Con el cambio de año, Óscar Aragunde tuvo por fin entre las manos su primera novela, Aire fresco en La Habana, una ficción pegada a la realidad cuya mejor promoción ha venido de la mano del anunciando principio de entendimiento entre Cuba y Estados Unidos tras décadas de conflicto, escenografía que también relata el libro publicado por la editorial alavesa Arte Activo. Casualidades de la vida. O no.
Dos son las chispas que en 2011 encienden esta historia. Por un lado, el caso real de Alan Gross, acusado de espiar para la inteligencia estadounidense, y después condenado por ello, aunque en teoría estaba desarrollando un trabajo de telecomunicaciones para la comunidad judía en la isla (fue liberado a finales del año pasado como parte de un intercambio de prisioneros). Por otro, las primeras informaciones sobre la Primavera Árabe y los aires de cambio que, en principio, este movimiento iba a traer.
A partir de ahí, el escritor sitúa al lector en La Habana, a donde llega un ciudadano norteamericano especialista en telecomunicaciones de última generación que quiere entregar a Raúl Castro un teléfono con conexión directa con la Casa Blanca. “Mi personaje no está en la cárcel como Gross, pero le pasan muchas cosas”, ríe el autor. Eso sí, esa trama es la que ahora tiene que descubrir el público.
“La historia ha ido surgiendo casi sola a medida que en estos años han ido apareciendo noticias. Casi todo está basado en cosas que han sucedido en realidad y que han recogido los medios de comunicación, sólo que relatadas a mi manera”, apunta Aragunde sobre un debut literario que tiene como culpables iniciales dos amigos escritores. “Me dijeron que con lo que me gusta leer por qué no probaba a escribir y en Semana Santa de 2011, que estaba de vacaciones y llovía en la calle, tenía un periódico en la mano donde aparecía el caso de Gross y noticias sobre la Primavera Árabe, así que hice un primer cuento uniendo ambas cuestiones”. De aquellas iniciales doce páginas a esta novela, que desde el pasado 15 de enero se ha empezado a distribuir a nivel estatal, han pasado tres años y medio.
Otra casualidad de la vida, o no, es que quien se encuentra detrás de Arte Activo, el también autor Roberto Lastre, es cubano, aunque lleve ya años residiendo en la capital alavesa. “Ha tenido sus dudas con algunas de las cosas que cuento aquí y hemos tenido alguna que otra pelea”, sonríe Aragunde, quien admite que, sobre todo tras salir el libro, no se acostumbra a que le identifiquen como escritor.
Tiene claro que el mejor día de todo este proceso fue cuando tuvo su novela entre las manos y pudo ver la portada con la pintura del también vitoriano Juanjo Navarro. “Pensé: pero ¿esto lo he hecho yo?”, una realidad que lleva ya unas semanas siendo compartida con los lectores. “Me está llamando la atención que, salvo algún detalle muy concreto, nadie me ha dicho nada negativo, todo lo contrario. Dicen que la historia está bien hilada y contada, pero no sé si creerlo”, comenta. Lo cierto es que la primera edición está cerca de terminarse.
Eso sí, estos tres años y medio de trabajo para hacer realidad Aire fresco en La Habana han tenido sus paréntesis, momentos aprovechados para ir esbozando otros dos proyectos de novelas que el tiempo dirá cómo y cuándo evolucionan. Y no es descartable una segunda parte de su libro de debut a tenor tanto del final abierto que plantea como de los futuros acontecimientos que vayan marcando las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, un intento de recuperar relaciones “que teníamos pactado Castro, Obama y yo para que se produjese a la vez que salía la novela... bueno, al margen de bromas, la verdad es que la coincidencia ha sido una gran suerte tanto por el momento como por esa referencia al aire fresco”.
Con todo, ahora es el tiempo del otro, del lector, de aquel que quiera sumergirse en esta aventura donde ficción y realidad escriben juntas cada palabra.