Paradigma de lo que debe ser un banda de rock, el navarro Gorka Urbizu (voz y guitarra), Galder Izagirre (batería) y David González (bajo y coros) demostraron durante este encuentro de principio a fin por qué son toda una referencia estatal cantando en euskera y, sin duda, la formación más internacional de Euskal Herria.

16.30 horas Salida de Lekunberri. La furgoneta principal de la banda recoge al periodista y al fotógrafo. En la misma, de nueve plazas, solo viajan Gorka, el road mánager, Güero, y el técnico de luces, Iván. David y Galder viajan hasta Donostia en sus coches particulares. Cuestión de logística interna. El resto de técnicos (la crew se compone de 10 personas en total), viajan en una segunda furgoneta.

Gorka ocupa siempre el mismo sitio, acompañado por un buen puñado de libros. Vienen de Catalunya y han dormido apenas tres horas. El concierto en la localidad barcelonesa de Malgrat de Mar terminó bien entrada la madrugada y a las 8.00 de la mañana ya se ponían de nuevo en carretera, camino de Donostia.

Berri Txarrak en ruta es un Tetris continuo. Güero es de Barcelona, Pau (mánager) y Gorka viven en Lekunberri; Galder, en Irun; David, en Bilbao... El euskera es el idioma que predomina en la gira, hasta Pau, catalán de origen, se lanza a ello. Todos comparten el mismo hotel, no hay distinciones ni habitaciones individuales, todas son dobles o incluso triples. En Lekun, centro neurálgico de la banda, la casa de Pau (la montaña vino a Mahoma y el mánager lleva unos años viviendo en la localidad navarra), y, en ocasiones, la de Gorka ejercen habitualmente como residencia temporal para la crew.

17.30 horas Llegada a Donostia. El viento recibe al grupo en el escenario instalado en Sagüés, parecen haberse llevado consigo el clima de Lekunberri hasta la playa de la Zurriola... “Poco P. A. (altavoces que dan el sonido al público) veo ahí”, apunta con una sonrisa Gorka. Está claro que a Berri Txarrak le gusta dar chicha.

Un roquero llegado desde expresamente desde Madrid para el concierto se acerca al músico navarro, le enseña fotografías su colección de púas de grupos (cientos de ellas) y le pide las de Berri. Accede gustoso. El trato con los fans es exquisito, nunca hay una negativa ni una mala cara, sea antes o después del concierto. Uno llega a perder la cuenta del número de fotos que se llegaron a hacer...

Tras comprobar que todo está correcto en el camerino (austero, pero con lo necesario), llega la hora del café en un bar cercano. Periódicos encima de la mesa, Galder lo estudia, más que lo lee; Gorka vive pegado al móvil (él personalmente gestiona las redes sociales del grupo: Facebook, Twitter e Instagram) y David alucina con lo que lee en un rotativo local que parece haberse reconvertido revista del corazón: entrevista a Ylenia, artículo sobre la hermana de Cristiano Ronaldo... La conversación se nutre también con recuerdos de entrevistas anteriores. Solo toman cafés y aguas, no hay alcohol. De hecho, en el catering del camerino apenas se vislumbran bebidas espirituosas: un par de botellas de vino y alguna cerveza frente a decenas de botellines de agua y refrescos. Y comida, eso sí: tortillas, pizzas, frutas y mucho chocolate. “Aquí venimos a trabajar”, apuntaría Pau, mánager de la banda, más tarde. “Somos un grupo que busca más cafeterías que bares -recalca-. Además, Gorka es adicto al chocolate, nada más terminar el concierto siempre se come su barrita”. “Somos el anti rock and roll”, apostillaría el propio Gorka, sonriendo, respecto a la presencia del alcohol en la gira. Aunque más bien habría que decir que son puro rock and roll, basta con apuntar que llevan más de sesenta conciertos a sus espaldas, desde que arrancaran el 5 de enero en Lekunberri, y les quedan otros tantos. Un ritmo frenético que solo mentes lúcidas pueden afrontar con solvencia, calidad y eficacia, como es el caso de Berri y su crew.

19.00 horas Comienza la prueba de sonido. Los técnicos conforman una maquinaría perfectamente engrasada. Atienden las peticiones de los tres músicos a velocidad endiablada mientras recorren el escenario como si fuera el pasillo de su casa. La prueba no está resultando fácil (se alargó casi hasta las dos horas) pero nadie pierde la calma; al final, todo se soluciona y el sonido, tanto de monitores (el que escucha el grupo durante el concierto) como la PA (el que escucha el público), queda niquelado. En esta gira todo es un poco más complicado ya que el último trabajo del grupo, Denbora da polígrafo bakarra, está integrado por tres discos, cada uno de ellos con afinaciones distintas; eso provoca que Gorka tenga que utilizar hasta cinco guitarras en directo y David hasta cuatro bajos.

