Vitoria - Pintura, fotografía... no es Koko Rico un artista de una única faz, aunque para muchos su nombre y su huella se asocie de manera automática con la escultura, sobre todo pública. Ahora, sin embargo, el gasteiztarra se presenta en Zuloa con 50, una exposición en la que el dibujo reclama el protagonismo absoluto a través de medio centenar de piezas que se podrán ver durante los próximos tres meses en la librería de la calle Correría tras la inauguración que se desarrollará esta tarde.
“Quiero mover emociones, que haya una transmisión a través de algo tan aparentemente sencillo como agua, tinta y papel” apunta el autor sobre un proyecto que ha supuesto también cambiar un tanto la fisonomía habitual del local del Casco Viejo para esconder su característica piedra y crear un gran soporte blanco sobre el que se despliega la muestra. Recurriendo a lo onírico, a lo imposible, a los sueños, a las imágenes nacidas del inconsciente... el artista plantea cuestiones como las relaciones, los miedos o los anhelos, aunque prefiere no entrar en demasiados detalles, en excesivas concreciones que puedan, en un momento dado, condicionar las miradas de quienes se acerquen hasta Zuloa puesto que, ante todo, desea que la lectura sea lo más abierta posible, incluso en su propio caso (los dibujos están a la venta por un precio único “y asequible porque también hay que saber en qué tiempos estamos; además, el valor no está en los euros”).
Con este trabajo, Rico regresa “a lo más básico”, a aquello que comenzó haciendo hace tres décadas cuando su camino en la creación artística ya estaba abierto. “La vida es cíclica, así que empecé dibujando y ahora estoy en ello de nuevo 30 años después”, una manera también de liberarse del encorsetamiento que estaba suponiendo la labor escultórica. “Se podría decir que estas 50 obras son esculturas en dos dimensiones”, afirma, al tiempo que remarca que “no quiero hacer un alegato contra la escultura, no voy a dejarla” pero eso no quiere decir que no pueda tomar otras sendas.
De hecho, Rico reconoce el sueño de poder viajar dedicándose a su trabajo pero sólo acompañado de los materiales suficientes para dibujar. “Ha llegado un punto en el que me he sentido rígido con la escultura”, un instante en el que parece que sólo se debe y puede hacer una cosa y de una determinada manera. Por eso el dibujo aparece aquí con otra función, como liberador del propio creador, sin que ello se traduzca en “creerme que estoy de vuelta de todo porque no es así”.
Ahora bien, a partir de ahí, desde el momento en que hoy a las 20.00 horas se abra la exposición, él, sus reflexiones, sus satisfacciones al dar este paso de vuelta al dibujo, quedarán en un segundo plano a los ojos del público. Es más, es lo que busca, invitar a los espectadores a dejarse llevar, a compartir, a establecer un diálogo con formas y situaciones inverosímiles en apariencia pero llenas de significado. “Nuestra mente es como un ovillo”, sólo hay que dejar que alguien o algo tire de él para seguir descubriendo.