donostia - Si el ser humano es, en parte, la consecuencia de lo que fueron sus antepasados, resulta obligado conocer la vida y obra de ellos para afrontar el futuro con garantías. Por ello, Elkar acaba de reeditar cinco discos de los primeros años 80 de Imanol Larzabal -repletos de poesía, folk, rock progresivo, jazz...- y los presenta por vez primera en formato compacto. Si Estados Unidos tuvo a Frank Sinatra, Euskal Herria puede sentirse orgulloso de la discografía del cantante guipuzcoano, quizás el mejor cantante vasco de la historia y un artista infravalorado por motivos ajenos a la creación.
La operación de rescate emprendida por Elkar, que seguirá en los meses próximos con otros artistas, tiene su origen en la adquisición del catálogo del pionero sello IZ, vital en la recuperación musical vasca desde los años 70 del siglo pasado. “Son más de 350 referencias que hemos adquirido y que algunas habíamos empezado ya a incluir en recopilaciones”, explica Anjel Valdes, de Elkar. Él, que inició su trabajo con las discográficas en IZ, explica que “se ha hecho una selección de una treintena de referencias” que irán viendo la luz en el futuro inmediato.
El propósito es la recuperación y exposición de una obra musical que, en su día, únicamente se publicó en formato casete y vinilo, y que corría el peligro de “pasar desapercibida” a pesar de mostrar “parte de la historia musical de nuestro país”. Ahora, estos cinco discos de Imanol se publican por vez primera en formato compacto y sirven para poner en valor las canciones de un autor de calidad incuestionable y que fue zarandeado (social, política y hasta personalmente) por unos y otros, tildado de etarra desde un lado y tratado como un apestado por el otro desde que se opuso al asesinato de Yoyes por ETA.
Valdes prefiere dejar de lado su triste “relevancia social” para destacar su calidad musical. Podrá gustar más o menos su obra, pero tenía “la mejor voz y tesitura que ha dado nunca este país”, explica el portavoz de Elkar, que indica que estas reediciones buscan “poner en valor lo importante que Imanol fue para varias generaciones” y, al mismo tiempo, facilitar la posibilidad de que ejerza como “modelo para los intérpretes jóvenes”.
Progresivo y melódico Tras editar sus dos primeros discos en Francia, donde estaba exiliado, Imanol regresó a su país y editó Sentimentuen hauspoz (1979), disco que contaba con las colaboraciones de Luis Pastor y Paco Ibañez y que se abría con el inolvidable Poeta kaxkarra. Además de Mikel Arregi, aparecían textos musicados de Lauaxeta, León Felipe, Erramun Martikorena o Joxe Iriarte; había un pequeño espacio para el castellano con los invitados y la participación de Karlos Gimenez al piano se revela vital.
“Es un disco que fija muy bien la época en la que fue grabado”, asegura Valdes. Al igual que el siguiente, Jo ezan (1981). Ambos remiten al rock y folk progresivo de la época, a Izukaitz, los primeros Itoiz y Haizea, aunque no desdeñan el folk vocal a capella y algunos ramalazos de jazz y blues, con guitarras eléctricas y saxos protagonistas en temas como Picasso-ren Gernika o Blues de Toni Arzenta/akerraren adarrak.
El siguiente disco reeditado, Ira-tze okre geldiak (1982), se abre a la participación de Pascal Gaigne a la guitarra y Michel Nesprias al acordeón. Ambos son copartícipes de la deriva musical de Imanol, que apuesta por un sonido más plácido con el piano de Gimenez restando espacio a las guitarras en canciones que musican poemas de Xabier Lete y Aresti, entre otros. Los últimos dos discos explicitan la importancia de Imanol no solo como intérprete sino también como recuperador de la música popular euskaldun, especialmente de Iparralde. Lo revelan el doble Erromantzeak, que incluye tonadas mágicas como Uso xuria errazu y Maitia nun zira; y Etxahun eta Etxaun, disco desnudo y folk (vocal y con guitarras puntuales) compartido con Niko Etxart, Amaia Zubiria, Beñat Axiari y Shanti Jimenez en tributo a la obra del bertsolari y poeta de Iparralde.