bilbao - Eduard Fernández es Santi, un exetarra arrepentido que ha cumplido 27 años de cárcel; Elena Anaya es Marina, una mujer que presenció cómo él mataba a su padre cuando apenas contaba con 8 años. Un encuentro, una relación y una historia dura, con muchas aristas, que han surgido de un guión escrito por Imanol Uribe y Daniel Cebrián. Uribe no quiere destripar el argumento del filme que acaba de dirigir, prefiere que el espectador lo descubra por sí solo.
Nació en El Salvador hace 65 años. Siempre se habla de él como director guipuzcoano y es cierto que se siente muy unido a Donostia, pero aclara su ubicación: “A mi madre le llevan los demonios cuando lee por ahí lo de guipuzcoano; mi madre es de Bilbao y mi padre era de Gernika”, dice riendo y aclarando de una vez su origen vizcaíno.
‘Lejos del mar’. ¿Qué quiere contar en esta película?
-Es un argumento que me rondaba la cabeza desde hace mucho tiempo. Justo después de acabar Días contados tenía el tema y llegué a localizar una posible película en la Costa Brava, en Cadaqués...
Eso fue hace veinte años, más o menos.
-Sí, fue en el 95 o 96. Incluso había... no un guión, pero sí un tratamiento que se llamaba La casa del padre. Lo dejé porque me pareció que en aquellos momentos no era posible. Pero la idea motriz era más o menos la misma que Lejos del mar.
Sé que no le gusta contar mucho sobre sus películas, pero ¿cuál era esa idea motriz?
-Ver las consecuencias, el nivel íntimo y personal que tienen con el paso del tiempo aquellos años de violencia. Al cabo de mucho tiempo siguen saliendo, y seguirán saliendo, esas cargas de profundidad.
Se dice que con esta película cierra una trilogía: ‘La muerte de Mikel’, ‘Días contados’ y ahora ‘Lejos del mar’.
-Eso es algo que dicen los productores de promoción. Sí tiene algo que ver porque las tres películas hablan de tres historias de encuentros muy diferentes, pero tienen detrás, de trasfondo, momentos diferentes de la historia reciente de Euskadi. La muerte de Mikel es del 84; Días contados, del 94, y esta es de 2014.
¿Tres películas arriesgadas?
-No sabría decirte. Son tres narraciones distintas. En el primero de los casos, La muerte de Mikel es la historia de alguien que descubre su homosexualidad, intenta salir del armario en medio del caldo de cultivo político que había en aquel momento. Días contados es un relato durísimo en unos momentos también durísimos, la relación entre un etarra y una yonqui.
¿’Lejos del mar’ es el encuentro entre la víctima y el verdugo?
-Podría ser así. No quiero contar mucho de la historia porque creo que la gente tiene que ver las películas en estado virgen, sin saber lo que les van a contar.
¿Hay una historia de amor entre el etarra arrepentido y la hija de la persona que él mató décadas atrás?
-Amor entre comillas. No la calificaría de historia de amor, sería más un encuentro, y hay una historia entre un hombre y una mujer, muy perturbados ambos. Llamarlo amor es muy atrevido, pero puede parecerlo.
¿Por qué la ha rodado en Cabo Gata, Almería?
-Desde el primer momento pensamos en escribirlo en Cabo Gata. Digo pensamos porque el guión lo he escrito con Daniel Cebrián. Allí rodé la película Bwana y Daniel tiene una casa en esa localidad.
Un paisaje muy especial, ¿no?
-Fascinante, es árido y tiene mucho que ver con la historia, que es fascinante en su dureza. Ese paisaje, dentro de esas aristas y esa dureza, tiene una belleza incomparable. Con toda la modestia, la historia tiene sus orígenes en una tragedia de Shakespeare.
¿Shakespeare?
-Puede tener de alguna manera alguna referencia a Romeo y Julieta. Digo de alguna manera porque es una boutade, pero en el fondo hay algo de eso.
