bilbao- Mientras pasa sus vacaciones en Astigarraga, Olatz Arrieta admite que la Unión Europea atraviesa no una, sino varias crisis. También resalta el “estrepitoso fracaso” de todos los analistas políticos estadounidenses que no vieron venir el huracán Trump, “como no lo vio el propio Partido Republicano”.

¿Los corresponsales comunitarios ya están buscando otro destino?

-Noooooo, no hablamos de eso. Es cierto que es un momento muy delicado, crítico; todo el mundo se pregunta cómo se va a resolver esta multicrisis que parece una tormenta perfecta. Empezó con Grecia y el colofón ha sido el brexit, a lo que se suma el terrorismo, los refugiados, el espacio Schengen, el auge del euroescepticimo... pero no pensamos quedarnos sin trabajo.

¿Los periodistas están tranquilos?

-Los corresponsales veteranos repiten lo que es casi un tópico: Europa ha dado pasos hacia delante obligada por las múltiples crisis, a veces de creación propia y otras causadas por factores externos. Vivimos un momento de pesimismo, pero no de desintegración.

¿Hay desánimo por los pasillos?

-Hubo una sensación muy rara el viernes del brexit. Entre los funcionarios sí hubo mucho desánimo, incredulidad. Por otra parte, había gente muy contenta, incluso funcionarios, que decían que ya era hora de librarse de unos pesados que exigían una Europa a la carta y siempre ponían palos en las ruedas.

Ese día, ¿miraron mal a los periodistas británicos?

-No, fuimos corriendo a preguntarles qué iba a pasar, qué se decía en su país... Yo creo que estaban noqueados: los ciudadanos británicos que trabajan en Bruselas, los funcionarios, los periodistas... se encontraban en estado de shock.

¿Los medios británicos favorables al ‘remain’ no fueron muy pasivos a la hora de contrarrestar las mentiras de los medios contrarios?

-Eso es otro clásico británico. No hay más que ver al nuevo ministro de Exteriores, ex corresponsal del Telegraph en Bruselas en los años 90 conocido por inventarse bulos sobre la UE para alentar el euroescepticismo. Esto viene de lejos, cierta prensa lleva dando caña 30 años.

El verano pasado el debate era si se expulsaba a Grecia y la sorpresa ha sido la salida voluntaria de otro Estado... ¡La noticia del año!

-¿Del año? Yo diría que de la década, aunque hay que esperar: cómo sale, si sale del todo... A la Unión le ha pillado con el paso cambiado, aunque tenía un plan B sobre la mesa. Sería impensable que no tuvieran preparado este escenario.

¿Esta salida puede ser reversible?

-Una cosa es que a partir de determinado momento la UE la formen sólo 27 Estados, pero no se cortará por lo sano. ¿Cuál será la relación futura? Hay cien mil páginas en la versión en inglés de todas las leyes que han salido de Bruselas y que afectan a la vida diaria de los británicos. Todo lo que se ha incluido en su legislación hay que revertirlo, sacarlo y buscar alternativas.

¿Y esto qué supone?

-No es fácil irse del todo y la salida del Reino Unido no empieza hasta que lo solicite. A día de hoy no lo ha hecho, así que a efectos jurídicos, económicos, políticos... el reloj no se mueve hasta que active el artículo 50 del Tratado de Lisboa y parece que jurídicamente no se les puede obligar. Hasta ahora sólo hay un referéndum, pero deben dar más pasos y los británicos tienen claro que necesitan pensar lo que quieren.

La UE no sólo no tiende a la convergencia, sino que retrocede...

-Esta tensión siempre ha existido, ahora se ha acrecentado y ha caído del lado de los que quieren menos Unión. En esto tiene mucho que ver la entrada de los países del Este en 2004. Hay mucho miedo al auge del euroescepticismo y mucha expectación ante las elecciones de 2017 en Francia y Alemania.

Subsisten todos los problemas del año pasado, como los refugiados. ¿Turquía le toma el pelo a la UE?

-Es algo de interés mutuo, un matrimonio de conveniencia. Dinero y alguna contraprestación a cambio de impedir que los refugiados se acerquen a nuestro territorio.

¿No hay mucha tibieza con un país que detiene magistrados, cierra periódicos,...?

-La UE hace la vista gorda porque le interesa mantener el acuerdo, pero después del intento de golpe de Estado habrá que ver los cálculos que hace Erdogan de cuánto le conviene este matrimonio.

¿Usted sigue siendo europeísta?

-Está claro que la UE no es lo que debía ser; pero no soy euroescéptica. Es un proyecto sin terminar... y no se sabe si se acabará.

Como ‘guinda’, los atentados de marzo. ¿Cómo se vivieron?

-No se sorprendió nadie porque tras los atentados de París había quedado clara la conexión belga. Si los autores se escondían en Bélgica, era claro que preparaban algo. La gente sabía que iba a suceder tarde o temprano, había una especie de fatalismo. Quizás la mayor sorpresa fue que hubiera dos ataques casi simultáneos. Fue lo que causó más sensación de inseguridad.

¿Cambió la vida cotidiana?

-Algunos días sí. Cuando se abrió el Metro, iba menos gente. Y hay quien sigue evitándolo a ciertas horas. Pero se va olvidando... después pasa lo de Niza y otra vez se retoman las precauciones. El turismo se ha resentido mucho. Por otra parte, a los tres días en la parada en la que se produjo el atentado hubo una concentración neonazi que pedía “musulmanes fuera de Bélgica”. Eso no lo había visto nunca.

Tras cubrir cuatro campañas a la Casa Blanca, ¿no le da pena perderse la más entretenida y sucia?

-Y la más preocupante... Tengo familia y amigos allí y disfruto comentándolo con ellos. Es una campaña muy diferente, sobre todo por parte republicana. Se ha roto una tendencia porque no ha salido el candidato del aparato y ha movilizado al electorado más cabreado. Trump ha hecho una campaña súper entretenida, sobre todo para las televisiones. Y ha provocado verdaderos debates filosóficos sobre cuál tiene que ser el papel de los medios ante un candidato tan inusual. Ha sido curioso ver a periódicos republicanos y demócratas ponerse de acuerdo para criticarle: esta semana ha habido un editorial del Wall Street Journal que parecía el New York Times.

Si gana, ¿cree que Hillary Clinton será una buena presidenta?

-Si gana... Es del aparato del aparato, a la gente le encanta o la odia. La fuerza de Sanders demuestra que también hay muchos descontentos. La confianza en el Congreso y en el Gobierno federal está en mínimos.

¿No le convendría haber formado ‘ticket’ con la senadora Warren?

-Para atraer al electorado más a la izquierda del partido, sí; pero quizás es demasiado del Este y a los del otro lado del país les parece casi comunista. Hillary hizo el cálculo de los Estados clave y optó por Kaine.