Durangoko Azoka es la feria de la cultura vasca por excelencia. En ella participan editoriales como Txalaparta, Elkar o Gaumin con escritores de la talla de Jon Markel Ormazabal, Dolores Redondo o Ander Izagirre. Sin embargo, al margen de la vía tradicional de edición, hay creadores no tan conocidos que prefieren la receta de Juan Palomo: “Yo me lo guiso, yo me lo como”. Este año, la Azoka acoge a 16 autores y músicos independientes.

Mikel Álvarez es uno de esos once escritores presentes en la feria que se han lanzado a “la gran aventura de la autoedición”. Periodista de profesión en Goierri Irrati Telebista, ha complementado su trabajo con la redacción de las dos partes de Finlandia, una historia en euskera que recoge las idas y venidas de Txomin, un joven euskaldun que viaja al norte para encontrarse a sí mismo. “Es una trama un tanto catártica”, la describe su creador.

Muchos autores dudan entre qué vía de edición elegir. En el caso de Mikel, él tuvo muy claro desde el principio que su camino sería la autoedición: “Si optas por una editorial, te metes presión y eso mata la ilusión”. Sin interferencias, sin pretensiones, sin prisas. “Tú lo eliges desde el número de páginas hasta la portada”. Aunque no todo son ventajas: “Las editoriales tienen acuerdos previos con las tiendas y mucha visibilidad; nosotros, no”.

Jugar a otro nivel, así es como definiría Mikel la autoedición. “Yo en las Olimpiadas no voy a correr, pero en la San Silvestre de mi pueblo, sí”. Aun así, también opina que todo depende del esfuerzo que uno le ponga. “Si te mueves, puedes darte a conocer como el que más”.

Otro escritor que también se ha animado a autoeditar sus obras ha sido Ángel Gallo, profesor de Mondragon Unibertsitatea. Bambú y Samba son sus dos novelas, ambas en euskera, y narran las reflexiones de una joven vasca que viaja a Sudamérica. “Pretende ser una mezcla entre realidad y fantasía, con fantasmas que no se sabe si son realmente fantasmas o solamente recuerdos del pasado”.

Ángel también optó por la autoedición como primera opción. “Seguir lo que quiere el mercado no es la solución y es eso precisamente lo que muchas editoriales buscan”. Argumenta su afirmación aludiendo a que los intereses de los lectores son volátiles y el proceso de escribir un libro, largo. “Tienes que escribir sobre tus inquietudes, tus aficiones, sobre lo que te gusta? sobre lo que sientes”. De lo contrario, opina que deja de ser una afición para convertirse en una obligación: “Es la gran diferencia entre un trabajo y una creación”.

También coincide con Mikel en que la autoedición posee sus contras. “Tienes que hacer muchas tareas que puede que no sean de tu agrado”. Pedir el ISBN, hablar con las imprentas, vender por tu cuenta, dar charlas para promocionarte. “A mí me gusta escribir y dibujar, pero no todo lo demás”. Aun así, considera que no hay mal que por bien no venga: “Aprendes mucho por el camino y conoces de primera mano la opinión de la gente”.

De la literatura a la música Pero la autoedición no solo se da en la literatura. “La música no es solo cantar por cantar, sino cantar para sentir, para llorar, para transmitir un mensaje y reflexionar”, opina Itsaso Guitierrez, guitarrista y cantante del grupo rock melódico On. A día de hoy, muchos grupos musicales como el de Itsaso optan también por editar los discos por su cuenta. La transexualidad, el aborto o el feminismo son solo algunos de los temas que tratan en sus dos álbumes, On y Zein. Con más de 16 años de experiencia en el mundo musical, Itsaso asegura que las discográficas no dan tanta protección como se cree. “Yo ya lo he vivido y no me convence”.

Visibilidad. Eso es lo que ofrece Durangoko Azoka a estos 16 artistas independientes. “Nos facilita la distribución y nos da la posibilidad de hablar cara a cara con nuestros lectores para conocer el feedback”, opinan. La casta vasca y Tierra de Nubes son solo algunos de los títulos literarios de la sección Autoeditores, en la que también se pueden encontrar los discos de grupos independientes como Adarrots o Sobiet Taldea. A día de hoy, la cultura vasca no entiende de marcas.