cuando les hablan de chili con carne, ¿con qué lo asocian? Hasta hace unos días, mi asociación de ideas no era nada halagüeña: para mí era la bandera de un tipo de restaurantes que no me merecían el menor interés y que, además, me molestaba que se catalogasen como mexicanos cuando no lo eran.
Por supuesto, también asociaba el chili con carne con las películas del Oeste. La imagen de la caldera puesta a calentar sobre el fuego de campamento con la que se extraían con un cucharón las raciones es recurrente en este tipo de películas, y dábamos por hecho que los vaqueros comían bastante mal a diario.
En fin, que hasta ahora había pasado del chili con carne; pero la necesidad de ilustrar un artículo con una fotografía de un cuenco de esa preparación hizo que, como en similares ocasiones, cocinásemos el plato en casa y, ya que estaba hecho, lo probásemos. No sé si nuestra versión sería aprobada por los ultraortodoxos del plato, pero nos supo muy bien.
Origen del plato Cosa que no deja de ser lógica, porque, alubias pintas aparte, el guiso es muy parecido a un relleno de carne para empanadillas, un relleno al que se añade una dosis mayor o menor, según gustos, de picante... que no tiene necesariamente que proceder de chiles. Ahora bien, y admitiendo que el chili con carne sea el icono de la cocina que solemos llamar tex-mex y llegando a asumir que se trate del plato nacional tejano, pese a sus espectaculares asados de carne de cuernilargo (longhorn) tan clásicos del que hasta 1959 fue el estado más extenso de los Estados Unidos, lugar que le arrebató Alaska, la pregunta es ¿de dónde viene? De México, es la respuesta más común. Por supuesto, parece lógico: en México se encuentran todos los ingredientes necesarios. Hay quienes sitúan el origen del plato en tiempos de los españoles; quizá no sea tan antiguo, aunque es una combinación de lo más sencilla y que se le pudo ocurrir a cualquiera. El hecho es que Texas fue México durante mucho tiempo, de modo que el plato puede ser tejano y mexicano. Lo dicho: tex-mex.
En fin, mi conclusión es que se trata de un plato que se come con gusto. Supongo que el punto está en la cantidad de picante, ni tan poco como para que no se note ni tanto como para abrasar la boca y tapar cualquier otro sabor. En fin: la próxima vez que tengan pensado hacer unas empanadillas alegres de carne, añádanles alubias pintas y conviértanlas en chili con carne. Eso sí, no las acompañen como los vaqueros, con café a la americana. Mejor una buena cerveza bien fría.
Empiecen por pelar y picar fina una cebolla; piquen también menudos uno o dos dientes de ajo, corten en daditos un pimiento verde de piel fina y procedan a rehogar todo esto en sartén o cazuela con aceite; nosotros lo usamos de oliva, que no creo fuera habitual por allá lejos. Cuando estos elementos hayan aceptado su obligación de enternecerse, habrá que añadir unos tomates maduros pelados y triturados y la cantidad de carne de vacuno picada necesaria.
Con todo ello, las alubias pintas ya cocidas, y el chile en polvo. Nosotros preferimos sazonar, aparte de las obligadas sal y pimienta, con comino, pimentón, unas cayenitas, algo de tomillo, orégano... y añadimos al guiso unos chiles de Padrón. Tras alrededor de media hora de cocción, removiendo con alguna frecuencia, lo servimos en cuencos. Nos gustó.