Lo que hace 27 años comenzó en el coro Luis Dorado es hoy una gran familia compuesta por unas 550 voces. Un total de 24 agrupaciones compuestas por intérpretes de 5 a 11 años pertenecientes a los centros escolares Armentia, Ibaiondo, Ikasbidea, Lakuabizkarra, Toki Eder, Umandi, Zabalgana y el mencionado Luis Dorado conforman el proyecto pedagógico Crescendo, en cuya punta de lanza se encuentra la agrupación del mismo nombre a la que dan vida 45 cantantes de entre 12 y 17 años. Ninguno de estos grupos para a lo largo del curso. Entre todos, por ejemplo, han llegado a ofrecer más de 80 actuaciones en el último año. Pero a los más mayores, a esas 43 chicas y 2 chicos les queda todavía una importante cita en la agenda de esta temporada, la octava edición de las Olimpiadas Mundiales Corales.
Riga, la capital de Letonia, les espera a principios de julio. Bueno, a Crescendo y a las otras 400 agrupaciones y 14.000 coralistas que desde cualquier rincón del planeta tomarán parte en el certamen. No es la primera vez, eso sí, para el proyecto gasteiztarra dirigido por Inma Arroyo. De hecho, es la experiencia musical y vital acumulada en 2008 en la ciudad austriaca de Graz la mejor razón para volver a tomar parte en esta propuesta más allá de los esfuerzos que conlleva. Para empezar porque esta participación se lleva trabajando desde hace dos años tanto para cumplir con las exigencias de la competición de cara a acceder a ella como para establecer los planes de traslado y financiación del mismo. Y es que aquí, y no es sólo cuestión de la crisis, las ayudas públicas brillan por su ausencia, algo que no se produce en el caso de otros países, cuyos gobiernos llegan a sufragar todos los gastos. "El compromiso de las familias ha sido esencial", subrayan Arroyo y Carlos Egino, quienes junto a Puri Santamaría, Iker Ruiz de Alegría y Ana Egino conforman el equipo director del proyecto.
El 5 de julio arrancará el viaje en autobús, un desplazamiento que tendrá una parada esencial en Berlín para descansar pero también conocer. Del 8 al 13 se producirá la competición, ofreciendo Crescendo, que compite en las categorías de Coro Infantil y Música Sacra, un total de cinco actuaciones, aunque la verdad es que cualquier momento y espacio será bueno para cantar, sobre todo junto a otras formaciones. No en vano, Arroyo tiene claro que más allá del carácter competitivo de las Olimpiadas hay un valor en este certamen que está por encima y es la propia experiencia del contacto humano y cultural. El 14 tocará iniciar una vuelta que tras detenerse en Praga y París devolverá a la comitiva, compuesta por los 45 intérpretes y 6 adultos, a la capital alavesa con las maletas cargadas de sonidos, ideas, conocimientos, vivencias, sentimientos y, a buen seguro, alegrías.
Pero antes de que todo esto suceda hay que seguir limando detalles en las próximas semanas, algo a lo que, a principios del próximo mes, contribuirá el tenor Lluís Vilamajó, que el año pasado visitó por última vez Vitoria para tomar parte en la Semana de Música Antigua de Álava. "Siempre necesitas una mirada de alguien que viene de fuera de tu trabajo para que te ofrezca otra perspectiva y, encima, si es alguien de tanto nivel...", apunta Arroyo.
Casi tres décadas Las Olimpiadas serán, además, un broche de oro para un año que ha sido intenso en muchos sentidos. También lejos de casa, con la participación a principios de mayo en Iparralde (en las localidades de Donibane Garazi y Bastida) en el proyecto Mundua Kanta o el viaje a Barcelona en abril para tomar parte en la III Topakanta.
Claro que en los 27 años de historia de Crescendo ha habido tiempo para acudir a encuentros como el Certamen Internacional de Neerpelt (Bélgica), de grabar o colaborar con compositores como Xabier Sarasola, de subir al escenario junto a músicos como Benito Lertxundi e incluso tomar parte, de la mano de Bingen Mendizabal, en la banda sonora de Los lobos de Washington, conociendo, de paso, al actor Javier Bardem.
De todas formas, todo ello, y mucho más, no deja de ser producto del trabajo diario, de una labor fundamentada sobre la idea de que la formación cultural es importante en sí misma pero también esencial en el desarrollo de otras capacidades y habilidades. Siempre, eso sí, que la labor esté bien estructurada, atendiendo a las necesidades y características de cada tramo de edad, ofreciendo pero también reclamando una actitud positiva y participativa, abierta a una propuesta que se complementa con otras expresiones artísticas como puede ser la danza, o que ofrece cursos y monográficos en otros campos como puede ser la nutrición.
Todo ello basado en el trabajo directo con compositores contemporáneos, realizando diferentes formatos de conciertos abiertos a géneros musicales distintos, y sin ningún miedo, sino todo lo contrario, a la mezcla multidisciplinar. Una semilla sembrada hace casi tres décadas cuyo objetivo es seguir creciendo paso a paso, independientemente de los nombres que en cada momento sean el motor del proyecto.