Donostia- El japonés Mamoru Hosoda hizo ayer historia en Donostia al presentar Bakemono no ko / The Boy and The Beast, la primera película de animación que pugna por la Concha de Oro en 63 años de certamen. Antes de la proyección, el cineasta japonés consideró “un honor” que su anime haya sido incluido en la Sección Oficial de un festival con “mucha historia”. A su juicio, el Zinemaldia es “tradicional” y “al mismo tiempo innovador”, pues no ha tenido reparos en seleccionar su filme. “Hoy no tiene sentido categorizar porque en realidad, no hay mucha diferencia entre una película de animación y una de imagen real”, declaró.

The Boy and The Beast narra la historia de un niño que ha perdido a su madre en un accidente y cuyo padre no consigue su custodia. Desamparado, accede por azar a un mundo mágico poblado por bestias que tienen que elegir a su nuevo Señor entre dos candidatos. Uno de los dos, Kumatetsu, es un guerrero fuerte, rudo y egoísta, pero acoge al chico para convertirlo en su aprendiz. Pronto descubrirá que el niño, Kyuta, también tiene mucho que enseñarle...

Como en sus anteriores trabajos, Summer wars (2009) y Wolf Children (2012), el director vuelve a utilizar la historia para hablar de la familia y de personas que quieren encontrar su espacio. “Mis personajes buscan su identidad, su lugar en el mundo? Es algo que les ocurre a todos los adolescentes del planeta, y creo que en ese camino la familia puede ayudar mucho, pero no solo la real, sino también otro tipo de familias”, indicó en alusión a la bestia de la película, que como bien identificó un avezado acreditado en la rueda de prensa, está dibujada con los rasgos del célebre actor Toshiro Mifune. “Si os dais cuenta, la espalda de la bestia es casi la misma que tiene Mifune en Los siete samuráis”, dijo en alusión a la obra maestra de Akira Kurosawa.

Y desveló que hay “un motivo muy familiar y personal” en la génesis de The Boy and The Beast. Si su anterior filme lo hizo para sentirse mejor ante la imposibilidad de tener hijos, este último surgió cuando hace tres años por fin logró tener un niño y comenzó a imaginar cómo crecería: “Pensé muchas cosas, entre otras que yo seré su padre de verdad, pero que también tendrá muchos padres imaginarios que le ayudarán a crecer”.

Sobre las referencias a Moby Dick que contiene la historia, recordó que la novela de Melville fue uno de los dos libros que de joven le “ayudaron y motivaron a estudiar”, como le sucede al protagonista de la cinta. Además, la caza de la ballena blanca le servía para trazar un paralelismo entre el niño Kyuta y el capitán Ahab, que perseguía al cetáceo no solo para vengarse sino para “buscar su identidad”.

La animación de la película es básicamente tradicional y la mayor parte de los dibujos están hechos a mano, aunque según reconoció Hosoda, en escenas urbanas o en el coliseo donde tiene lugar el combate entre las dos bestias, emplearon técnicas digitales para recrear las muchedumbres.

En los tres años que ha durado la producción, Hosoda ha procurado cuidar hasta el último detalle. Al contar con un importante presupuesto, uso nuevas técnicas de sonido y puso especial cuidado en “que el público sintiera la vibración de la voz de las bestias”. También ha sido muy escrupuloso en la recreación del barrio de Shibuya en Tokio, cuyos edificios conservan el mismo aspecto e incluso los mismos letreros.

Preguntado por cuál es su mayor reto, respondió que para él todos sus trabajos “son un desafío”. “Lo importante es tener bien clara la idea, el tema que quieres abordar en la película, y en esta quiso expresar “el crecimiento de un niño y la actitud de un adulto que está aprendiendo de él”.