madrid -Jeremy Irons se alegra de no ser político, aunque conversar con él siempre lleva a preguntas esenciales de convivencia: su rechazo al despilfarro y a las desigualdades o su miedo al caos, y su profundo amor por una profesión que le permite llenar su vida de variedad.

"Mi vida está constantemente llena de cambios; el contraste es uno de los placeres del mundo, ya sea en la comida, en el trabajo, en compañías personales distintas (...) Con el contraste se valora la diferencia. Y eso me gusta mucho", dice Irons.

Irons se ha desplazado desde Londres, donde vive con su esposa, Sinead Cusak -con la que tiene dos hijos-, para apoyar la promoción de Tren de noche a Lisboa, una cinta dirigida por Bille August que recrea el "best seller" del mismo título, o casi -Tren nocturno a Lisboa- de Pascal Mercier, pseudónimo del filósofo suizo Peter Bieri.

Apoyándose en la vida de un personaje inventado, el profesor Raimund Gregorius (Jeremy Irons), Mercier relata oscuros episodios de la fase final de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, unos años de la vida de Portugal que han interesado poco al cine, o la literatura, aún cuando fue la dictadura más larga de Europa (1926-1974).

"Esta película es un pequeño poema", explica Irons, "una película sobre ideas filosóficas, y eso para las películas es difícil. Confío en que tenga su hueco", apunta, y destaca que en su interior "hay una idea que dice que podemos cambiar nuestras vidas, nuestras conductas, dando pasos pequeños".

"Yo añadiría que si tenemos que sobrevivir como países, como sociedades, vamos a tener que cambiar dando esos pequeños pasos, y debería ser emocionante saber que debemos hacer esto, y hacerlo", reflexiona. Irons, cuando no está preparando un personaje nuevo, aclara, disfruta mucho de su vida.

"Me molestan muchísimo las enormes diferencias entre los muy ricos y los muy pobres, estoy convencido de que esto nos llevará a problemas gordos, si no lo arreglamos". - Efe