Valladolid. La comedia francesa, suma de diversión, inteligencia y fino humor envueltos en un laberinto de pasiones, se dio cita ayer en la 58ª Seminci, con la directora Agnès Jaoui, en contraste con la propuesta de cine negro del marroquí Nour-Eddine Lakhmari.
Lakhmari ha regresado a Casablanca, donde rodó Casanegra (2008), para situar un relato con efluvios de cine negro (Zéro) que fue proyectado ayer a concurso para representar a su país, Marruecos, protagonista del certamen con un ciclo de proyecciones de los últimos 15 años. Además del título del filme, Zéro simboliza el nulo valor de un policía, apodado así por sus compañeros, en apariencia inepto pero mermado en su profesionalidad por las constantes humillaciones y vejaciones a las que le someten su jefe y su propio padre, un exoficial recluido en una silla de ruedas. "Es una historia de ficción", pese a que el director ha deslizado aspectos como la corrupción, explicó el actor y guionista marroquí Younès Bouab, que encarna al agente vejado hasta que un buen día emerge y decide retomar las riendas de su vida. Valladolid ha dedicado en los últimos años un espacio al cine francés que en esta edición ha ocupado Agnès Jaoui con Au bout du conte (Al final del cuento), un enredo de pasiones entreverado de humor inteligente, amabilidad, diversión e ironía a través de personajes que se desenvuelven con ingenio y expresan gustos y formas de vida diferentes. En cierto modo es una revisión de los antiguos cuentos de hadas, una cata pare ver qué peso tienen aún los mitos y las fábulas en el siglo XXI. Agnès ha concluido que aún existe: "todavía pesan sobre nuestras cabezas, nuestro inconsciente", dice, constatando la "gran contradicción" en que a su juicio incurre la sociedad actual al vivir en un eterno cuento de hadas, "esperando que algún día llegue el príncipe azul".