- Uno ha vivido en una buena casa, con una familia adinerada que cuando han venido mal dadas, le ha dado la patada. El otro ha sido guardián de una fábrica de chorizos que ha sido sustituido, para ahorrar, por una alarma automática. Ambos se han quedado en la calle por los efectos de la crisis, acabando con sus huesos en un circo que está a punto de ser embargado, con el sentimiento de que su situación es culpa suya y no de aquellos pocos que, a pesar del contexto general de pobreza, siguen atesorando fortunas.
No, no es una crónica en pocas palabras de los últimos ocho años de crisis económica, ni una descripción de la situación actual que se sigue viviendo por mucho que las urgencias electorales quieran vender otro mensaje. Es el punto de partida de El circo dorado, espectáculo que mañana estrenan en el marco de la cuadragésima edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz, Paraíso y Ateliers de la Colline en lo que supone la segunda co-producción que alaveses y belgas realizan tras Vuela si puedes. La cita, dentro del ciclo familiar, será a partir de las 18.00 horas en un Principal todavía con entradas.
“No queremos hacer una tesis ni nada por el estilo; es una fábula llena de ternura, humor, poesía para mirar a la realidad a través de otros ojos”, explica Pilar López, coordinadora del grupo Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud, al tiempo que sostiene que “si de verdad hemos hecho bien el espectáculo, servirá para todos los públicos”, más allá de que la pieza esté recomendada a partir de 7 años.
De hecho, el montaje es parte de un proyecto más amplio que las dos compañías van a desarrollar entre 2016 y 2018 en Bélgica, Francia y el Estado, una apuesta por llegar al público a través de exposiciones, charlas y el propio teatro con el objetivo de hablar con las nuevas generaciones de las consecuencias sociales y culturales de la crisis, aún sabiendo que los ajustes y recortes no son en todos los países iguales aunque afecten también a ámbitos como la sanidad, la educación o el hecho cultural. “En Bélgica hemos estado un año sin gobierno, es decir, sin que nadie tomase decisiones y eso ha sido hasta bueno”, explica el actor François Sauveur, que da vida al gato “inteligente y rebelde” que es dueño del circo en el que terminan los dos perros abandonados a los que encarnan Ramón Monje y Tomás Fernández Alonso, quien apunta que entre alaveses y belgas “puede que no hablemos el mismo idioma, pero sí el mismo lenguaje teatral”.
Como en toda fábula, como en la vida real, aquí también están los malos, los ogros, los que no sólo acaparan y se enriquecen, sino que además consiguen hacer creer al resto que la mala situación no es culpa suya. Como en toda fábula, pero no como en la vida real, El circo dorado tiene un final positivo, feliz. “Tal vez algún día también pase lo mismo en nuestros países”, sonríe Mathias Simons, director del espectáculo. “Lo único que quieren los perros es poder contar su situación y poder cambiar la situación”, apunta, un empeño del que los espectadores serán cómplices.
Desde el año pasado, la producción viene tomando forma. Ahora llega el momento de salir a escena. El estreno está servido.