bilbao - La directiva que ha sostenido Jakin durante los últimos 37 años ha dado paso a un nuevo grupo gestor y editorial de catorce personas vinculadas al pensamiento y a la cultura vasca, lideradas por la periodista Lorea Agirre. Joan Mari Torrealdai (Forua, 1942), periodista, escritor y exdirector de la revista durante 42 años, seguirá apoyando a la nueva directiva, aunque asumirá otras responsabilidades.

"Venimos en grupo y llegamos a un grupo". Con esas palabras bautizó Agirre su nombramiento como nueva directora de 'Jakin', dejando claro que la fuerza de la revista está en el trabajo compartido. Ustedes también lo han visto siempre así.

-Me gustó mucho la fórmula con la que la nueva directora saludó la transmisión, porque el grupo, el equipo ha sido una de nuestras señas de identidad. Así lo hemos practicado siempre, y de manera muy especial desde mediados los años 70. Echando la vista atrás, esta voluntad queda patente por un hecho que llama la atención: es en los primeros 70 cuando se refuerza el equipo, de la mano de Joseba Intxausti; era el único de los cuatro que estaba en Euskal Herria. Joxe Azurmendi, Paulo Agirrebaltzategi y yo estábamos en el extranjero. Aunque haya sido yo el único que ha trabajado en la revista de modo profesional y full time desde 1977, siempre hemos reivindicado y mantenido el espíritu de equipo.

¿Qué garantiza el nuevo equipo?

-Garantiza la continuidad, que no es poco. Consideramos necesario el cambio para que Jakin siga cumpliendo su labor de reflexión y de proposición. El nuevo equipo cumplirá la labor de Jakin de ser, al mismo tiempo, comprometido sin ser partidista, de ser crítico y constructivo, de ser militante y profesional, de presentar productos y proyectos en esta nueva fase de la cultura vasca.

Se trata de gente con perfiles muy distintos. ¿Qué es lo que han buscado a la hora de invitarles?

-El primer perfil que aseguramos es el de la directora. Es mujer (novedad dentro de nuestra tradición masculina, que no machista), es periodista (importante en un órgano de comunicación), agente activo en el sector del euskera y la cultura y especializada en antropología cultural. Una vez asegurada la directora, hemos podido confeccionar el equipo editorial, y ha sido fácil. El nuevo equipo se compone de gente con perfiles distintos y complementarios, abarcando campos como la antropología, la lengua, la filosofía, el arte, el periodismo, la edición o la sociología.

Koldo Izagirre dijo en cierta ocasión que la cultura es hacerle un sitio al otro, y parece que 'Jakin' cumple ese precepto a rajatabla. Usted mismo ha llegado a decir que es un parlamento de papel. ¿Además del nuevo equipo, quién más tiene abiertas las puertas de 'Jakin'?

-Siguiendo con el símil del parlamento, digamos que estas 14 personas no representan el parlamento de papel sino el comité encargado de que Jakin sea un parlamento, un espacio abierto, plural y crítico en el que se escuchen muchas voces, reflexiones y propuestas. Jakin nunca ha sido un grupo cerrado, ni lo será. Es como la levadura que fermenta la sociedad.

¿Cambian los objetivos?

-Los objetivos no cambian, pero se modifican, se amplían por las redes sociales e internet. Trabajará más allá de los límites de la oficina y del papel, y trabajará con gente del sector y del mundo del euskera. Te leo un par de puntos de los fines fundacionales: "Impulsar líneas de investigación y estrategias a favor de la actividad cultural vasca". Más: "Proponerse como lugar de encuentro a fin de crear e impulsar todo tipo de reflexiones y acciones a favor del euskara y de la cultura". Y así hasta una docena. El nuevo equipo diseñará los modos de llevar a cabo estos objetivos.

¿Qué otras novedades anuncian?

-Como revista de papel seguirá con la misma frecuencia de aparición. Pero la edición analógica, que acabamos de rediseñarla y es un bello objeto, se enriquece y complementa con la digital. La versión digital está ya a disposición de los lectores al mismo tiempo que la de papel. Además, la edición digital va a ser prioritaria porque es en ella donde continuaremos prolongando la reflexión. Hemos priorizado la edición digital que nos permite más presencia social, más efectividad y una inmediata actualización de los temas.

