será preciso que el tiempo comience a amortiguar el dolor del primer momento para que los euskaltzales comencemos a cobrar cabal conciencia de la dimensión de la pérdida del recientemente fallecido Jean Haritschelhar. En efecto, la fecundidad y un estilo liberal, abierto e integrador son los principales rasgos definitorios de la vida y labor del euskaltzale que se nos acaba de ir. Y junto con ellos, la generosidad, virtud que lo guió en todos sus empeños y cometidos.

Resulta difícil escoger una única faceta de la personalidad y obra de Haritschelhar. Bastaría que dedicáramos un instante a repasar su biografía para que renunciáramos a ello y consideráramos el múltiple compromiso como virtud señera de Haritschelhar. No obstante, los euskaltzales y, en general, el conjunto de la ciudadanía vasca debemos subrayar especialmente la trayectoria vinculada al euskera de quien ha sido presidente de Euskaltzaindia durante quince años (1989-2004) y, con anterioridad, vicepresidente de dicha entidad durante veintidós años (1966-1988). Por tanto, y sin sombra de duda, proclamaremos a los cuatro vientos, que Jean Haritschelhar fue el fecundo y laborioso líder y guía de las épocas a su vez más fecundas de la moderna Euskaltzaindia que hoy conocemos. Más aún: fue el pionero capaz de prever y hacer posible el salto cualitativo que debía llevar a Euskaltzaindia a tales épocas de fecundidad.

Mantuvo, por ejemplo, una vinculación directa y estrecha con el proceso y trabajos de unificación del euskera, y, más allá de la vinculación, fue asimismo guía y máximo responsable de los principales proyectos iniciados y llevados a cabo por Euskaltzaindia con diferente grado de desarrollo en su historia moderna, como los puestos en marcha en las áreas de lexicografía, onomástica o gramática, sin olvidar en ningún momento los relacionados con la organización de la propia Euskaltzaindia.

Pero, por encima de todo, la característica que dejará para siempre su impronta en la trayectoria de Haritschelhar es su esfuerzo por conducir a Euskaltzaindia y al propio euskera hacia la era de la modernidad. Un logro, sin duda, de extraordinaria importancia. A partir del estilo liberal propio de su dimensión intelectual y política, combinando acertadamente rigor y flexibilidad y con el respeto y la lealtad institucional como bandera, se esforzó por procurar a Euskaltzaindia un lugar propio que esa fundamental institución ha de ocupar en el seno de la sociedad y también en el entramado institucional. Del mismo modo, consciente de la especial importancia de que Euskaltzaindia y la universidad vayan de la mano, fue precursor en la tarea de tejer la necesaria red de relaciones universitarias de Euskaltzaindia.

La actividad e implicación políticas que desarrolló en el ámbito de Iparralde y Francia (alcalde de Baigorri, su pueblo natal, durante nueve años, de 1971 a 1980), le ofrecieron, indudablemente, una importante herramienta para instituir prácticas democráticas que, por aquel entonces, aún no se conocían en Hegoalde, o bien no habían enraizado aún suficientemente. Por tanto, también su dimensión política guarda, en conjunto, relación con el hecho de que Haritschelhar se haya convertido en símbolo de épocas extraordinariamente fecundas de Euskaltzaindia.

Porque, en definitiva, el recientemente fallecido Haritschelhar es el símbolo de la modernización de Euskaltzaindia y de un período fructífero de actuación.

Hoy, por tanto, despedimos con profundo agradecimiento al maestro fallecido, al tiempo que, en su homenaje, los euskaltzales asumimos una nueva tarea: hagamos nuestra la rectitud que Jean Haritschelhar nos deja como legado, y esforcémonos por llegar tan lejos como nos sea posible en el camino de su fecundidad y de su estilo, ingredientes fundamentales de su legado. El euskera y la sociedad vasca nos lo agradecerán.