el televisor es electrodoméstico blanco de compañía empotrado en nuestras vidas como chapapote mediático que acompaña día y noche, estación tras estación, y de manera extraordinaria en tiempos navideños como los que se acercan y que convierten a la tele en escenario donde realmente ocurre feliz tiempo navideño y fin de año.
La tele se convierte en catalizador de fiestas navideñas y su extraordinaria parafernalia de consumo y compra desatada con la que colabora, desde el anuncio del sorteo extraordinario de Navidad hasta el último y rezagado spot del día de Reyes en el inicio de un nuevo año. Todos los canales de televisión exprimen a sus departamentos de promoción y marketing a la búsqueda de un reclamo navideño de marca que sobresalga en la jungla de impactos comerciales y publicitarios con el objetivo de hacerse visible y reconocible, y si es posible recordado finalizada la temporada de emisión.
Además de estos aspectos formales, las teles cuidan con especial mimo los programas que se emitirán en dos noches mágicas, Nochebuena y Noche vieja con el remate espléndido del programa de fin de año. La retransmisión de las campanadas que marcan el inicio del nuevo año se ha convertido en una pelea de gallos para atraer al máximo de audiencia, que muestra cifras millonarias de televidentes pendientes del televisor, y que aún se lleva de calle La 1 de TVE con sus clásicos presentadores de referencia, Ramón García y Ane Igartiburu, espléndidos en buen hacer, decir y sentir en especiales momentos de cantar cuartos y segundos en el reloj de la madrileña Puerta del Sol. Los contenidos de esas señaladas noches están mayoritariamente grabados con antelación y desarrollan esquemas y contenidos repetitivos y poco novedosos, llenos de glamour de lentejuelas, de humoristas en catarata y confetis a tutiplén. Clásicos de Navidad.