En 1886 y 1888 hubo dos intentos que no fructificaron. La idea era crear una formación municipal para no tener que estar contratando a las bandas militares existentes en la época cada vez que había unos bailables o cualquier otro tipo de acto, por así decirlo, civil. Bajo la responsabilidad de Alejandro Jiménez Elorriaga, en 1894 el proyecto se materializó con 48 componentes, aunque sólo duró once años para luego desaparecer sin que se sepan muy bien las razones. En 1916, José Escoriaza Leceta retomó la batuta (junto a 38 intérpretes aunque el grupo llegó a tener 70 piezas) y entonces sí, la Banda Municipal de Música de Vitoria se convirtió en una realidad que no ha silenciado su camino desde hace cien años. “Si nos vieran ahora dirían: sois pocos, pero qué bien sonáis”, afirma Hilario Extremiana, director de la agrupación. “Nosotros les daríamos las gracias porque por su trabajo estamos hoy aquí”, apunta Iker Olazabal, director adjunto.

Son decenas los nombres que a lo largo de este siglo han sido protagonistas de la trayectoria de la agrupación, números a multiplicar sin límite si de público se habla, pues al fin y al cabo, el trabajo de los músicos -actuales y pasados- es para los espectadores. Es verdad, eso sí, que la documentación sobre la vida de la Banda en estos cien años no es tan abundante como sería deseable. “No somos conscientes de todo lo que se ha hecho, ni siquiera nosotros mismos”, apunta Olazabal, aunque tiene claro que “cada director ha cuidado de la Banda a su manera para que la formación haya sido útil a la ciudadanía y para ir evolucionando, que es una cuestión determinante”, puesto que la única forma de asegurar el futuro es saber prepararse para él.

Fue a finales del XIX cuando los primeros sistemas de grabación y reproducción de la música vieron la luz, aunque su comercialización tardó lo suyo en mejorarse y popularizarse. Por eso, las bandas suponían una de las pocas opciones para que la ciudadanía pudiera disfrutar de los sonidos. “Hoy competimos con todas las producciones musicales de todos los estilos y por eso también nos tenemos que renovar y adaptar, buscando además la colaboración con otros artistas; y así ahora tendemos hacia la innovación y la creación de nuevos espectáculos, sin perder de vista que, asimismo, somos garantes de ciertas tradiciones y actos protocolarios”.

La programación estable en el Principal tanto con el público adulto como con el familiar, los conciertos pedagógicos -incluyendo su anual encuentro con los estudiantes del Conservatorio Jesús Guridi- y las citas en residencias, las actuaciones estivales en la plaza del Arka... la agenda no se detiene. Por ejemplo en 2015, la agrupación, que en la actualidad está compuesta por 31 personas, realizó 100 actividades. Eso sí, el hecho de poder contar con invitados y colaboradores se ha reducido al extremo en los últimos años por los límites presupuestarios. Es más, tanto Extremiana como Olazabal reconocen que la formación no puede hoy afrontar una parte importante del repertorio por falta de efectivos. “Nos gustaría poder llegar a 45 músicos, que configurarían una banda pequeña pero suficiente”. Además, como señala el director adjunto, “hay cuestiones de producción y gestión a las que no llegamos y que son necesarias, sobre todo si queremos aspirar a más. Nosotros nos tendríamos que preocupar de manera principal del aspecto musical, pero...”.

Tal vez por eso, cuando se les pide un deseo a cada uno por el centenario, Extremiana pide “que podamos trabajar como verdaderos directores musicales” y Olazabal que “se apueste por la segunda fase de profesionalización para crear una banda con los músicos y la estructura necesarios y así poder funcionar realmente de una manera profesional porque nos hemos quedado un poco a medias”. Habrá que ver si sus palabras tienen eco ya que “ahora mismo, por la crisis, estamos en modo de supervivencia; lo que aportamos culturalmente es importante y nos da la impresión de que los políticos lo ven, sólo falta el siguiente paso”.

Dentro y fuera de Musiketxea El respaldo del público parece que lo tienen. O así por lo menos lo sienten Extremiana y Olazabal. “Como cada concierto es tan diferente, el perfil de los espectadores también lo es. Abarcamos sectores sociales muy amplios y en general la gente es muy, muy agradecida”, apunta el director, quien además hace un llamamiento a la Diputación para que se implique, dentro de sus recursos, en la posibilidad de ofrecer entre tres y cinco conciertos al año por Álava.

Ni siquiera que en los últimos años se haya empezado a cobrar dos euros por las actuaciones en el Principal parece haber supuesto un problema, aunque parece que el Ayuntamiento está pensando en subir ese precio, algo con lo que la Banda no está muy de acuerdo. “Para tener cercanía hay que interpretar obras que se están componiendo ahora, que es una labor que estamos queriendo aportar, además de ofrecer espectáculos muy entendibles; es algo que está funcionando muy bien”, señala Olazabal.

Para obtener esos resultados hace falta, además de medios, organización y planificación. La Banda funciona con proyectos anuales en los que se establecen qué se debe hacer cada temporada, cuántos ensayos se necesitan para cada uno de los conciertos, cómo se reparte la dirección... “La Banda es como una familia, para lo bueno y para lo malo. El cabeza, sea Iker o yo, tiene que hablar y comentar, siempre con educación, y tiene que apretar las tuercas, que es algo que desgasta mucho. Pero los músicos saben quién está arriba, que no siempre es fácil. El respeto tiene que ser básico, eso y que todos conozcamos los criterios que se utilizan”, describe Extremiana, que llegó por primera vez a la agrupación en 1980 como clarinetista, aunque se marchó diez años después para regresar en 1999 en la función de director. “Era una época muy delicada en la que la formación se estaba deshaciendo; me pareció un reto”. La situación se fue calmando y estabilizando, justo también cuando Olazabal ingresó como trombonista, algo que sucedió en 1998. Una década después llegó a ocupar el puesto de director adjunto.

Junto a ellos, una treintena de intérpretes “que piensan que nunca estamos contentos, que siempre les pedimos más”, se sonríen ambos, que se van relevando en la batuta a lo largo del año “porque es algo sano y fresco tanto para ellos como para nosotros”.

De momento, el aniversario le pilla a la Banda trabajando. Este mismo martes, por ejemplo, toca un nuevo concierto en el Principal. “No hemos planeado ninguna cena ni nada por el estilo por el centenario, pero algo habrá que hacer, que no sé si veremos cumplir otros cien años”, ríe Extremiana. “La Banda sí los verá, pero nosotros...”, le acompaña Olazabal. Y que sean muchos más.