21.00 horas El momento de recuperar fuerzas antes de la batalla. Los tres integrantes del grupo comen con avidez, sabedores de que necesitan una buena dosis de energía. “Siempre que podemos, nos gusta cenar en el propio camerino”, matiza Pau. Fuera, la lluvia comienza a caer con fuerza y los técnicos salen disparados a cubrir todo el instrumental del escenario. La tensión se puede cortar; si sigue lloviendo así, es difícil que el concierto se pueda realizar. Café y té para asentar, y tanto Gorka como Galder y David comienzan sus propios rituales antes del concierto. David estira, ayudado por una toalla: cuello, brazos, muñecas, piernas... Galder, como si fuera un pelotari, comienza por acolchar algunos de sus maltrechos dedos con esparadrapo. Posteriormente comienza a baquetear sobre un kit de calentamiento. La lluvia ha parado, alivio. Gorka se aparta del mundo para preparar el repertorio, siempre distinto: Berri Txarrak nunca ofrece dos conciertos iguales. “El reper lo hago un rato antes del concierto en función del lugar donde toquemos, de si la gente va entender las letras o no, y del tiempo de que dispongamos: no es lo mismo un festi que un concierto como el de hoy, en el que tocamos solos y podemos pasar de las dos horas. Eso sí, siempre intento que el comienzo sea en plan Ramones, tres o cuatro canciones seguidas. En el medio suelo hacer un bloque más introspectivo para acabar arriba. De todas formas, en el propio concierto también improviso y puedo cambiar de temas...”, explica Gorka, abriendo por un momento su intimidad al periodista. Un vez consensuado el set list con el resto del grupo, comienza también su propio calentamiento: mamamamamáaaa, mamamamamáaaaa. Las escalas de notas resuenan por todo el camerino, que en pocos minutos queda desierto, solo con los tres músicos en su interior. Fuera, el público se impacienta y a los gritos de “Berri, Berri” se une un reivindicativo Ikusi mendizaleak. El trío se funde en un solo ser y, tras darse aliento con su particular grito de guerra, se encamina hacia el escenario.

23.05 horas Berri hace acto de aparición y las miles de personas congregadas frente a las tablas braman. Se arrancan con Ordaina y, casi desde el primer minuto, las primeras filas, ocupadas por los más jóvenes no paran de botar, con pogos incluidos. El tercer pildorazo, Izena, Izana, Ezina es coreado multitudinariamente... El concierto parecía que iba a salvar el escollo de la climatología adversa pero no, la tensión se podía cortar cuando hizo acto de presencia la primera tormenta, no muy intensa, que hizo aflorar los paraguas. Oreka calienta de nuevo los motores entre el respetable y... comienza a llover de nuevo con mucha más intensidad. A las primeras filas les da igual: el grupo sigue adelante, con un par. A Gorka le tienen que cubrir la pedalera, “mientras ellos no se mojen, que es lo peligroso, el concierto seguirá”, apunta Pau, tenso pero confiado. El público también aguanta, impertérrito, bajo la lluvia. Una versión de System of a down, Spyders, desemboca en un medley de grandes éxitos: Stero, Harra, Jaio Musika Hil... La intensidad de la lluvia sube a la par que la del concierto, el público corea la popular canción de la ducha de Pirritx eta Porrotx (Riki, riki), el grupo acepta el guiño y les sigue con sus instrumentos. Ikasten, Oihu, los temas van volando con contundencia. David arenga a las masas mientras se deja la piel y Gorka transforma su timidez en la piel de un maestro de ceremonias. Llega el primer bis, una terna que termina con Denak ez du balio. El segundo bis comienza con un Min Hau, con Gorka solo en el escenario: la dedicatoria es para Eugenio Arraiza, fallecido ese mismo día. El concierto toca a su fin con Bigarren eskuko amets. El trío vuela a los camerinos para encerrarse y cambiarse. Pasado un cuarto de hora, salen de nuevo para atender a los fans entre los que se encuentra Asier Illarramendi, jugador del Real Madrid. Tras las atenciones, los tres integrantes vuelan a sus casas en coches particulares. Hay que descansar lo máximo posible porque el sábado tocaba viajar de nuevo hasta Aranda de Duero, donde el grupo tocaba en el Sonorama, festival indie por excelencia. Resulta increíble pero es así.

3.30 horas La crew ya ha recogido todo en las dos furgonetas, acoge de nuevo en su seno al periodista y el fotógrafo y emprende el regreso a Lekunberri. Todavía queda mucha gira por recorrer.