Vitoria - “Mi padre era pintor. Pintaba a espátula, a golpes. Y así he intentado escribir yo este libro: a golpes de frases cortas”, explica Eugenio Ibarzabal sobre su nuevo trabajo. 50 semanas y media en Brighton es el título de su segunda novela, después de La trampa. Lo presentó ayer en La Casa del Libro de Vitoria junto a varios amigos y compañeros, entre los que se encontraba el exdiputado general alavés Juan Mari Ollora.
La historia que narra este periodista donostiarra es la de un hombre que decide iniciar una nueva vida en la ciudad inglesa de Brighton, lejos de su Bilbao natal. Allí escribirá un diario sobre sus experiencias y sus nuevas amistades entre las que predominarán las mujeres; pero también narrará su vida, los recuerdos que guarda de la segunda mitad de los años 50 en la capital vizcaína, y su encuentro con otros jóvenes que luchan contra la dictadura franquista.
“El protagonista, Benja, es un gran seductor, porque sabe escuchar, y escuchar es una forma de seducir. Cuando alguien nos deja terminar lo que estamos contando lo agradecemos enormemente”, explicó Ibarzabal. El que fuese entre 1985 y 1987 secretario general de la Presidencia y portavoz del Gobierno vasco se definió también como “un hombre de mujeres” en el terreno amistoso. “Lo que pasa es que lo he descubierto tarde”, confesaba entre risas.
Eugenio Ibarzabal recorre en 50 semanas y media en Brighton dos caminos diferentes. Por un lado narra un pedazo de la historia reciente, y por otro se ha dejado llevar “por su pulsión de novelista”, como definió ayer en la presentación. “Lo que en realidad quería hacer era un libro que le gustase a mi mujer, porque creo que algunos de los que he escrito hasta ahora no le han gustado nada”, bromeó el periodista.
En cuanto a la línea histórica del libro, Ibarzabal recordó un hecho que marcó su infancia. “Cuando tenía 10 años, un primo mío fue detenido y eso fue una gran sorpresa para mi familia. Era un joven con mucho futuro y hacía dos meses que se había casado con mi prima cuando ocurrió todo”, relató. “Fue detenido por el descarrilamiento de un tren”, concretó. Ibarzabal contó ese trozo de su niñez, recordando que las reuniones para decidir qué iba a pasar con su primo se realizaban en su casa, y cómo todo aquello se le quedó grabado. “Pero no acabó ahí. Unos meses después también detuvieron a un vecino mío”, añadió.
Su primo salió unos años más tarde de la cárcel y el autor guarda en su memoria cómo su padre le enviaba libros a prisión. Todo aquello despertó su interés por saber qué había ocurrido exactamente ese día y quiénes fueron los implicados, un círculo que el autor cierra en este relato. La historia de aquellos años de dictadura quedan impresos en las páginas de 50 semanas y media en Brighton. “Hay personajes a los que les pongo su verdadero nombre, pero todos ellos, aunque son importantes, son figuras secundarias”, explicó Ibarzabal. “También hay otros a los que no he puesto su nombre, pero que todo el mundo sabe quiénes son; y otros que son pura ficción”, añadió. El autor quiso dejar claro que no es una novela autobiográfica.