Vitoria - Dice acordarse a la perfección de la música que escuchaba, los libros que leía, de lo que le decía a profesores y padres, de cómo vestía, por dónde se movía... mientras aquel joven Kepa Murua -en realidad, no tan lejano en el tiempo- estaba con sus amigos en los bares y él, entre el humo de los porros y las canciones de unos y otros, iba escribiendo en alguna servilleta “para sorpresa de los que me rodeaban, que sabían que tenía un ímpetu poético pero no le daban mucha importancia”. Si ahora pudiese volver a ese instante y decirse algo, el escritor lo tiene claro: “diablos, confiaste en lo que hacías cuando nadie lo hizo y eso me enorgullece”. Eso sí, “eché en falta un maestro porque me hubiera ahorrado muchas malas hostias y muchas tonterías; y, en realidad, este libro se lo entrego a quien quiera ahorrarse muchas malas hostias y muchas tonterías”.

Desde esa base nace Poemas de la servilleta (Olifante Ediciones) un libro cuyo título puede “llevar a engaño pero no es ningún poemario ni tiene un trasfondo underground”. Es, de hecho, un ensayo “que en las librerías podría estar en la balda de autoayuda o en la de comunicación o en la de creación... incluso en la de poesía”.

Tras dejar atrás su labor editorial en Bassarai, el escritor ha compatibilizado su labor creativa con la realización de conferencias y otras actividades relacionadas con la comunicación dándose cuenta “de que la gente ni habla ni escribe bien”. De ahí la necesidad de esta propuesta, de un título “donde doy a la gente cosas de mi vida, cómo llegué a ser escritor, el valor que le doy a la palabra, el peso del discurso, lo importante del silencio, lo relevante del lenguaje, de decir la verdad y escuchar al otro”. Todo ello hecho “en un tono coloquial”. “Si hubiera hecho un ensayo excesivamente literario se iba a quedar como un libro de poeta para poetas, de ensayista para lectores aventajados y quería un ensayo llegase a todo el mundo, a profesores, a adolescentes, a amas de casa, a abuelos, a políticos... porque todo el mundo está descuidando el lenguaje y lo noto”.

Así, relatando interioridades del oficio de escritor pero también refiriéndose a sus propias vivencias personales y a aquellas épocas en las que escribía cuando era joven en las servilletas de los bares -con las menciones que ello implica a la situación política del momento o al terrorismo- se construye este “ofrecimiento de un hombre con experiencia” que tiene claro que “hay que rodearse de muchas personas y culturas para aprender; se puede crecer con la palabra y la comunicación”. Eso sí, no quiere Murua parecerse a su abuelo cuando decía aquello de la gente está perdiendo la educación. “Sólo estoy dando a la gente lo que sé y haciéndolo de una manera tierna, en positivo” ya que ha llegado el momento de “buscar la concelebración, el ofrecimiento, la educación, el gusto, la ternura, la belleza”.

No hay tampoco entre las páginas ninguna pretensión de aparecer como sabio. Sólo ser un docente que muestra e intenta enseñar. Tal vez por ello, el escritor defiende que Poemas en la servilleta puede ser un buen libro para “muchos adolescentes que andan perdidos; bueno, también para muchos padres que están más perdidos todavía”, dice con una sonrisa, la misma que le acompañará mañana a la Feria del Libro de Madrid.