Madrid - En apenas ocho años se ha convertido en el mejor actor de su generación. Ahora Michael Fassbender se la juega también como productor de Assassin’s Creed, adaptación al cine del famoso videojuego que aborda el eterno conflicto entre el poder, ejercido por los templarios, y el libre albedrío, que defienden los assassins.
Acompañado por Marion Cotillard, el director Justin Kurzel (Macbeth) y el reparto español integrado por Hovik Keuchkerian, Javier Gutiérrez y Carlos Bardem, Fassbender presentó ayer en Madrid el filme, que invita a reflexionar sobre las relaciones de poder y los conflictos. “Una de las tramas se desarrolla durante la Inquisición en España y se plantea la cuestión de si era simplemente una persecución religiosa o había algo político detrás”, explicó ayer el actor a Efe. “Hoy siguen existiendo disputas religiosas, pero el corazón de todos los conflictos siempre es económico”, añadió. Eso sí, si hoy los assassins tuvieran que luchar contra algo, el actor que ha sido Magneto, Steve Jobs o Macbeth lo tiene claro: “Lucharían contra la gente que explota y manipula a los demás, contra el racismo y la xenofobia, defenderían los derechos humanos”. Aunque el año pasado ya produjo el western Slow West, Assassin’s Creed supone su salto a la primera división, con un presupuesto que ronda los 200 millones de dólares.
Ajeno a la “maldición” de que las grandes franquicias de videojuegos no han aportado hasta ahora títulos memorables al cine, el intérprete de origen alemán y norirlandés, dos veces nominado al Oscar, se dejó seducir por la idea de la trama sobre la memoria genética que permite viajar a los recuerdos de los antepasados.
En la ficción, Fassbender es Callum Lynch, un reo condenado a muerte que, gracias a una revolucionaria tecnología que desbloquea los recuerdos del ADN, vive las aventuras de su ancestro español Aguilar de Nerja, miembro de la sociedad secreta los assassins, que se enfrenta a los templarios. Según el director, Justin Kurzel, el mundo no ha cambiado tanto y “a través del capitalismo y del consumismo seguimos siendo esclavos en cierta medida, con pocas opciones para la elección individual”.