- El escritor y filósofo italiano Umberto Eco vuelve a la carga con Número cero, una novela donde critica el mal periodismo, la mentira y la manipulación de la historia. Una parodia sobre estos tiempos convulsos, porque, en opinión del profesor, “esa es la función crítica del intelectual”. “Esa es mi manera de contribuir a clarificar algunas cosas. El intelectual no puede hacer nada más, no puede hacer la revolución. Las revoluciones hechas por intelectuales son siempre muy peligrosas”, precisa a Efe.
“Una vez escribí que el intelectual verdadero no es el que habla a favor de su partido, sino en contra de su partido”, explica el autor de El nombre de la rosa en una entrevista hecha en su casa de Milán, frente al castillo Sforzesco, cerca del Duomo. Una casa envuelta en libros, literalmente, con más de 35.000 volúmenes ordenados por temas en sus infinitos pasillos, y repleta de obras de arte donde Eco, a sus muy bien llevados 83 años, recibe infatigable a los periodistas para hablar de Número cero, el libro publicado por Lumen que sale a la calle este jueves en castellano, y que ha sido editado en 35 países. Un autor que posee títulos tan simbólicos y exitosos como las novelas El nombre de la rosa (1982), El péndulo de Foucault (1988) o El cementerio de Praga (2010), y ensayos como El problema estético (1956), El signo (1973), Tratado de la semiótica general (1975) o el famoso Apocalípticos e integrados (1964), que se estudió durante años en las facultades de Ciencias de la Información.
Algo que puede volver a repetirse con esta nueva novela periodística, más breve que las anteriores, que solían tener 600 páginas; por eso suena de diferente manera, como dice su autor. “Esta me ha salido con ritmo de jazz, las otras eran como una sinfonía de Mahler y esta es más de jazz por el argumento, con temas más rápidos, como es el periodismo”. Un oficio que el autor conoce bien, porque se siente parte de él. Eco escribe desde 1960 muchos artículos y ensayos en prensa también sobre los mass media, por eso esta crítica la hace desde “el interior” de la profesión.
La historia comienza con la creación, por parte de un empresario italiano (¿será Berlusconi?) de Número cero, un ejemplar de un periódico en pruebas que se desarrolla en 1992. Este periódico quiere salir con la intención, no de informar, sino como herramienta de poder para meter presión, desacreditar a políticos y rivales o crear informes, noticias falsas y complots. “Desde hace más de diez años tenía esta novela en mi cabeza, siempre he querido hablar de los problemas del periodismo y ahora también de Internet, donde se puede mentir mucho. Yo lo utilizo -añade-, por ejemplo, para esta novela, donde me he informado sobre la autopsia de Mussolini. “Pero Internet es como el automóvil, no se puede pasar la vida en Internet como no se puede estar todo el día en el coche”, advierte.
Y es que Numero cero, además de ser una radiografía sobre lo peor del periodismo, del poder y la corrupción -“no son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia”, dice un personaje-, es también la visión de Italia de los últimos 30 años. Una Italia cuya historia es la de “un pueblo de puñales y venenos”, como dice una de las protagonistas. “Elegí 1992 para situar el libro porque en ese momento hubo esperanza, nació Manos Limpias y parecía que todo iba a cambiar, la lucha contra la corrupción, pero llegó Berlusconi y las cosas fueron justo al contrario”.
El libro termina con sabor agridulce porque si bien antes todo era más opaco, y a quien revelase información o descubriera algo importante le podía costar la vida, “hoy, cuando afloran los nombres de corruptos o defraudadores y se sabe más, a la gente no le importa nada y solo van a la cárcel los ladrones de pollos albaneses”, dice Eco. Y eso se plasma en la novela, que termina con un buen reportaje que tras ser visto por un personaje dice: “Las personas decentes seguirán votando a los truhanes porque no darán crédito a la BBC, porque no verán programas como los de esta noche, porque estarán enganchados a la telebasura...”.