el combate dialéctico establecido entre Tío Sam y medios norteamericanos, incluyendo numerosas corresponsalías acreditadas en la capital federal amenaza con desbordarse; y no se sabe en contra de quién de las dos partes, que se empecinan en la tarea estúpida y redundante de dar leña al mono, se inclinará la incómoda situación. La pelea entre quienes dicen defender la libertad de información/expresión y quienes se sienten acosados, criticados y malparados por parte de los profesionales de los medios parece subir decibelios en una escalada absurda, ya que ambos se necesitan, ambos forman parte del sistema, ambos están obligadas a coexistir, y en consecuencia llevamos cien días de ruido, desplantes y agresiones fuera de tono. La última escena en esta guerra fría entre poder ejecutivo y profesionales de la comunicación internacional se ha producido con la ausencia de Trump en la tradicional cena de corresponsales, un comportamiento maleducado y despreciativo hacia los periodistas que por cierto, aprovecharon la ausencia, para echar más leña al fuego, mientras que el mandatario denunciaba ante miles de fieles seguidores que los medios mienten, tergiversan y manipulan, en un ataque feroz con escasa tradición en la política norteamericana. Cada parte mantiene su posición en esta batalla de estilo, poder e influencia, y no será fácil avenir a los combatientes que se sienten seguros y legitimados en sus presentes posturas. La política americana se ha caracterizado por mantener una sensata relación con los medios, sabedores todos de que forman parte del sistema democrático y que la maquinaria funciona si cada engranaje suma al común. En la presente ocasión la agresividad de unos y otros amenaza con encasquillar la dinámica relacional y ello puede llevar a un escenario difícil y complicado de cambiar. Tiempo al tiempo y mientras tanto, leña al mono hasta que se acabe la leña o se agote el mono.