es impresionante la catarata de anuncios que nos ofrecen todas las cadenas a todos los niveles territoriales con motivo de las fiestas navideñas. Hace casi tres semanas que arrancó el bombardeo de los diferentes productos y marcas en pos de captar atención y voluntad compradora del cliente, que a tenor de los diferentes cachivaches que proponen deben de ser clientes de alta gama y poderosos bolsillos.
La oferta televisiva de relojes, perfumes y otros artilugios digitales rozan en muchas ocasiones el mercado de la lujuria del lujo que maravillosos spots nos presentan asequibles cuando son inasequibles para nuestras baqueteadas economías, en muchas ocasiones sometidas al agobio de crisis, precarios trabajos y flacos salarios.
Y mientras la pequeña pantalla nos transporta a un mundo de fantasía donde espectaculares hombres y mujeres nos muestran historietas de fabulosos relojes, penetrantes aromas de colonias mágicas y móviles fantásticos del futuro que nos transportaran a la felicidad de una sociedad de consumo que nos machaca cada Navidad, a la espera de comenzar la batalla por adueñarse de la voluntad de los más pequeños de la casa que llega Olentzero, Papa Noel o Reyes Magos.
Las Navidades son las fiestas más compradoras del ciclo anual, momento en el que la publicidad desenfunda sus poderosas armas para inyectarnos la lujuria compradora del lujo, al alcanza de pocos bolsillos, en un momento donde las distancias entre los modos de vivir de las clases sociales se alejan y los poderosos tienen más y los débiles se quedan con menos y en medio el ruido publicitario adueñándose del personal. Contradicción social enorme ésta de incitar al consumo del lujo, cuando con dificultad se atienden las necesidades básicas, pero nuestra sociedad es así y no se ve ni quién, ni qué la pueden cambiar. Es lujo de publicidad al servicio de lujuria del consumo. Eguberri on denoi!