madrid - Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana, el poeta comunista represaliado por el franquismo y encarcelado durante 23 años tras la Guerra Civil, falleció ayer a los 96 años sin rencores, pero también sin “amnesia”, como le gustaba remarcar. “Los presos políticos fuimos los primeros en aceptar la política de reconciliación nacional, pero una cosa es la amnistía, que era necesaria, y otra la amnesia”, decía Marcos Ana, que firmaba bajo este seudónimo literario, en recuerdo de sus padres campesinos, Marcos Macarro y Ana Castilla.
al campo de concentración Tras recoger el cadáver de su padre entre los escombros de su casa destruida, se alistó en el bando republicano y cuando acabó la guerra, en marzo de 1939, fue capturado en el puerto de Alicante y conducido al campo de concentración alicantino de Albatera.
Aunque consiguió evadirse y ocultarse en Madrid, a los pocos días fue detenido y comenzó su periplo por las prisiones españolas: la cárcel del Conde de Toreno; el penal de Ocaña, donde estuvo 307 días incomunicado; Alcalá de Henares y el penal de Burgos, donde pasó 15 años. En esta etapa de “turismo carcelario”, como decía con ironía, sufrió castigos y lo único que le mantuvo con vida era la fuerza que le daban los ideales por los que fue encarcelado durante 23 años y condenado a muerte en dos ocasiones.
Fue durante su estancia en el penal de Burgos, hacia 1954, cuando escribió sus primeros poemas. Tenía entonces 33 años.
Cuando recuperó la libertad, en noviembre de 1961, se exilió a Francia y emprendió una campaña internacional contra la represión política en España y en el mundo y se hizo un firme defensor de los derechos humanos y la democracia. Un actividad que le llevó a viajar por medio mundo, en especial en Europa y América, donde conoció a Pablo Neruda o Salvador Allende, dos de sus grandes amigos, así como al poeta Rafael Alberti.
En Francia fundó el Centro de Información y Solidaridad con España, presidido por Pablo Picasso. Regresó a España tras la amnistía de 1976.
Su obra cumbre es Decidme cómo es un árbol (2007), una novela en la que entremezcla la poesía y calificada por él mismo de autobiografía.
Marcos Ana, que nunca dio el nombre de sus verdugos, “porque no hay que remover las cenizas del pasado” y sobre todo “porque quienes me torturaron tendrán hijos y nietos”, quiso contribuir con esta obra a la memoria histórica. Y con ese afán firmó el año pasado su última obra, “Vale la pena luchar”, en el que alentaba a los jóvenes a seguir luchando por un mundo mas justo y comulgó con el activismo del 15M. “Hay que seguir calentando las calles y las plazas porque en la calle está la fuerza”, decía. - Efe