Maneja la palabra como Messi el balón, la tiene pegada a su ser, haciendo con ella malabarismos no exentos de enjundia.

¿Qué placer le otorga a Bernardo Atxaga un cuento que no le da una novela?

Creo que la diferencia está en que la novela, por su extensión, es una carga en la cabeza durante mucho tiempo... Uno siente que hay algo dentro de su cabeza que pesa, porque tiene que llevar el libro entero, no lo puedes llevar a trozos. En cambio, el cuento, los alfabetos, los artículos, para mí son livianos, son fáciles de llevar, de pensar... e incluso yo diría fáciles de escribir comparativamente con la novela. La diferencia está en el peso.

Casi

Creo que tienen un nexo en común las secciones de libro; es decir, tienen un nexo en común los artículos, los alfabetos y los cuentos. Respecto al libro en su totalidad, el nexo común sería que el lector se va a encontrar con más humor del que yo habitualmente suelo poner en los textos. En definitiva, creo que hay una atmósfera más humorística que otra cosa. Por ejemplo, los artículos son acerca de cuestiones serias pero tratadas con cierta distancia. Además, en este caso, lo que más ilusión me hacía y más satisfacción me produce era publicar estos artículos, ya que en castellano son prácticamente inéditos, aunque habían visto la luz en euskera, italiano o catalán.

¿Qué tiene el alfabeto que le atrae tanto como para conformar una serie propia de textos? ¿Es la necesidad de ordenar, la posibilidad de jugar con las letras para arrancar tanto personajes como historias?

El alfabeto es una forma narrativa básica. En una época de mi vida le cogí mucha afición, afición que luego dejé hasta que la he vuelto a recuperar hace pocos meses para escribir el último, que es el que da título al libro, el Alfabeto de las pulgas. Es una forma narrativa, como digo, en la que sabes que debes pasar por todas las letras, lo que le otorga cierta narratividad interiorizada dentro de cada alfabeto. Por otra parte, los alfabetos a mí me han valido para jugar con las palabras, con la sorpresa... Quizá sean los alfabetos los textos más juguetones de todo el libro, algo que yo empecé a hacer sin querer, casi forzado por las circunstancias, ya que tuve que dar una conferencia en la que salía un poco de cada cosa pero no mucho de todo, así que distribuí las pocas cosas que sabía en un alfabeto. De esta manera me di cuenta de que tenía muchísimas posibilidades formales, partiendo de ese, que casi es una greguería, y que no he incluido: "El alfabeto más corto es el que empieza por la a de adiós". En resumen, los alfabetos me permitían hacer juegos, risas, bromas.

¿Da la sensación de que Bernardo Atxaga, quizá llevado por la brevedad y el humor, se siente mucho más libre escribiendo este tipo de textos?

Yo he tenido, como casi todos los escritores, una zona libre y una zona muy presionada en mi vida. Las circunstancias, lo que me ha tocado vivir o lo que he vivido de cerca me llevaron a escribir novelas como El hombre solo, novelas que hablan de una gente, de unas vías y de un tiempo a las que yo llamo la zona bajo presión. Es evidente que si tú tienes tres amigos que han ido a la cárcel, hay una cercanía y una necesidad de hablar de ello, a no ser que quieras meterte en una torre de marfil y aislarte del mundo, cosa que yo no he querido hacer. Por una parte estaría esta zona bajo presión y, por otra, siempre tuve, desde que escribía en revistas alternativas, una zona libre en la que hablaba, escribía y pensaba en lo que me daba la gana, sin mayor vigilancia acerca de lo que estaba pasando alrededor. Yo creo que muchos de estos textos se han perdido, pero los de los últimos 20 años ahí siguen y son los que yo traigo en este libro; los que, con la ayuda de Pamiela, se ha elaborado esta pequeña antología de textos diversos.

Atacando alguno de los artículos,

Son los elementos fundamentales. Hay un libro de filosofía que habla de cómo todo lo que llamamos civilización viene de esa conjunción que llamamos mano y cabeza. Aunque hay oficios en los que basta con tener cabeza, en el caso del pintor, del escritor o el músico lo ideal sería tener mano y cabeza al mismo tiempo. El escritor que solo tiene cabeza hace libros o textos muy conceptuales, pero el escritor no es exactamente un filósofo, tiene que tener, no digo que lo tenga, una gran habilidad con la forma, en este caso con las palabras.

Tomando como referencia lejana otro de sus artículos,

Había un chiste gráfico de un amigo mío, Juan Carlos Eguillor, que viene muy a cuento de esto que me dices. En la primera viñeta aparecía un niño con gafas y una maleta diciendo que este país era una mierda y se iba a marchar. ¿Pero a dónde? Le preguntaban. Y daba varias opciones como, por ejemplo, Londres, México o Buenos Aires; pero todos esos lugares eran una mierda también. Así que dijo: "Ya sé lo que voy a hacer. Me voy a meter dentro de la maleta y me voy a quedar aquí". Así lo hace y, cuando se mete, se oye en la última viñeta: "Yo también soy una mierda". Con esto quiero decir que la realidad es dura y el que no ha tenido jamás un deseo de apartarse o esconderse o huir, realmente no es una persona con mucha sensibilidad o inteligencia. Pero, dicho esto, la realidad es que no hay paraíso sobre la tierra y que, al fin y al cabo, parte de las soluciones siempre están en uno mismo.

Es triste pero, sacando a hurtadillas la frase del texto 'Pirpo y Chanberlán, asesinos', ¿vivimos actualmente en una patente de corso continuada?

