Vitoria - Un asesino que se supone que ha actuado 20 años después aunque sigue en la cárcel. Un inspector de la División de Investigación Criminal que relata la historia a pesar del pequeño inconveniente de estar muerto. Unos cadáveres que aparecen en pareja mirándose a los ojos y con tres eguzkilores. Mejor no dar más pistas. Ahora es el momento del lector.
¿Qué le ha hecho Gasteiz para convertirla en el escenario de este asesino en serie?
-Es más un homenaje que una venganza (risas). Estaba ya un poco saturada de la novela histórica y en las tres novelas anteriores (La saga de los longevos, Los hijos de Adán y Pasaje a Tahití) me había encontrado con procesos de documentación muy pesados y lentos antes de ponerme a escribir. Me apetecía la novela negra porque últimamente todo lo que leo es del mismo género y como escritor, eres lo que lees. Y no quería perder la ocasión de ambientar esta historia en Vitoria.
Con la profusión de títulos que hay en los últimos años sobre el mismo género en literatura, televisión y cine, ¿cómo sorprender?
-Ahí está el reto. Lo bueno de la novela negra es que la premisa es siempre la misma: quién lo hizo. La dificultad está en hacer tu historia diferente a todo lo anterior, crear algo nuevo con las pocas variaciones que te da el género. Pero para mí ése ha sido el aliciente para proponer al lector una historia en la que no sepa hasta el final quién es el asesino o asesina sin pensar que en la resolución de la trama le he hecho trampa. Tienes que dejar intelectualmente satisfecha a la gente y eso me atraía mucho en este caso.
¿Los escenarios de Gasteiz y Álava que utiliza son una anécdota o tienen su peso?
-Lo tienen y mucho. En la novela negra, de la mano de los autores escandinavos, ha cobrado mucha importancia dónde ubicas los crímenes. En este sentido, Vitoria me parecía muy novelable porque tiene mucha carga histórica. ¿Puede que a alguien de fuera los lugares que utilizo no le digan nada? Vamos a ver qué pasa porque la novela se publicó el martes, pero la gente que la ha leído anteriormente, personas del mercado editorial de Madrid y Barcelona, me han comentado que el libro les ha servido como reclamo para visitar la ciudad.
Historias entrelazadas, asesinatos especiales ya desde su escenografía, sagas familiares, sucesos en diferentes épocas, elementos esotéricos... ¿Cómo hacer para ni caer en el exceso ni quedarse corto?
-Es difícil seleccionar y parar. ¿Sigo o no con la historia del Sacamantecas? ¿Doy unas pinceladas a Ochate pero lo dejo en su sitio sin caer en la historia del pueblo maldito? ¿Puedo hablar de San Vicentejo y el dinero templario sin ponerme en plan Dan Brown? Pero es que hay cosas de aquí, de Vitoria y Álava, que son muy jugosas para una novela y que no son conocidas por el público a nivel estatal. Hay que sacar pecho de lo que tenemos aquí.
¿El inspector Unai Ayala le dará para más historias?
-Está claro que está sujeto a lo que los lectores pidan, pero sí me gustaría. Hay personajes en esta novela a los que he cogido mucho cariño. Me apetece hacer más casos y tengo en la cabeza un par de historias más siempre y cuando sean autoconclusivas, es decir, cada novela, un caso. Al estilo de Donna Leon, que pone al comisario Brunetti en Venecia pero cada caso es diferente. Me gustaría hacer algo por el estilo, que siempre esté Vitoria, que haya un trasfondo histórico, y que esté una serie de personajes que se encuentran alrededor de Ayala. Ahí la clave está en el lector. Cuando la gente se acuerda de los nombres y los hace cercanos, esto te da mucho recorrido.
¿Cómo anda de conocimientos policiacos y forenses?
-Pues en eso tuve que formarme antes de escribir. Me acerqué a una academia que prepara a policías y a inspectores reales. Les comenté mi situación y me dejaron hacer dos cursos, el de Inspección Técnica Ocular y el de Experto en Perfilación Criminal. El primero fue durísimo porque eran asesinatos reales y cuando ves fotos de quemados, de falsos ahorcados, de violencia de género y lees informes... fue complicado. Además tenía que aprobar cada examen que me ponían para que me dieran el temario siguiente y fueron un par de meses muy intensos. Pero ahora me alegro de haberlo hecho porque el lector tiene que saber que cuando le estás contando algo, vas sobre seguro.
Cada lector es un mundo, pero cuando termine el libro le gustaría que...
-Que me pregunten por los personajes y lo hagan por su nombre, como si viviesen. Eso querrá decir que lo he hecho bien.
Por cierto, escribe y enseña a escribir. ¿Qué es más difícil?
-El tema es tener muy clara la teoría y dársela a los alumnos en paquetitos didácticos. Me he formado mucho como escritora y sé la diferencia entre profesores buenos y malos. Los malos son esos escritores que te obligan a escribir en el mismo estilo literario que practican ellos. Intento no hacer eso con mis alumnos. Además, no me guardo nada, creo que cuando estás formando hay que ser generosa.
¿Ha sido muy amarillista la entrevista o...?
-Qué va (risas).
Lo digo porque como describe así a ‘El Diario Alavés’ que sale en su libro...
-Es que ¿cómo pones los títulos de dos periódicos que sean muy vitorianos y muy alaveses sin que la gente identifique a uno y a otro? Y eso me ha pasado con todo, con personas reales, con tiendas, con... La gente está encontrando más de lo que yo he escrito (risas).