EL más internacional truhán de la canción melódica hispana cantaba, y a lo mejor sigue cantando, aquello de que la vida sigue igual, que pasar es el verbo que encarna la perruna existencia y que a la vuelta de vacaciones descubrimos que prácticamente todo y todos/as seguimos igual, con las mismas neuras frente al televisor, las mismas emisoras de radio en el horizonte competitivo y el mismo rollo de periódicos amenazados por Internet y la crisis financiera que se ha cebado inmisericorde en el papel y la tinta. Y también como un clásico de nuestro habitual panorama urbano, la quinta edición del Festival de Televisión, que apareciera dubitativo en sus arranques y que ahora, a pesar de lo que llueve, la disminución de subvenciones y las peleas entre cadenas, acude a la cita septembrina con una plagada oferta de propuestas que hablan de la pujanza y crecimiento del invento de Joseba Fiestras y su gente. El escenario más poderoso del FesTVal es, sin lugar a dudas, el Teatro Principal, que se queda pequeño para albergar a público y estrellas televisivas, que durante casi dos largas horas hacen el desfile por la alfombra naranja. La plaza de España, el palacio Villasuso y la plaza del Machete se abren como escenarios complementarios para hacer de Vitoria el corazón de la industria televisiva, que aprovecha la ciudad como escaparate de lujo para presentar sus producciones en avalancha al numeroso personal que ha hecho del FesTVal una cita obligada en la vida cultural de la capital de Euskadi. Ruta de pintxos con Alberto Chicote en cuatro establecimientos vitorianos y Pintxos de muerte con Calle 13 diversifican la oferta televisiva con un guiño gastronómico. La presencia de Mobile World Capital augura un futuro de colaboración que debe resaltarse, y para el que esta quinta edición juega un papel determinante. La gala de clausura con la entrega de los premios Mainat, Pasión de críticos y ETB ponen guinda gozosa a una semana de tele a tope.
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