Este es un cuento que fue publicado en inglés por la París Review, y que tuvo cierto eco en Estados Unidos y que cuenta con este toque de humor, en este caso un poco maligno. Patente de corso, originariamente era patente de curso; es decir, que te permitía andar por donde quisieras, no tenía nada que ver con Córcega. Como bien dices, vivimos tiempos en los que pensábamos, o teníamos la sensación, de que había presas o exclusas o frenos como los marcos legales o las instituciones... Pero en los últimos diez años, aceleradamente, se ha instalado una severa convicción, sin paliativos y sin posibilidad de buscarle un suavizante, de que, a partir de cierto nivel, no hay reglas, ni siquiera respeto por los derechos humanos; es algo abismal. La sensación que tiene uno ahora es de que no hemos mirado hacia abajo, hemos mirado al frente o hacia arriba, donde la situación parecía más o menos aceptable... Bueno, y todavía aquí lo es, porque a mí no me vale la gente que, mientras se degusta un helado o un café, se toma a la tremenda y habla de los desastres del mundo. Efectivamente, en el mundo hay muchos desastres, aquí todavía no tantos, pero el futuro da miedo incluso aquí.

Las pulgas son esos pequeños seres casi desconocidos en las ciudades, pero, ¿son necesarios para picar en los cuerpos de los urbanitas y que así tomen conciencia de que están pisando la tierra?

Creo que todo el mundo necesita pensar, y para pensar es bueno dejarse picar, dejar que alguien te pique... Y para eso debes aceptar la lectura que alguien te propone, no digo que sea la mía. Me parece que no hay forma de vivir racionalmente, como ser pensante, si no te dejas picar. Digamos que las pulgas serían en este caso aquellas que traen la crítica o la paradoja de formas de vida diferentes. Creo que es muy importante el tema de las referencias, porque como hay mucha patente de corso, eso hace que el mundo sea monótono. Es como si los aeropuertos se estuvieran expandiendo y los países se parecieran cada vez más a los aeropuertos. Por eso me parece muy importante tener una cierta personalidad, no solo las personas, sino también los países y sus particularidades.

Otro de los alfabetos retrotrae a los años jóvenes de Atxaga, concretamente al 'único verano de mi vida en que fui un don Juan'. Inevitablemente lleva a la pelea sempiterna de qué puede más a la hora de la conquista, ¿el físico o el intelecto, descartando, por razones evidentes, el dinero?

Creo que este alfabeto es bastante gamberro y yo lo pasé estupendamente mientras lo escribía, y ahora al repasarlo también me reí un poco. Es un ejemplo, sin afán publicitario, de lo que decía antes de este libro, que tenía más humor que otros. Respecto a la pregunta, hay un poema griego, antiguo, clásico, en el que se dice que la belleza es la segunda cualidad más importante. Y curiosamente, en ese poema, ni en nada que yo haya leído a su alrededor, se dice cuál es la más importante (risas). A algunos nos consuela un poco saber que hay otra cosa más importante que la belleza y que cada uno tiene que descubrir.

Tras escucharle, casi más que el humor como nexo común casi diríamos que esta colección es una reivindicación de la risa o la sonrisa.

Yo creo que todos nacemos con un humor determinado, que no tiene por qué ser bueno... Unos lo tienen melancólico, otros sardónico, etcétera. Pero en mi caso, a la hora de escribir en corto, cuentos, alfabetos y artículos, que casi son cuentos muchos de ellos, la risa y la sonrisa es al mismo tiempo consuelo y le quita el apresto a las ideas, ya que el humor es algo que parece muy general y da cierta distancia con la realidad. Por ejemplo, pensemos en los grupos de rock de los años 80, que parecían visionarios... pero qué palizas daban, qué vehementes, qué pastillas ideológicas lanzaban plagadas de afirmaciones categóricas. Bueno, pues de todo eso, así como de otras afirmaciones categóricas o autoritarias, yo me defiendo con el humor. Y procuro también que en mis textos haya siempre esa vía de escape. Cuando escribes un texto reflexivo lo planteas como una especie de carretera. Tú dices: "venid por aquí, por esta carretera, y llegaremos a algún lado". Pero, por si acaso, no hay que poner muchas vallas y sí dejar salidas por si te quieres marchar tomándotelo a broma. Yo nunca he sido muy aficionado a los profetas ni a las ideologías muy cerradas siempre me han gustado más lo escépticos y los satíricos que los afirmativos o asertivos. Poco a poco, con el tiempo, creo que me he ido acercando a ese ideal de escritor.

Por cerrar de alguna forma este hilván de preguntas que podía ser tan largo como un alfabeto, ha incluido en esta colección un 'Método para escribir un cuento a vuelapluma'. ¿Alguien en su sano juicio cree a estas alturas que Bernardo Atxaga escribe a vuelapluma?

Es un misterio la velocidad a la que uno escribe. No sé si otros escritores corroborarán lo que yo digo, pero en cuanto te pones a escribir un texto, inmediatamente sale una velocidad, y tú te das cuenta de que ese libro, ese cuento o ese poema va a ir a esa velocidad, la que sea. Por ejemplo, escribí Memorias de una vaca en un tiempo récord; este ha sido el libro más feliz de mi vida y en el que menos he trabajado: lo escribí a mano y en 21 días. En cambio, el libro que publicaré, en euskera, a final de este año (Nevadako egunak), ha venido a un ritmo seguido, más sosegado y lento, aunque ha ido fluyendo. Y concretamente este cuento al que haces referencia lo escribí a muchísima velocidad, un poco eufórico, como si me hubiera tomado tres copas de champán.