gasteiz - Para la quinta edición de su ciclo de teatro sacro, Ortzai centra su mirada en la obra de Hroswitha de Gandersheim, una mujer, sin duda, singular por diferentes razones. De la religiosa y escritora alemana del siglo X se escoge en esta ocasión Callimachus (presentada ahora como Calímaco), una pieza llena de oscuridad y de luz donde para plantear una reflexión sobre la intención frente a los hechos consumados se construye una historia llevada al extremo de la profanación de un cuerpo inerte.
La compañía alavesa estrenará este montaje el próximo día 21 a las 20.00 horas en su sede de la calle Pintorería, donde se podrá ver la obra también en las jornadas del 22, 23, 24 y 25. "Sabemos que la elección que hemos hecho es un tanto inusual tanto por la autora como por el tema", explica Iker Ortiz de Zárate, director del grupo y componente del reparto junto a Urko Alegre y Ana Delgado, quienes acompañan a los dos protagonistas, Mateo Aguirrezabal e Idoia Rebollo.
Al fin y al cabo, lo que plantea la pieza es la cuestión del arrepentimiento, sobre todo, como explica Ortiz de Zárate, "el peso de la intención frente a los hechos consumados, del valor ético y moral de la intencionalidad". Para ello se sirve de dos personajes llevados al extremo. Ella es una mujer casada que renuncia a yacer con su esposo. Él un hombre que, a toda costa, quiere poseerla. Para evitar la tentación y ser respetuosa con su marido, ella pide morir, aunque eso a él no le detiene, puesto que acude al mausoleo donde está su cadáver para consumar su deseo físico. "Todos tenemos nuestros bajos instintos", recuerda Aguirrezabal, aunque por fortuna en la mayoría de los casos no estén tan al límite.
Es en ellos, en esa maldad innata y la posibilidad de arrepentimiento, en los aspectos en los que se fija Hroswitha de Gandersheim para realizar "un texto que parece impropio de la época", como recuerda Ortiz de Zárate. Lo cierto es que esta obra es uno de los seis textos dramáticos que se conservan de la autora, siendo la intención de Ortzai la de volver a la escritora en futuras ocasiones puesto que ofrece propuestas, posturas y reflexiones interesantes para el grupo, más allá de que también le sirve a la formación para "exaltar el valor de las mujeres".
La creadora, perteneciente a una familia acomodada, fue canonesa (es decir, no hizo el voto de pobreza) de la Orden Benedictina en la abadía de Gandersheim, un espacio de gran actividad cultural que contaba con una destacada biblioteca pagana. Allí pudo satisfacer su curiosidad intelectual. Escribió en latín y se la considera la primera persona desde la Antigüedad tardía en componer obras de teatro en esa lengua.