Tras más de 40 años al frente, usted deja de ser el director. ¿Cuáles serán sus nuevos cometidos?

-Son ya 42 años los que llevo en la dirección de la revista y del equipo, toda una vida. Seguiré en el proyecto como presidente de la fundación y también como responsable del observatorio del libro dentro del equipo, así como en la redacción.

'Jakin' arrancó en 1956, impulsada por alumnos de Arantzazu. Usted asumió su dirección en 1967; a partir de ahí pasó a ser una revista secular. ¿Qué recuerda de aquellos años primigenios?

-Desde 1956 hasta 1967 Jakin estuvo en Arantzazu, en manos de estudiantes. Pero nunca fue una revista del seminario ni para el seminario. Nació con ocasión de la primera reunión pública de los euskaltzales en la posguerra, en 1956, y su vocación siempre ha sido universal. Por otro lado, 1967 es un año muy importante porque visualiza el cambio: deja Arantzazu y se instala en la ciudad, con un director a su cargo y con un nuevo equipo. Supuso un cambio, pero nadie tuvo la sensación de ruptura; siempre hemos trabajado con libertad. La situación actual me recuerda a la de 1967...

¿Por qué?

-He dicho alguna vez que 2014 quizá tenga más que ver con 1967 que con 1977, dos renacimientos de la revista y del equipo. El año 1967 la revista deja Arantzazu y se instala en Tolosa, un cambio más que simbólico; adquiere el formato de la publicación francesa Esprit, y en el equipo de redacción entra la sociedad civil plural con nombres como los de Karlos Santamaria, Rikardo Arregi, Ibon Sarasola, Piarres Xarriton, Antonio Iturria, Ramuntxo Kanblong o Andoni Lekuona.

Entran en un momento efervescente para la cultura euskaldun.

-Estábamos en una sociedad de cambio tanto social y cultural como político e ideológico. Por esos años Euskal Herria es un hervidero de ideas y de grupos en busca de una nueva sociedad. Ahí se sitúa el nuevo Jakin. A no olvidar el Mayo del 68 de París, que tanta influencia tuvo en nosotros; y que estábamos en pleno franquismo, cuya evolución no supimos interpretar. Pensábamos que el régimen se había abierto pero nos cerraron la revista. Creo que ahora también estamos, aunque de otra manera, en un cambio de sociedad. Y es ahí donde se tiene que situar el nuevo Jakin.

Arregi, Xarriton, Sarasola, Santamaria,... un equipo potente. Lástima que Arregi muriera joven... Usted siempre ha alabado sus dotes.

-De todo este equipo hay que destacar dos personas, que son las que de verdad me ayudaron: Karlos Santamaria y Rikardo Arregi, en cierta manera maestro y discípulo. Karlos Santamaria es una gran figura de Euskal Herria que está injustamente olvidada. Y, ¿qué decir de Rikardo? Era buen analista, bien informado, con una gran capacidad de síntesis, un buen organizador. Era el líder y la imagen amable de la nueva cultura. Su pérdida fue enorme. Murió a los 27 años, en un accidente de carretera. Ese año, 1969, Jakin padeció dos muertes: la de Rikardo, y la de la revista, prohibida por Fraga Iribarne.

Optaron por el camino del euskara unificado, que por aquel entonces era aún una entelequia. ¿Hubo discusiones en torno a eso?

-El euskera batua nunca ha sido objeto de discusión en Jakin. Sí en la sociedad. Desde el primer día, Jakin trató de trabajar en un euskera estándar, que llegara a la mayoría de la gente alfabetizada. Tras unos titubeos iniciales, se optó por el reconocimiento de Euskaltzaindia como única autoridad en el tema lingüístico, pero no esperó a sus decisiones, incluso nos adelantamos. Jakin estuvo presente en la reunión de escritores de Baiona en 1964, y adoptó como obligatorias las recomendaciones de la reunión; fue la única publicación que se comprometió a cumplir a rajatabla las recomendaciones señaladas. Nosotros siempre hemos tenido claro que un pueblo necesita una lengua de comunicación, que una cultura necesita una lengua culta, que es imprescindible una lengua koiné, sin negación de los dialectos y variedades. Esta es una aportación fundamental de nuestra generación y de Jakin.

