donostia. La de mañana en la capital guipuzcoana será una cita en la que habrá ocasión de escuchar sus temas de siempre, pero también otros que apenas suele interpretar. El trofeo, concedido el año pasado por primera vez a Mikel Laboa, es una escultura de la artista navarra Marijose Recalde. Además, el artista acaba de reeditar Hamar T’Erdietan.

¿Cómo recuerda este disco?

-Se grabó en 2008, en el Kafe An-tzokia, como el anterior. Ambos son como un pequeño cierre de ciclo para la gente con la que toco en directo, a los que llamo Mugalaris, pero van variando. En este caso, eran Nando y Alberto de la Casa (batería y bajo, respectivamente), Arkaitz Miner (violín y mandolina), el argentino Dani Pérez (guitarras) y David Soler, a la pedal steel. Es un disco muy musical, con mucho poso. Soler suena fenomenal y la selección es muy variada, con canciones muy redondas.

La steel guitar acerca sus canciones al country.

-Su trabajo fue magnífico, sí, y contribuyó Dani también, que es muy sutil. Y la base rítmica era la marca de la casa (risas). Era un grupo con carácter.

Se grabó de nuevo en el Antzokia. ¿Qué aporta el local?

-Se ha convertido en habitual para mis actuaciones en diciembre y, aunque técnicamente igual otros lugares son más correctos, se nota un ambiente especial. Yo busco sentirme arropado? y allí siempre lo estoy.

Tocó dos noches. ¿Las disfrutó o las vivió con nervios?

-Hay fotos en el libreto que atestiguan que fue algo muy potente (risas). Se grabaron los dos conciertos y también se filmaron, como prueba el DVD adicional con varios temas. Se cuidó mucho la edición y es un buen testimonio de esas noches porque se eligió lo mejor de ambas veladas, algo muy complicado. No sabía si premiar la corrección de la interpretación o el ambiente, la emoción y la fuerza, que son cosas menos evidentes.

El tópico dice que si falta inspiración? Se graba un directo o se hace una recopilación.

-A mí me gustan si el músico es de mis preferidos, para oír versiones diferentes. El estudio es un sitio creativo que aporta discos de otro tipo, pero en vivo me gustan si cierran ciclos. Si el grupo ha rodado mucho, adviertes que el paso próximo tendrá otra sonoridad. Otro aspecto es si las canciones tienen ya un tiempo. La técnica juega su papel y estas evolucionan. En el directo se aporta la sonoridad del momento.

¿Cómo planteó el CD? Al tener otro en vivo, pensaría en no repetir clásicos como Fast fatum, 37 galderak? O Nire furgoi beltza.

-Entre esos temas de la primera época y 2008 había varios discos ya, material suficiente. Curiosamente, al final va Labexomorro, una versión de La cucaracha, una decisión de la noche anterior. Estábamos vacilando y nos atrevimos con ella. La traduje en un instante.

Es un disco de sonidos folk pero con guitarras rockeras y la libertad del jazz. ¿Ve así su música?

-No sé? (Duda). Definirme no me corresponde, pero como aficionado a la música trato de beber de todas las fuentes. Me parece bien lo que dices. Hay violines pero también ambientes de rock y eléctricos, y algo de música de improvisación. Siempre trato de que exista ese balance, no por concepto de estilo sino porque las canciones lo agradecen.

Incluye dos canciones especiales: Zaindu maite duzun hori, que trata sobre cuidar lo propio y lo difícil de ser euskaldun, y Ene herrian, en la que canta “seguimos siendo extranjeros en este pueblo”.

-En cierto modo, han seguido su camino propio y son emblemáticas. Tocan cuestiones parecidas pero a su modo cada una. Escribir y trabajar en euskera te obliga a una reflexión extra, además de las habituales.

¿Es más optimista sobre el estado del ciudadano vasco que cuando las escribió?

-(Risas). Bueno? esas cuestiones no tienen una solución instantánea. Si se amplía el foco, se dan en todo el mundo en estos momentos tan difíciles para las minorías. El sistema de comunicación nos lleva a una homologación cultural y lingüística. Por un lado, se ha avanzado porque en este país hay voluntad de que sea así; y por otro, la inercia se dirige a una uniformización cada vez mayor. Trato de no verlo como un trauma, sino con sus ventajas.

Incluye Martin Larralde, ya un clásico.

-Ha hecho su camino, sí. Cierta gente la considera como parte de su catálogo, lo que es bueno. El texto, de Joseba Sarrionandia, apareció en una antología y desde que lo leí, me llamó para cantarlo. En cada lectura encuentro algo nuevo, lo que sucede con los grandes textos.

Mañana recibirá el Adarra Saria del Ayuntamiento de Donostia.

-Fue una gran sorpresa porque es el primer premio de esta relevancia que se da a la música popular vasca.

El año pasado se inició con Mikel Laboa.

-Exacto. Cuando yo empecé a grabar había ya cantantes muy establecidos, muy populares y que trabajaban con mucho rigor y talento. Por eso siempre pensé que los premios eran para otros. Es un oficio que todavía no he aprendido, el de recibir premios (risas).

Igual nos estamos haciendo mayores, ¿no cree?

-(Risas). Eso va con el premio, sí.

Se concede como “reconocimiento a la relevancia de su coherente trayectoria y su indiscutible aportación a la música y a la cultura vasca”.

-¡Toma ya! No sé dónde mirar? Es más fácil rebatir una afrenta que aceptar un elogio (risas). Tiene muchos significados recibirlo tras Mikel Laboa, debido a su arte y a mi amistad con él. Fue un músico irrepetible; le considero mi maestro. Sobre todo, siento responsabilidad porque la música popular, como siempre, está en momentos difíciles, con gente de gran talento y que pasa por debajo del radar.

El premio se entrega mañana con un concierto especial en el Victoria Eugenia de Donostia.

-Eso me gusta mucho, sí. Hace cuatro meses presenté allí mi último disco, Lurrean etzanda. Al imaginar al oyente que estuvo allí, he optado por ofrecer algo distinto, en solitario, con mi grupo habitual y otra parte con Leo Abrahams, guitarrista y productor que ha trabajado con Brian Eno o Marianne Faithful y que tocó en Lurrean. Nunca hemos compartido escenario. Será una lectura diferente de mis canciones, hacer algo diferente porque Leo es un gran improvisador. Al final, es el premio que me doy yo a mí mismo (risas).