septuagenarios ambos, Bob Dylan y Eric Clapton tienen su nombre grabado a fuego en las páginas de la historia de la música popular del último medio siglo. Aunque su obra es longeva y, casi siempre, ejerció de pionera, ambos miran atrás, a las raíces, a los músicos con quienes crecieron, en sus nuevos discos. Dylan vuelve a reencontrarse con Frank Sinatra en Fallen angels (Columbia), otra colección de joyas a ritmo de balada mecidas por el jazz y el country, mientras que Clapton deja caer solo dos inéditos en I still do (Universal). El resto, homenajes a mitos del blues? y a propio Dylan.

Dylan sigue con el traje de crooner puesto tras el disco publicado hace apenas un año, Shadows in the night, rescatando las canciones de amor que oía en la radio a mediados del siglo XX, en la época previa al rock´n´roll, con Sinatra como protagonista principal. “Hasta ahora no he sido lo suficientemente valiente para hacerlo”, explicaba Dylan sobre Frank, “la montaña que hay que escalar”. Sigue en ello en Fallen angels, disco editado este viernes y que puede verse como una continuidad del proyecto. Dylan vuelve a producir bajo el seudónimo de Jack Frost un disco nuevamente grabado en los estudios Capitol de Los Ángeles, donde Sinatra registró muchas de sus mejores canciones. Parece querer congelar el tiempo y regodearse en el pasado, vívido en su memoria con un repertorio de baladas y estándares estadounidenses al que él dota de intimismo y una visión melancólica.

Disco 37º en la carrera de un autor que el martes cumplirá 75 años y que ha vendido más de 125 millones de discos, Fallen angels ofrece un repertorio incuestionable compuesto en su mayor parte por el dúo Harol Arlen y Johnny Mercer, y después popularizado por Sinatra, en su mayor parte, y otros vocalistas como Aretha Franklin, Dinah Washington, Diana Krall, Billie Holiday, Jimmy Dorsey? Con un timbre vocal dulcificado y acariciante, Dylan se atreve (y sale triunfante) con clásicos como Young at heart, All the way, la más rítmica All or nothing at all o Come rain or come shine. Canciones de amor (de celebración y pérdida) con gran carga melódica y que nos mecen, de manera sinuosa y melancólica, a ritmo de swing ligero y ecos country con al uso de guitarras slide.

El blues del viejo Dios Clapton, quien fuera el Dios de la guitarra en los 60, al frente de Cream y The Yardbirds, edita I still do, cuyo título parece la reivindicación de su oficio por parte de un artista de 71 años. Y la de su historia y pasado, ya que bebe en las fuentes del blues tradicional, rescata a sus músicos de cabecera (los que le hicieron empuñar una guitarra eléctrica) y a uno de sus colaboradores de antaño, el productor Glyn Johns, habitual en discos de los Stones, Zeppelin, The Who y The Eagles. “Esta ha sido la oportunidad de trabajar de nuevo con Glyn Johns, postergada desde hace mucho tiempo, y también, de forma accidental, celebrar el 40º aniversario de Slowhand”, ha dicho Clapton. Johns estaba detrás de la mesa de mezclas cuando grabó canciones inolvidables como Lay down Sally, Cocaine o Wonderful tonight. El álbum, disponible en CD, doble vinilo y una versión con USB con entrevistas al músico y productor, cuenta con una portada (retrato pintado de Clapton) firmada por el artista Sir Peter Blake, responsable de la carátula de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Clapton, que definió su grabación como “una pesadilla” repleta de nervios que le provocaron ecemas, alterna lo acústico y lo eléctrico, los temas propios y las versiones en este álbum que vuelve a reconciliarle con la cuna de su música, ya que, al igual que From the cradle, se basa en versiones de mitos del blues, de Leroy Carr a Reverend Gary Davis y Robert Johnson, además de un inédito de su amado J.J. Cale (entregado por su esposa) y I dreamed I saw St. Augustine, de Dylan. De hecho, hay algún corte, sensual y lírico, que podría estar en el álbum del de Luluth. El resto fluctúa entre el blues eléctrico y rugoso, pasajes acústicos con pianos, teclados y acordeones, algún aire reggae y de bossa, ritmos a lo J.J. Cale y ecos gospel.