Vitoria - De la mano de Ilustrapados en Araba, Montehermoso se llenará dentro de un mes de la experiencia y la obra de una Elena Odriozola que ayer estuvo visitando el centro cultural para ultimar detalles. Aún así, encontró un hueco para hablar con DNA a los pocos días de que la Organización Española para el Libro Infantil y Juvenil le haya seleccionado como candidata, en la categoría de ilustración, al premio Hans Christian Andersen 2018 -considerado el Nobel de este género-.
Para dedicarse a la ilustración, ¿hay que ser ‘mazoka’?
-No, no (risas). Hay parte de razón en el adjetivo porque esto tiene su complicación, no es algo fácil vivir de la ilustración. Pero aunque puedo considerarme otras cosas, no masoca.
¿En citas como las jornadas que dentro de un mes le devolverán a Gasteiz, es muy complicado verbalizar y transmitir lo que una hace de manera natural casi cada día?
-En los talleres de este tipo, más que eso, lo que hay que hacer es procurar que cada uno pueda sacar lo que tiene. No se trata de decir: esto se hace así y no de esta otra manera. Hay que ofrecer pautas pero la cuestión es que esas herramientas que pones a disposición sean útiles para que cada asistente saque lo que le es propio. Lo último que pretendería es que hagas las cosas como yo. Además, en los talleres el tiempo es limitado, así que es casi más importante que las personas salgan motivadas, con ganas de ver y probar otras cosas.
Viene, por cierto, de ofrecer un taller para los más pequeños en el marco de la Quincena Musical donostiarra. ¿Más peligrosos los pequeños o los adultos?
-Nunca me había atrevido con los más pequeños y esa fue la primera vez. Pero el debut no lo hice sola sino con Gustavo Puerta Leisse, que vendrá también conmigo a Vitoria en diciembre. Así que fui más tranquila y estuvo genial.
Los pequeños quizá no, pero los adultos sí que son conscientes de que están delante de una Premio Nacional de Ilustración. ¿Le miran con un exceso de respeto?
-A veces paso un poco de apuro porque viene gente a decirme que le encanta mi trabajo y siento que no puedo o no sé corresponder. Estoy muy agradecida, por supuesto. Cuando tienes el típico día -que yo tengo muchos de esos- en el que todo lo que haces te parece una mierda y piensas que no sabes dibujar, que te venga alguien y te diga algunas cosas tan bonitas es... no sé, es extraño.
Han pasado dos décadas desde la publicación de ‘Agure jakagorria’, su primer trabajo de ilustración literaria. En este tiempo, ¿nota que el reconocimiento a la labor de los ilustradores ha crecido?
-Yo sé que hago mi trabajo basándome en el texto de otra persona, pero que parto de esas palabras para contar mi historia. Es verdad que antes me preguntaban si me importaba que mi nombre apareciese en las portadas con letra más pequeña. Ahora estamos en otro momento. Supongo que Internet, que era algo que cuando empecé no estaba presente, tiene que ver en ese auge de la ilustración. Aunque te tengo que reconocer que no utilizo el ordenador más que para maquetar y poco más.
¿Dibuja para sí misma?
-Muy poco. No soy de las que va todo el día con la libreta en la mano ni creo que haya que hacerlo para ser una buena ilustradora. De hecho, tengo un montón de cuadernos en blanco que me da pena usar. Y si me voy por ahí o tengo tiempos libres, no me sale. Estaré leyendo, pensando o mirando al infinito, pero pocas veces, salvo que tenga un trabajo en mente, me pongo a dibujar. Nunca llevo un lápiz a no ser que sepa que voy a un lugar donde lo voy a necesitar. Pero cada uno tiene su forma de entender la ilustración.
¿Qué es para usted?
-Es interpretar y para eso necesito tiempo y reflexión. Claro que si me pones aquí un folio en blanco algo voy a hacer, pero eso no tiene nada que ver con lo que hago. Hay gente buenísima en eso y me parece muy bien. Pero el problema es que parece que todos tenemos que valer para un roto y para un descosido. Pues no.
Volviendo a su próxima visita a Gasteiz, la participación en las Jornadas Profesionales de Ilustración Mazoka vendrá acompañada también de una exposición. ¿Se trata de una retrospectiva?
-No podría hacer algo así porque me horrorizaría ver algunas de las cosas que he hecho. Soy muy crítica con lo que hago. Esta muestra es más bien un reflejo de dibujos en los que me he salido del libro. Es una mirada a todas las técnicas que utilizo más allá de lo habitual, desde carteles a figuras pasando por unas etiquetas que hice en casa para unas mermeladas.
No es cuestión de repasar toda su lista de galardones. Sólo mencionaré el Premio Nacional de Ilustración y la reciente nominación al premio Hans Christian Andersen 2018. ¿Cómo se toma los reconocimientos?
-Cuando te lo dicen, te hace ilusión, pero son situaciones que se pasan muy rápido. Bueno, y le digo a mi madre que estoy nominada al Hans Christian Andersen y me dice: ¡ah, vale! (risas). Además, es un premio que para mí es imposible, muy difícil. Y es la nominación para 2018, porque se celebra cada dos años. Vaya usted a saber dónde estamos en dos años. Que te den premios es muy importante pero tu trayectoria sigue, no se para porque hayas ganado el Nacional de Ilustración. Es una exigencia más porque tienes que seguir y hacerlo a un nivel.
Si alguien que está empezando acude a usted en estas jornadas de diciembre a pedirle un consejo...
-Eso me resulta muy difícil. Empecé porque conocía a una persona que trabajaba conmigo en publicidad y que tenía una amiga en Elkar. No fue algo buscado. Y depende de cada persona, porque lo que funciona para mí puede que no lo haga para el que está ahí. Al final, se trata de tener algo que contar. Es un mundo complicado, en el que tienes muchas crisis. Yo he perdido en ocasiones la confianza y sé que no debo hacerlo. Lo que sí tengo claro es que he hecho ilustraciones porque hay que comer y que las he realizado de la manera más digna y de la mejor forma que he podido. Y sé que me pasará en el futuro. Lo que no quiero es cubrir el expediente porque eso permanece ahí, es tu trabajo, forma parte de tu trayectoria. - DNA / Foto: DNA