el televisivo Jordi Évole nos ofreció en la noche del pasado domingo una entrega más de Salvados dedicado a la fórmula de éxito comercial, Mercadona, en un intento de descubrir las claves de un negocio que emplea a más de setenta mil personas y que se ha convertido en la empresa líder del sector de la distribución con 1.600 tiendas por todo el territorio.
En la historia reciente de la tele entre las aportaciones de este valiente periodista hay perlas informativas que son hitos en el buen quehacer de Évole, pero la que nos ofreció sobre la fórmula comercial del éxito de la empresa de Juan Roig, a pesar del pelotazo de audiencia, no pasará a la historia con un presentador que se desinfló en un ejercicio de encontrar huellas de escándalos en el modo de proceder de empresa frente a algunos de sus trabajadores o proveedores dispuestos a superar el miedo y denunciar a Mercadona, a base de testimonios frente a cámara u ocultos en penumbra.
Más ruido que nueces en las denuncias de quienes pretendían descubrir prácticas ilegales de un fenómeno empresarial basado en algo tan elemental como respetar, atender, satisfacer a clientes, trabajadores, proveedores en una cadena continua de mejora, como cualquiera de las empresas punteras de la economía actual. Comenzó el programa con un cierto tufillo a publi reportaje que se corrigió con las denuncias poco contundentes de quienes se sintieron agraviados y acudieron con fortuna a tribunales, pero más parecieron prácticas aisladas que filosofía general de empresarios de éxito.
Trabajadores y representantes de la empresa dieron la cara con resultado de combate nulo ante un conductor que se desinflaba y no acababa de encontrar el punto fuerte denunciante y aquello transcurrió sin chicha ni limoná. Jordi Évole quiso y no pudo hincar el diente a un sabrosón asunto informativo.