santander - Solo un bien Patrimonio de la Humanidad, cita obligada en manuales y reproducido hasta el hartazgo como icono turístico y cultural, puede atraer, como Altamira, a reyes, artistas, eruditos, celebridades y gente común, y dar pie a miles de páginas de comentarios de paisanos a los que esta joya no deja indiferentes.
Los bisontes más famosos del mundo maravillaron a Alfonso XIII y sus descendientes, como el rey Juan Carlos I, al duque de Alba, García Lorca, Franco o al conde Almasy, el explorador del desierto al que El paciente inglés rescató para el celuloide.
Muchos dejaron su rúbrica en un primer libro histórico de Altamira que comienza en 1928 con la firma de María Sanz de Sautuola, la niña que descubrió las pinturas de la cueva, para perdurar hasta el franquismo.
Pero en 2001, con la inauguración del nuevo Museo Nacional Altamira, se empieza otro libro VIP que encabezan los reyes Juan Carlos I y Sofía. Ya en 2003 se abre un volumen para el público común, que Xurxo Ayán Vila, arqueólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y profesor de la Universidad del País Vasco, recoge en su obra Altamira vista por los españoles.
En este proyecto, Ayán revisó 15.000 páginas del libro de visitas del Museo Altamira en las que, según explica, figuran comentarios de muchos visitantes entre 2003 y 2014. El propio autor lanza un aviso al comienzo de su libro, y advierte de que no es un estudio científico “con pretensiones de objetividad”, sino un ensayo personal basado en las opiniones de quienes han pasado por Altamira.
Una de las conclusiones del autor es que éste es un espacio “querido por generaciones y generaciones de españoles”. Y, según añade, si algo destilan muchos de los comentarios es una gran inventiva, socarronería y una desbordante imaginación.
Las páginas del libro de visitas han servido para reivindicar: hay críticas a la mercantilización del patrimonio y muchos textos para expresar la preferencia por lo original frente a la réplica. “Espero que pronto pueda volver a ver las cuevas originales. Ésta está bien para aprender, pero para sentirlas...”, decía un visitante del museo hace dos años.
Pero también hay quienes comprenden e incluso aplauden las restricciones de acceso y la iniciativa de la neocueva. “Yo estuve hace años en la original con mucha gente y humo. Fue una gran idea hacer la neocueva y preservar este legado prehistórico”, decían en 2009. - Efe