La fotografía de Aylan, el niño sirio de 3 años que murió ahogado en Turquía, fue el disparador que puso en marcha a Hernán Zin para rodar Nacido en Siria, un documental en primera línea de la ruta europea de los refugiados que huyeron de la guerra en 2015 y que da voz a los más vulnerables, los niños.
“Los niños son el 40 % de los refugiados, su voz tiene que estar. Pero, además, aportan sensatez y sentido común, un punto de vista apolítico que viene bien escuchar”, opina este exreportero de guerra que ha cubierto conflictos por todo el planeta. La película, que se estrenará en cines el 12 de enero y competirá por el Goya al mejor documental, se rodó a lo largo de un año en once países. Dos días después de ver la foto de Aylan, Zin cogió su cámara y se plantó en Hungría. Una de las primeras imágenes que vio fue la de las columnas de miles de personas caminando con lo puesto por las vías del tren. Abuelas en sillas de ruedas, niños sin padres, víctimas con secuelas físicas y psicológicas para toda la vida, pero también luchadores en busca de una vida mejor.
El documental muestra todo eso y también los temblores entre la vida y la muerte de los que son rescatados del agua, y testimonios desgarradores que generan una emoción incómoda, pero necesaria en el espectador. “Mi teoría es: lo que vi es lo que te muestro. Trato de filtrar lo menos posible”, afirma Zin, que en 2014 aplicó un planteamiento similar para contar la vida de los niños palestinos durante los ataques israelíes en Nacido en Gaza. “En mi experiencia como periodista he oído muchas veces decir ‘esta foto es muy dura’, y yo siempre he cuestionado qué autoridad tenemos para decidir lo que puede o no ver el lector o espectador. Soy inmisericorde en este sentido”, subraya.
algunos casos Zin pasó tres meses en los Balcanes aquella primera vez, pero aún realizó 20 viajes más por Europa para hacer el seguimiento de las historias de siete niños diferentes. Historias como la de Marwan, un chaval de 13 años que por desgracia ya sabe lo que es un cuerpo decapitado y que ha trabajado 12 horas para pagar a las mafias el viaje a Europa. O Hamud, de 8 años, que viaja con su tío y ha tenido que dejar a sus padres atrás. Son historias de dolor y desesperación, pero también de superación, de inocencia, de valentía y de esperanza. “Conocemos las cifras: 100.000 atrapados en Alepo; un millón de refugiados en Alemania; miles de niños muertos en el Mediterráneo. Mi trabajo es ver qué hay detrás de esas cifras, darles voz y rostro”, señala Zin.
Además de esas historias, el documental recoge las repercusiones políticas de la oleada de refugiados o “cómo la crisis le pilla a Europa con el paso cambiado”. Del cierre de fronteras en Hungría, cuyo gobierno criminalizó a los refugiados, a la inicial reacción de apertura de Angela Merkel, que luego se vio obligada a rectificar. “Hay que estar agradecidos y admirados por lo que hizo Merkel. Estuvo a la altura de lo que representa Europa para el mundo, y el esfuerzo que ha hecho Alemania con los refugiados es enorme”, opina. Nacido en Siria se abre y cierra con la misma reflexión de uno de los protagonistas: “Pensaba que el problema era cruzar el mar”. “Una guerra nunca termina el día que se firman los acuerdos de paz”, sostiene. “Cuando la prensa deja de mirar la historia sigue dentro de la gente y la violencia implica heridas que no se curan nunca”. Más de 4 millones de personas han huido de Siria desde que empezó la guerra en 2011, uno de los mayores éxodos de la historia reciente. Unos 3.500 han muerto cruzando en el mar. La mitad de ellos eran niños.