A lo largo de su carrera hay varias películas relacionadas con Euskadi: ‘El proceso de Burgos’, ‘La fuga de Segovia’, ‘La muerte de Mikel’, ‘Días contados’, ‘Lejos del mar’...
-Las primeras películas que hice, sí. Después intenté escapar de los temas de Euskadi. Me sentía muy agobiado y quise hacer cosas alejadas de allí; pero, inevitablemente, siempre acabo volviendo de alguna manera, aunque cada vez veo la situación desde más lejos.
¿Más lejos en el espacio o en el tiempo?
-En el tiempo es evidente, pero en en el espacio también. Días contados transcurría en Madrid y un poquito en Granada. Ahora me he ido al otro extremo, a Almería, a la otra esquina del mapa; me voy alejando cada vez más del epicentro.
Tratar el tema de ETA en el cine crea ciertas incomodidades en algunos sectores, ¿no?
-En todos. Es un tema muy complejo. Me ha costado muchos años hincarle el diente y, aun así, he tenido la sensación de ir cruzando un campo de minas, intentando esquivar y no caer en trampas. He intentado ser lo más honesto posible con lo que yo quería hacer.
Es de imaginar que después de cada una de estas películas le habrán puesto etiquetas diferentes, ¿o no?
-Eso me ha pasado siempre. De esta nueva película no sé lo que dirán. He intentado alejarme y despojarme de cualquier referencia política inmediata a esta historia. Hay una referencia primigenia, pero en la practica de estos dos personajes he intentado bucear en el lado humano.
‘Días contados’ fue un éxito en los festivales. Concha de oro en Zinemaldia y ocho Goyas.
-Fue una realidad estupenda. Tuvo mucho éxito en los festivales en los que se presentó. Fueron momentos de lujo.
‘Lejos del mar’ se presenta al Zinemaldia pero no a concurso. ¿Por qué?
-Fue una decisión del propio Festival. El ir a un festival fuera de concurso -ya tengo una edad- me parece muy razonable. Es tranquilizador no estar compitiendo con todos. La propuso el comité de selección del Festival de Donostia y la acepté inmediatamente.
Recuerdo que sobre 2012 usted hizo unas declaraciones en las que decía que no iba a retomar en su cine el tema de ETA.
-Seguro, lo he pensado durante mucho tiempo. Fíjate que entre Días contados y Lejos del mar median veinte años; pero una cosa son las intenciones y otra lo que hagas después. Las ideas potentes para hacer una película son las más difíciles de conseguir; buscar algo que te apasione y te interese no es sencillo. Durante un tiempo dije con frecuencia que ETA era un tema que daba por agotado.
¿Qué hizo saltar la chispa?
-No lo sé. Volvió a resurgir, y surgió como a mi me salen la cosas; ya me pasó con La muerte de Mikel. De repente las ideas surgen a borbotones, estás detrás de algo durante mucho tiempo, la idea queda dormida y en un momento sale de golpe.
¿Fue rápida de guionizar esa ‘idea dormida’?
-Sí. Este guión lo escribí con Daniel y no llegó a tres meses el tiempo que empleamos en ello. Es un tiempo récord para mí. El guión lo acabamos en junio del año pasado y en noviembre lo estábamos rodando, cosa que no me ha pasado nunca.
¿Por qué esa rapidez?
-Poder rodar tan rápido ha sido posible gracias al productor de la película, Antonio Pérez. Es el único loco que se ha atrevido con el proyecto en sí. Sobre el papel era una apuesta muy atrevida y él la apoyó al momento.
¿Da pereza hacer cine en estos momentos?
-No, a mí no, soy el hombre más feliz del mundo haciendo cine. Mi problema es encontrar algo que hacer, algo que me apasione. Yo combino películas que me salen de lo más profundo con otras que son de encargo, tan dignas unas como otras. Lo más difícil es encontrar un proyecto que me apasione y con el que quiera convivir durante dos años. Ahora estoy en la tesitura de buscar qué proyecto quiero afrontar.