Bilbao. Desde que contaba 14 años de edad, Piedad Ortiz de Urbina (Barakaldo, 1973) se presenta a todo tipo de concursos: viñetas, tiras, novela gráfica, "lo que sea", cuenta la ganadora del III Premio KMK, que comparte con Jon Mikel Udakiola. "Después de tantos años, esta es la primera vez que gano un concurso importante", se congratula la dibujante, que no oculta su ilusión al otro lado del teléfono. "Iniciativas como las de KMK son muy interesantes; es importante sentir que valoran tu trabajo más allá de tu entorno cercano", comenta Pi, a la vez que agradece el apoyo de los amigos y seres queridos, "es fundamental". Para ella, exponer su trabajo en la Sala Rekalde es un premio valioso de por sí, mas el metálico tampoco le va a venir nada mal. "En una época de sueldos congelados, me vendrá bien para hacer frente a los gastos de casa", apunta, aunque también le tienta la idea de adquirir una nueva tablet para hacer lo que más le gusta: dibujar. "Una de las ventajas de trabajar en digital es que, además de resultar muy sencillo, ¡no te manchas nada!", bromea.

Además, las nuevas tecnologías le han permitido articular un nuevo lenguaje: el del color. "Hasta que empecé a dibujar en el ordenador, casi todos mis cómics eran en blanco y negro -explica-, el color tiene tantas connotaciones como matices, por lo que siempre he sido poco atrevida a la hora de colorear".

Maitasun gozoa, su cómic premiado, tiene color? y realidad amorosa de lo más peliaguda. "En las relaciones el corazón suele terminar destrozado; quería contar una historia de amor un poco gatuna, y creo que me ha salido bien", ironiza. En pocas viñetas y sin mediar palabra, dos gatos comienzan a olisquear un corazón, al principio con curiosidad y sin malas intenciones, para enzarzarse más tarde en una guerra con desgarrador final. Los gatos protagonistas no son sino metáforas de las relaciones posesivas, "de esas en las que una persona busca dominar a la otra, lo que deriva en que se desgarren los sentimientos más fuertes y bonitos", deshilachando el corazón.

Desde el principio tuvo claro contar la historia basándose exclusivamente en el poder irrefutable de la imagen. "En el amor, muchas veces sobran los diálogos; además, los personajes son dos gatos, ¿qué iba a poner, miau, miau, miau?", se justifica entre risas.