MADRID. Julia Montejo no se atreve a ponerle una etiqueta a su nueva novela, "Los abrazos oscuros", un relato tan inquietante como trepidante y que engancha de principio a fin. Lograrlo era su empeño, porque está convencida de que las redes sociales y las series de televisión son sus principales "enemigos".
De ella y de cualquier novelista que aspire a atrapar la atención de los lectores. "Por su condición de adictivas", añade. "Mi objetivo principal como escritora es que el lector no pueda soltar mi libro, que pase y pase páginas y quede enganchado", insiste en una entrevista con Efe.
Julia Montejo sabe de lo que habla, pues durante un tiempo vivió en Los Ángeles escribiendo guiones para el cine -dirigió incluso una película-, actividad que ha continuado, ya en España desde 2004, para la televisión. De ahí, quizás, el hecho de que sus novelas, ésta es la cuarta, tengan una estructura muy cinematográfica.
"No, nunca he tenido -responde- la tentación de rodar alguna de ellas. Cuando escribo, busco el disfrute y la expresión de una manera distinta a la del audiovisual".
Le encantaría que con sus novelas se hicieran películas o series de televisión, "pero sin mí". "Yo ese camino ya lo he transitado y solo me interesa el siguiente", insiste sobre el tema.
Para esta mujer nacida en Pamplona, estudiante de canto y piano en su juventud y con estudios de Periodismo, "la gran diferencia entre escribir una novela y un guión es que en el cine o en la televisión parece que todo tiene que tener un final feliz". Y ella pretende "escribir cosas auténticas, reales".
La única etiqueta que Julia Montejo acepta poner a esta su nueva criatura literaria, "Los abrazos oscuros" (Lumen), es la de "novela contemporánea". Un concepto muy amplio, "sí", "pero es que -recalca- tiene elementos muy variados".
Es ficción pura y, de nuevo, protagonizada por una mujer, como en sus anteriores novelas. En este caso, se trata de Virginia, felizmente casada, madre de dos hijas, en la mitad de su existencia -apenas ha superado los 40-, fotógrafa de éxito, pero ansiosa por "salir a la aventura, que le pasen cosas, aspirar emociones...".
Alguien que no tuvo en su infancia quién le enseñara a querer y que ve como su mundo se desvanece de golpe tras conocer a Daniel, un hombre sin escrúpulos, magnate de los medios de comunicación, con un pasado turbio, "misterioso y contenido", un psicópata "capaz de infligir un dolor exquisito".
Un hombre convencido de que la maldad es la cualidad más intrínseca del ser humano, que puede "desechar la ética general e inventarse un código propio".
"Ella había visto mundo. Daniel lo había exprimido", escribe Montejo, interesada con esta novela en hurgar en el tema de la infidelidad, "no exclusivamente sexual o sentimental". "Me interesaba el tema de la infidelidad al pasado, a quien hemos sido".
También la escritora quería hablar de la "falsa sensación de seguridad que solemos tener, sobre todo en esa etapa media de la vida" en la que viven personaje y autora. "La seguridad -dice- está compuesta de momentos, no es un estado permanente. Como la felicidad: uno es feliz en momentos determinados".
Virginia no tiene nada que ver con ella, es un personaje de ficción, "pero claro que hay en ella cosas de mí (...). Mis novelas son como un diario, no de cosas concretas que me hayan pasado, sino de cosas que me han preocupado, que han aparecido en mi vida y se han ido quedando ahí. En cualquier novela, sea ficción o no, hay mucho de quien la ha escrito: muchísimo".
En un momento de su relato, uno de los dos protagonistas dice que "hay que perder la cabeza para no perder el corazón". "La frase -dice Julia Montejo- se lee sola. Les va muy bien a los dos. Porque no saben sentir, no saben amar, pero quieren desear, quieren que su cuerpo vibre. Buscan experiencias fuertes (...). Pero a la vez, y ahí radica su contradicción, quieren sentirse protegidos".
Dos seres humanos, en definitiva, con una zona oscura muy desarrollada. Aunque, sostiene Montejo, "hasta el más transparente tiene una zona oscura. Sin la más mínima duda. Claro que sí. Si no fuera así, ¡que aburrimiento!. Es algo intrínsecamente humano. La oscuridad, como la luz, son partes del ser. Y además es maravilloso que sea así".