Decía el escritor argentino Bioy Casares que parte de su amor a la vida se lo debía a su amor por los libros. Parece exagerado, pero quienes lo han experimentado lo saben: ese objeto antiguo (y a la vez moderno) puede ayudarte a crecer, a cambiar, a acelerar tu pensamiento crítico, a acercarte a personas desconocidas, puede activar tu imaginación... Pero, cuidado, el autor escribe la mitad del libro; de la otra mitad debe ocuparse el lector, como advertía Joseph Conrad, una de las grandes plumas de la literatura universal. Cada cual tiene sus gustos y sus preferencias, pero cuando encuentras un libro especial, se convierte en una encrucijada, en una herramienta capaz de cambiar tu manera de mirar el mundo. Lo decía Miguel de Cervantes: “La pluma es la lengua del alma”.
Y ayer se conmemoró el Día Internacional del Libro, fecha escogida para hacer apología de la lectura, un hábito que practicaron también dos célebres escritores: Cervantes y Shakespeare. De hecho, la efeméride les rinde tributo porque supuestamente fue el 23 de abril de 1616 cuando fallecieron ambos. Sin embargo, tan errónea es esa coincidencia como la mayoría de las teorías sobre los paralelismos en su vida y obra.
Muchos expertos a lo largo de la historia han comparado y encontrado similitudes entre Don Quijote y Hamlet o el Rey Lear, entre Sancho y Falstaff, en la novedosa mezcla de géneros que utilizaron los dos genios o, simplemente, en su contemporaneidad de vida y de muerte. Pero, en realidad, las semejanzas entre ambos son escasas y abundan los falsos mitos que existen sobre el supuestos paralelismo de sus vidas y sus obras.
El error más difundido es el de la fecha de su muerte. Siempre se ha sostenido que ambos murieron el 23 de abril de 1616, pero ninguno lo hizo. Cervantes falleció el 22 y fue enterrado el 23, mientras que la diferencia de fechas es aún mayor con Shakespeare, ya que en aquella época Inglaterra se regía por el calendario juliano, por lo que en realidad su muerte se produjo un 3 de mayo.
sin conocerse Además, Cervantes y Shakespeare jamás se conocieron. De hecho, el primero nunca oyó hablar del genio de Stratford-upon-Avon, mientras que el inglés puede que ni siquiera leyera de forma completa El Quijote. Por otra parte, sus vidas son totalmente opuestas. Uno es novelista y el otro dramaturgo (drama frente a comedia); no hay influencias directas del uno en el otro. “Las coincidencias son mínimas. El único dato seguro es que Shakespeare leyó la primera parte del Quijote y que hay una obra perdida de la que se conserva un resumen” en la que el inglés -junto a un colaborador- retoma el personaje de Cardenio, que aparece en un episodio de la principal obra de Cervantes. “Todo lo demás son conjeturas”, afirma el director del Departamento de Filología Española y sus didácticas de la Universidad de Huelva, Luis Gómez Canseco, autor, junto a Zenón Luis Martínez, de Entre Cervantes y Shakespeare: sendas del Renacimiento.
Más escéptico aún se muestra el profesor Michael Bell, del departamento de Literatura inglesa y comparada de la Universidad de Warwick (centro de Inglaterra), que asegura que “sería muy complicado” probar que el genio inglés leyera la obra del español.
Pero la realidad no ha desalentado la imaginación de otros escritores que en los tiempos actuales han tratado de buscar o inventar relaciones, encuentros o influencias entre los dos genios. Carlos Fuentes, por ejemplo, recogió en un libro de ensayos publicado en 1988 una teoría bastante extendida que afirma que “quizás ambos fueran la misma persona”. El británico Anthony Burgess da en su cuento Encuentro de Valladolid su visión de una hipotética reunión entre los dos escritores. O Stoppard, dramaturgo británico que recreó la conversación que podrían haber sostenido Shakespeare y Cervantes si el español hubiera formado parte de la delegación que acudió a Sommerset House de mayo a agosto de 1604, para negociar la paz entre los dos países. Y la película española Miguel y William, que fantasea, en tono de comedia, con un encuentro de Cervantes y Shakespeare, en la España de finales del XVI.
Estas fantasías tienen una base, para algunos excesiva, y es el hecho de que en la biografía de Shakespeare existe un periodo, en la década de 1590, del que no se sabe nada. Frente a estos datos que forman parte de la fantasía, el profesor Bell considera que lo importante es la coincidencia en los estilos y contenidos de las obras de ambos escritores. “Ambos produjeron figuras que en cierta manera sentaron las bases fundacionales de los iconos”, como es el caso de Hamlet o Don Quijote, y además lo hicieron “con apenas unos años de diferencia”.
Y los dos utilizaron una estructura de tramas y subtramas, en las que siempre incluían partes de comedia. Pero esas similitudes de estilo se debieron al simple motivo de que los dos escritores coincidieron en una época y tuvieron “influencias culturales parecidas”, además de las mismas “lecturas”, lo que les llevó a ofrecer “soluciones literarias paralelas”, según Gómez Canseco. A su juicio, eso es lo importante y no el hecho de que Shakespeare pudiera haber leído El Quijote, lo que “no es especialmente significativo”. Tampoco es significativo que el Día del Libro se fijara sobre una premisa errónea porque, aunque el 23 de abril de 1616 no murieron ni Cervantes ni Shakespeare, sí lo hizo Garcilaso de la Vega y también en esa fecha nacieron Nabokov, Josep Pla o Manuel Mejía Vallejo. Razones suficientes para que ayer se celebrara un día en honor a libros y escritores.