barcelona - Más allá de estar muy enfadado con la victoria de Donald Trump, el escritor estadounidense David Vann reconoce encontrarse en un momento “privilegiado” de su vida, lo que, en cierta manera, queda plasmado en su nueva novela Acuario, la primera que no es una tragedia, aunque contenga duros pasajes.

El autor de la dramática Sukkwan Island, un fenómeno literario mundial en 2010, comenta que ahora ha creado un título donde defiende que la fuerza que tienen el amor y el perdón “son capaces de superar la rabia y la ira”. A la vez, deja entrever que los padres “son dioses capaces de crearnos y destruirnos”. “Los niños -asevera- sienten un amor incondicional por sus padres, pase lo que pase, e incluso en los momentos en que éstos se comportan de la manera más horrible, son incapaces de no quererlos. Los padres tienen un poder y una fuerza muy grande sobre ellos”.

Publicada por Literatura Randhom House, en esta ocasión la historia del autor, nacido en Alaska en 1966, está protagonizada por Caitlin, una niña de doce años que vive con su madre en un suburbio de Seattle y que cada tarde acude al acuario de la ciudad, enamorada como está de sus peces. Un día, coincidirá allí con un hombre mayor con quien entablará una particular relación que acabará descubriendo un secreto de familia. Desvela que estaba en pleno proceso de creación de una novela sobre el mito de Medea -que aparecerá publicada en marzo en inglés- y tuvo la imagen de una niña pequeña con un señor mayor en un acuario público. “Supe que ese hombre sería importante en la vida de la niña, pero no sabía ni quién era ni qué historia había detrás”.

hombres y mujeres A su juicio, los hombres “a menudo fallan a las otras personas, somos la fuente de toda violencia, somos cobardes emocionalmente, psicológicamente, salimos corriendo cuando hay un momento difícil en una familia, en una relación”. En cambio, por lo que ha vivido con las mujeres de su familia, “ellas nunca han huido”.

En otro orden de cosas, advierte que “Trump es un ejemplo paradigmático de lo que puede ser un desastre”, algo “muy destructivo”, y el hecho de que lo hayan votado tantas féminas le “rompe el corazón”. En este punto, el norteamericano, que desde 2003 tiene la residencia en Nueva Zelanda porque no soportaba a George Bush, hace una defensa cerrada de Hillary Clinton, que piensa hubiera sido una presidenta excelente. En su opinión, la culpa de que perdiera las elecciones es de “sesenta millones de estadounidenses que son racistas y misóginos, que votan como imbéciles en contra de sus propios intereses, gente repugnante, idiota, ignorante, que han apostado por un imbécil sin experiencia, que no tiene opinión sobre nada”. - Irene Dalmases