No es la primera vez que Claudio Tolcachir y las tablas de la capital alavesa cruzan sus caminos. Tampoco de la mano de su compañía bonaerense Timbre 4, con la que ayer estuvo actuando en el Principal para presentar el montaje Dínamo, cita tras la cual se produjo un encuentro con parte de los asistentes en el ambigú del escenario de la calle San Prudencio. Pero esta vez, la cuadragésima edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz le ha lanzado una invitación al actor, director y dramaturgo argentino que él no ha querido rechazar y eso que su agenda tiene pocos huecos libres.

Junto a 17 intérpretes, la mayoría procedentes del País Vasco pero no sólo, Tolcachir está encerrado en el Félix Petite (situado en el centro cívico Ibaiondo) desde ayer para realizar hasta hoy un taller sobre interpretación, un curso intensivo con, aunque tal vez él no lo quiera admitir, uno de los nombres más solicitados en la escena actual a un lado y otro del Atlántico. De hecho, a Vitoria llega, Pamplona mediante, de haber estado en Londres durante casi una semana impartiendo también sus conocimientos sobre el arte de la escena. Igual que hace de manera habitual en Madrid o en Brasil, Francia... y, cómo no, Argentina. “Tengo el privilegio de que hago lo que me gusta y todas las actividades, ya sea dirigir, actuar o ensayar, son un placer total para mí, así que no puedo estar más que agradecido”, dice, aunque reconoce, entre risas, que todavía puede estirar un poco más el tiempo puesto que “siempre hay algo más que hacer”.

No es la primera vez que el certamen organiza un taller o un encuentro con un creador determinado. Lo hizo, sobre todo, durante su primera década de andadura, y es algo que ha recuperado, incluso a pesar de la crisis, en las últimas ediciones. “Cuando me lo propusieron desde Vitoria me encantó la idea. Es un privilegio viajar y más hacerlo con mi compañía con la que estoy haciendo una obra que amo, que me interesa y donde hay mucha coincidencia entre lo que trabajo en los talleres -el tipo de actuación, de trabajo que yo propongo- y Dínamo”, apunta Tolcachir, que intenta en estos cursos transmitir que “la fuerza del actor va más allá de la palabra, del texto en sí; trata de la energía, de la fuerza del pensamiento. Es crear historias de soledades, de gente que tiene un pasado, un universo propio y que no lo cuenta a través de lo que dice sino, simplemente, a través de lo que es”.

De hecho, el director, actor y dramaturgo reitera en varias ocasiones que es “un privilegio” poder ofrecer esta formación, incluso cuando, como en el caso de Gasteiz, el tiempo es limitado. “Lo que he hecho es acomodar lo que sueño, lo que quiero dar en las clases a este tiempo, pero no es ningún problema. Es una primera experiencia en Vitoria que esperemos que sea positiva y que sea el puente para poder volver y dar más talleres”.

Exigencia Entiende que estos cursos, en realidad, “son una excusa perfecta para encontrarte con gente, compartir experiencias, ver si algo de lo que uno piensa o descubrió en este tiempo les es útil. Es como un salto al vacío pero que por suerte hasta ahora siempre ha funcionado”. De hecho, describe que “los talleres me producen mucha sensación de responsabilidad. Me angustian un poco en el sentido de que siento la responsabilidad de que en estos días tengo que lograr conectar y comunicarme con la persona. Me da mucha responsabilidad el poder ser útil, comunicarme con ellos, pero siempre me termina pasando que yo mismo descubro muchas cosas en cada curso”.

Cada experiencia “me permite probar gente nueva, ejercicios nuevos, conocer actores que son maravillosos, que tienen una preparación muy grande, que tienen esa confianza, esa entrega de venir a hacer un taller y comprometer su tiempo para estar conmigo”, lo cual le emociona. En cada lugar, quien está frente a él es distinto y es lo que busca. “Partiendo de la base de que todas las personas son distintas y que nuestro trabajo es con personas, el mayor valor que puede tener un profesor es saber mirar a la gente, saber darse cuenta de quiénes son, qué necesitan, cómo les puedes ayudar”.

Aún así, aunque cada paso es distinto al anterior o al próximo, Tolcachir encuentra en Argentina y el Estado vasos comunicantes. “Todo lo que he hecho siempre en España me ha resultado muy fácil porque creo que estamos en búsquedas muy parecidas. Por lo general me he encontrado con actores con muchísima formación e investigación encima. Son muy serios, profesionales, responsables y nunca me he sentido que les estaba hablando en chino, que les llegaba como si fuera extraterrestre. Por eso mismo son encuentros muy útiles porque es muy fácil conectar así con el trabajo de cada uno. Es de las experiencias más felices que he tenido hasta el momento fuera de mi país”.

De un lado a otro, sea en una u otra faceta de su trabajo, Tolcachir reconoce que su vida hoy es “un poco locura”. “Por momentos sí me pasa a mitad de la noche que no sé bien dónde estoy. Pero por suerte mi trabajo siempre es grupal, así que cuando estoy con una obra, como sucede ahora con Dínamo, está conmigo todo el equipo, son ellos los que llevan adelante el trabajo, los que me acompañan día a día. Cuando vas cambiando de lugar, de disciplina o de obra, es esa conexión con los otros la que te ayuda a organizarte”.

Esa pasión por la escena la tiene desde joven. Dice que nunca fue un estudiante disciplinado, sólo que el teatro siempre ha sido su pasión. “El ser estudiante es el estado ideal. Cuando estoy estudiando, encuentro más dedicación, energía, alegría. El estado de estar incorporando información, de tener un docente que admiras, que te regala cosas es el ideal. Es imprescindible encontrarte en esa posición de aprendizaje, de escucha, de esponja porque es lo que te alimenta. Siempre me ha dado tanta alegría estar haciendo teatro, que nunca me he querido perder nada”.

Eso sí, Tolcachir no ve la necesidad de hacer talleres con el público, aunque reivindica los espacios de encuentro con él más allá del hecho de la representación de un montaje. “Lo que no tiene que ser es que alguien nos diga qué es lo que tenemos que pensar o cómo tenemos que analizar una obra. En Buenos Aires hay muchos espacios que se llaman escuelas de espectadores que en realidad son lugares donde la gente se encuentra, debate, va junta a ver obras, discute sobre lo que vieron... como el teatro es un hecho colectivo, grupal entre quienes lo hacen, también es interesante que sea algo grupal entre quienes lo ven”, una fórmula que ve interesante y, por supuesto, exportable.