- El Museo de Bellas Artes de Bilbao muestra al Renoir más intimista y menos impresionista de su carrera en la primera retrospectiva dedicada en Euskadi al pintor francés Pierre Auguste Renoir, con obras pertenecientes a museos y colecciones de todo el mundo. La exposición, realizada en colaboración con el Museo Thyseen-Bornemisza de Madrid y comisariada por el director de dicha pinacoteca, Guillermo Solana, reúne 64 obras del artista francés distribuidas en cinco secciones que abarcan las diferentes facetas de su carrera pictórica: los retratos de encargo, el impresionismo, los paisajes, la familia y su entorno y las bañistas desnudas.

Pese a ser considerado un destacado miembro del impresionismo francés de finales del siglo XIX, Solana recordó que Renoir solo militó en dicho movimiento una década, de 1870 a 1880. Luego se desvinculó del mismo e inicio una carrera creativa como pintor independiente que duró 40 años, hasta su muerte en 1919.

Pese a ello, y por haber sido el primer impresionista aceptado por el público burgués de la época, Renoir ha cargado entre la “última hornada” de críticos e historiadores del arte con el sambenito de ser la “quintaesencia” del gusto artístico burgués. Según precisó el comisario de la exposición, su obra impresionista, tachada de “almibarada”, “cursi” y “dulzona” por los críticos más radicales, le convirtieron en el “payaso de las bofetadas” del movimiento impresionista.

Obra tardía Esta exposición, sin embargo, muestra tan solo algunas obras de su faceta impresionista, como el boceto que hizo para su obra más famosa de esa época, el Baile en el Molino de la Galette, Mujer al piano, Mujer con sombrilla en un jardín y los retratos de Monet y su mujer. Se centra con mayor detenimiento en su obra más intimista y más tardía, la que tiene lugar a raíz del nacimiento de su hijo Pierre compuesta por retratos familiares y de escenas domésticas que ocuparon buena parte de su producción artística.

En esta sección, el espectador puede contemplar imágenes de su mujer Aline, retratada en la obra a pastel Maternidad, de sus hijos en la primera infancia, como en Coco tomando sopa o el gran retrato de Jean adolescente inspirado en El príncipe Baltasar Carlos, cazador de Velázquez, que Renoir admiró en el Museo del Prado en 1892. La muestra, que podrá visitarse hasta el 15 de mayo, concluye con la sección dedicada a las bañistas desnudas, donde se refleja la mirada más intimista del pintor y la importancia que tuvo el desnudo femenino para Renoir, a pesar de las negativas opiniones que expresó en su vejez contra su lucha por la emancipación, según recordó Solana.

El comisario de la muestra considera que esas opiniones no se reflejaron en sus pinturas, donde las mujeres no son presentadas, a su juicio, con una visión ultraconservadora, como un objeto pasivo, inerte y decorativo, sino que ocupan un papel central en su pintura y adoptan posiciones activas. Los desnudos de Renoir, otra de sus facetas que le distancian del impresionismo, movimiento que no se interesaba, a excepción de Degas, por este género pictórico, son difíciles de clasificar, sobre todo los tardíos.

Las figuras femeninas, de carácter monumental con cabezas pequeñas y cuerpos y extremidades grandes y desproporcionadas, parecen inspiradas por artistas como Miguel Ángel, Rubens, o Tiziano y suscitaron la admiración de artistas posteriores como Bonnard, Matisse y Modigliani, que llegaron a visitarlo en su retiro de la Costa Azul francesa. También suscitó el interés de Picasso que, aunque no fue recibido por el artista francés, compró uno de sus desnudos más representativos para su colección particular, el titulado Bañista sentada en un paisaje, llamada Eurídice.

La muestra se completa con sus paisajes de pequeño formato, un género que utilizó más como campo de experimentación que de creación, centrado como estaba en la figura humana, y con los retratos por encargo que realizó para ganarse la vida y labrarse un nombre profesional. - Efe