madrid - El Premio Nobel de Literatura concedido ayer a Bob Dylan reconoce la aportación fundamental a la música moderna de un compositor que con sus textos ha influido a varias generaciones de músicos durante más de medio siglo.

Desde comienzos de los años 60, las letras de las canciones de Dylan alumbraron el camino del rock hacia destinos literarios mucho más ambiciosos. Su éxito hizo reflexionar a los artistas de su tiempo sobre la importancia de los textos que cantaban. Ya desde el principio asoma en sus temas el carácter combativo de cantautores como Woody Guthrie, germen de sus canciones protesta, y el espíritu errante de los viejos maestros del blues.

En 1963 Dylan editó The freewheelin’, el disco que convirtió Blowin in the wind en un himno y a él en un mito. De su guitarra siguieron saliendo himnos de la época que le coronaron como rey del folk y gurú de la canción protesta. Pero el inconformista Dylan se bajó del trono: la ruptura con el folk fue un hecho en Highway 61 revisited, una de sus obras maestras, que se abre con Like a rolling stone, considerada la mejor canción de toda su carrera y una de las más grandes de la historia. Poesía corrosiva y melodías rotundas, giros al country, letras en algunas épocas de marcado carácter religioso... La trayectoria de Dylan está en constante reinvención. En 2004 el cantautor publicó la primera parte de su autobiografía, Crónicas, Volumen I, que hasta la fecha no ha tenido continuación. Tal vez porque está permanentemente ocupado en una gira sin fin por todo el mundo. Y en publicar discos con regularidad -tiene casi 40 discos de estudio en el mercado-, los dos últimos con viejas canciones del repertorio de Frank Sinatra. Son maneras de combatir su propia sombra, de la que Dylan lleva escurriéndose desde hace décadas. “Yo sólo soy Bob Dylan cuando tengo que ser Bob Dylan. La mayor parte del tiempo quiero ser yo mismo. Bob Dylan nunca piensa en Bob Dylan”, dijo una vez. - Efe