...y decidieron que se podía escribir de todo en euskera: sobre ciencia, filosofía, cultura... En eso también fueron pioneros.

-Nuestra generación tiene la sensación, real o ficticia, de ser una generación huérfana. La guerra rompió nuestra historia en dos, con el exilio y la clandestinidad. Nosotros, generación de la posguerra, no heredamos continuidad sino desolación y ausencia. Tuvimos que descubrir por nuestra cuenta la historia, nuestras raíces, nuestros autores, nuestras referencias, unos por la vía política de Arana Goiri y otros por la cultural o histórica de Arturo Campión. En este hueco negro de la escalera que nos trajo la guerra de Franco, como gustaba decir Martin Ugalde, las nuevas generaciones optaron por la literatura o por la cultura. Jakin se dedicó en exclusiva a temas de cultura, no a la cultura popular y menos a la literatura. Inconscientemente, reaccionábamos contra la concepción imperante en la época, que apuntaba al euskera como lengua de aldeanos y boronos. Creo que la historia nos ha dado la razón, aunque hasta ayer mismo muchos pensaran que euskera y cultura no casaban.

Y llegó la censura.

-A finales de los años 70 pensamos que el gobierno se estaba abriendo, bajo la presión social, claro. Escribíamos sobre socialismo, nacionalismo,... y obteníamos autorización para publicarlos. Dedujimos que la apertura era real, pero no. Nos enteramos en agosto de 1969 que nos prohibían la revista; no era una multa o censura sino una prohibición del sello editorial. Y ¿por qué? De las razones de la prohibición me enteré más tarde, con motivo de mi tesis doctoral sobre la censura: el Ministerio estuvo recopilando información durante dos años para prohibirnos de raíz la publicación, por progresista y abertzale, dos pecados mortales en el franquismo.

¿Cuáles han sido los problemas principales de 'Jakin' durante estas cuatro últimas décadas?

-Nuestro problema radical es el económico, derivado del mercado, y lo será siempre mientras el euskera siga en estas condiciones, como lengua minoritaria. A día de hoy no hay masa crítica suficiente para mantener los instrumentos de cultura necesarios para la normalización cultural, si no hay otro tipo de planteamientos desde la administración. En vez de afrontar este problema nos hemos conformado con las subvenciones, unas ayudas que nos permiten subsistir. Éste será uno de los temas que habrá que revisar si queremos vivir en euskera y alcanzar la normalización lingüística.

¿Qué precisa 'Jakin' para subsistir?

-La vida de Jakin no depende de Jakin, sino del país. Dicho así puede parecer que estamos echando balones fuera, pero no. La verdad es que un órgano como Jakin u otro cualquiera del mundo euskaldun, en una situación de escasa masa crítica como es el del euskera, depende no sólo de sus propias fuerzas sino del ecosistema, del conjunto. Junto a esa realidad externa objetiva está la realidad propia del proyecto. Aquí hace falta una gran dosis de ilusión, de militantismo, de creer en el país, de aunar voluntades. Eso lo ponemos nosotros. Pero no basta. Las instituciones tienen que entender esta realidad y ayudar a resolverla con más decisión. Con la finalidad de buscar soluciones, se ha creado una comunidad de jakinkides, de gente que está dispuesta a apoyar económicamente el proyecto.

Usted subraya que 'Jakin' sigue siendo necesario. ¿Por qué?

-Porque estamos convencidos de la función social y cultural de los proyectos de Jakin. Jakin es mucho más que una revista. Es una idea, un equipo, es una manera de entender el país, la cultura, la lengua como factor de identidad y de comunicación. No sólo es el producto publicado a lo largo de casi sesenta años, sino también su presencia social, su colaboración con los grupos del sector y las instituciones, su papel aglutinador. Además, cara al futuro tiene un papel importante en Euskal Herria, en la nueva fase que estamos viviendo en la que habrá que repensar la política, la sociedad, la cultura y la lengua.