Vitoria - Una de las herencias dejadas en la pasada legislatura fue la eliminación de la sala de exposiciones de la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa, un punto de encuentro vivo y constante que la Diputación en manos del Partido Popular decidió eliminar sin presentar ninguna alternativa. Ahora, cuando la institución ha cambiado de manos tras las últimas elecciones, parece que, de alguna manera, se quiere dar la vuelta a esa situación proponiendo, a iniciativa de Alfredo Fermín Cemillán, la intervención artística en espacios patrimoniales de titularidad foral, un proyecto que, por el momento, tiene su experiencia piloto en Pasajes pasajero, una creación del propio Mintxo.
Hasta, por lo menos, primavera, la pieza se encontrará en uno de los lugares de tránsito de la biblioteca, un lugar de idas y venidas en el que el artista propone al público un ejercicio para la creatividad, una obra efímera hecha con tiza. “Lo que he propuesto es construir una metáfora visual de lo que, de alguna manera, la gente viene a hacer aquí, que es construir su futuro, construir sus sueños. Es un lugar de tránsito de personas que vienen a concentrarse para una mejora personal”, describió ayer el autor durante la presentación de la intervención, acto en el que estuvo acompañado por la diputada de Cultura, Igone Martínez de Luna.
Sobre unos paneles negros que por lo general suelen servir para colgar anuncios y otros menesteres similares, Mintxo ha generado “una serie de ventanales que ventilan un poco la cabeza porque provocan a la imaginación. Es una especie de ventana a la ensoñación de cada uno”, una invitación a dejarse llevar entendiendo que cada uno de los usuarios de la Casa de Cultura tiene, como no podía ser de otra manera, la libertad absoluta para “atender y entender”. Además, el autor no quiere establecer condiciones previas. Todo lo contrario. “Al ser perspectivas anamórficas, hay que encontrar el punto de vista. Según te pongas en un sitio o en otro, lo que observas es distinto. Pero no he querido marcar el punto de vista ideal para que cada uno busque lo suyo, para respetar los otros puntos de vista”, una filosofía a aplicar en este caso y no solo.
Con una austeridad de medios llevada casi al límite, sacar el máximo partido al espacio y los recursos ha sido imprescindible, un necesario desarrollo de la imaginación en el que el artista también se siente cómodo. Es consciente, eso sí, de que el hecho de usar tiza, más allá de lo efímero de la pieza, puede causar algún problema en un espacio con tanta gente cada día, aunque el retoque no le asusta. “Es algo experimental, un reto muy bonito” en el que llevó más tiempo pensar, bocetar y planificar que llevar a cabo la obra. Este último proceso llevó unos cinco días, jornadas en las que “me lo he pasado muy bien; cuando la gente me ha visto trabajar se ha generado una cierta intriga y más de uno me ha comentado que la luz y los volúmenes le recordaban a Oteiza, una conexión que me lleva a sentirme todavía mejor”. Ahora, eso sí, Pasajes pasajero es ya de los otros, de aquellos que quieran atender y entender.