuando los fantasmas acechan al ser humano.