Londres. Tamara Rojo, que combina con "mucha dedicación" sus papeles de primera bailarina y directora del English National Ballet (Eno), auguró su futuro subida en el escenario y no descarta coreografiar si encuentra "la inspiración". "Mientras pueda bailar al nivel que me exijo, lo haré. También pienso seguir dirigiendo y, si encuentro el momento y la inspiración, coreografiaré", afirmó la bailarina, de 39 años, en una entrevista con motivo de su último estreno en Londres. La bailarina deslumbra al público londinense del Teatro Coliseum, donde su compañía, una de las cuatro más prestigiosas del Reino Unido, representa hoy el número final de Le Corsaire, la primera gran producción de Rojo como directora y en la que también baila. Inspirada en el poema The Corsair de Lord Byron, la representación "es un gran espectáculo de danza, basado en un ballet clásico del siglo XIX, pero bailado y representado con las capacidades técnicas y artísticas de hoy", destacó la nacida en Montreal (Canadá), que se trasladó a España cuando tenía cuatro meses y lleva 16 años residiendo en el Reino Unido.

Rojo bailó por primera vez sobre un escenario inglés en 1997 con el English National Ballet, donde pronto adquirió el estatus de bailarina principal y, tres años después, dejó la compañía tras recibir una invitación expresa del exbailarín londinense Anthony Dowell, quien la instó a unirse al Royal Ballet de Londres. Cada vez que sale al escenario, sus primeros pasos de ballet están cargados de "nerviosismo", pero preceden siempre a "una sensación difícil de explicar", dijo, "una mezcla de abandono en el papel y una enorme atención en lo que estás haciendo".

La exigente bailarina ha reivindicado en muchas ocasiones el gran esfuerzo que requiere la danza clásica, y le han irritado los estereotipos que proliferan sobre esa disciplina artística, como los proyectados en el filme Cisne negro (2010), por la que su protagonista, Natalie Portman, se llevó el Oscar. Capaz de interpretar teatralmente con sus movimientos, Rojo defendió la importancia de la versatilidad en un bailarín, "sobre todo en papeles con carga dramática como Julieta o Manon". La complicidad con su pareja es también un pilar fundamental para ella. "Para lograr fluidez y belleza en los pasos a dos, es indispensable que haya un grado alto de entendimiento con el partenaire, hasta el punto de anticiparse a cualquier situación imprevista. Es más que la mera sincronización de movimientos. A veces se consigue y otras no, pero hay que intentarlo siempre", explicó.

Tras abandonar el exotismo oriental de Le Corsaire, la bailarina recuperará el clasicismo más puro y buscará esa sintonía con el cubano Carlos Acosta, con el que se subirá al escenario en junio para presentar la tragedia de amor insigne de todos los tiempos, Romeo y Julieta. "Me resulta un reestreno muy emotivo, ya que Derek Deane creó esta versión coreografiada para mí en 1998, especialmente diseñada para el Royal Albert Hall", señaló, al tiempo que se mostró "muy ilusionada con la renovada puesta en escena" que están preparando.