Vitoria. A veces la vida tiene cosas que parecen sacadas de un guión de película. En un sentido más amable, Jacky Terrasson podría haber protagonizado la comedia de un músico nacido por casualidad en Berlín de padre francés y madre norteamericana que termina viviendo entre Nueva York y París. En otro más oscuro, a Melody Gardot le tocaría un drama de superación que contase la historia de una joven a la que un accidente de tráfico casi mortal le cambia la vida hacia un futuro esperanzador. Pero por encima de lo que a ambos les ha acontecido en su pasado, su presente pasa hoy por Mendizorroza. La música marca el camino.

Él regresa al Festival de Jazz de Vitoria 17 años después de su única actuación aquí. Ella se estrena en el certamen. Los dos son los protagonistas de una doble sesión que arrancará a las 21.00 horas y cuyas entradas están a la venta por 35 euros.

Le tocará enfrentarse a los espectadores del polideportivo en primer lugar a todo un veterano como es Terrasson, un pianista y compositor de larga trayectoria cuya huella se puede rastrear en no pocos discos y colaboraciones (se cumplen ahora 20 años desde que se hizo con el Thelonious Monk de piano gracias a un jurado en el que, entre otros, estaba Herbie Hancock). Eso sí, el músico no viene solo puesto que le acompañarán varios de los invitados con los que contó en la grabación de Gouache, su decimosexto disco y la excusa perfecta para el concierto de hoy.

El clarinetista, saxofonista, bandoneonista y compositor vasco-francés Michel Portal, el trompetista francés Stéphane Belmondo y la vocalista franco-americana Cecile McLorin-Salvant (otra que tiene el Thelonious Monk en sus vitrinas gracias, entre otras, a Dee Dee Bridgewater) serán de la partida en una actuación que promete ser tan variada como el álbum al que contribuyeron. Y es que si algo caracteriza a Gouache, como a la propia carrera de su creador, es la facilidad para, desde el jazz, acercarse a otros géneros como el pop.

No en vano, en el pabellón, y de su mano, revivirán John Lennon o Amy Whinehouse, y regresará, aunque sin estar presente de manera física, Sonny Rollins. Es más, a buen seguro sonará su controvertida versión (no por la adaptación realizada sino por la elección del músico) del Baby de Justin Bieber. Todos esos mundos y sus composiciones propias son el fundamento de este trabajo y lo serán de una actuación en la que Terrasson volverá a demostrar la elegancia que siempre le ha caracterizado.

De sus compañeros de viaje esta noche, poco se puede decir que no se haya contado ya de un grande como Portal, todo un portento de la música que siempre ha sabido sentirse libre dentro de este mundillo para hacer lo que le apetecía, incluso llevarse unos cuantos premios por sus composiciones para la gran pantalla. En cuanto a Belmondo, aunque sea bastante más joven, tampoco se puede dejar de mencionar una trayectoria tan interesante como su último disco, un Ever after más que recomendable. Claro que si es cuestión de hablar de juventud, qué decir de McLorin-Salvant, una cantante que está llamando mucho la atención en los últimos años gracias, entre otras cosas, a álbumes como su reciente WomanChild. De hecho, no sería de extrañar que esta mujer vuelva dentro de no mucho tiempo pero ya como líder de su propio proyecto.

Cuando todos ellos abandonen el escenario, y tras el perceptivo descanso, será el turno para que Melody Gardot se estrene en la capital alavesa, aunque cabe recordar que ya estuvo en el Jazzaldi donostiarra el año pasado. Su fama y reconocimiento es cada vez mayor y aunque por ahora su discografía es más bien corta, lo cierto es que la cantante, instrumentista y compositora se está inflando a vender discos por medio mundo.

The Absence es el título de su última producción, un disco que el año pasado apareció como toda una sorpresa para aquellos que esperaban que la intérprete norteamericana siguiese al pie de la letra la senda marcada por ella misma en su exitoso My one and only thrill. No lo hizo, sino que tuvo la inteligente idea de en vez de anclarse en lo que ya sabía que funcionaba, evolucionar, aunque sin traicionarse. Y, de hecho, las cifras y las críticas han ido demostrando que acertó con esta apuesta por sonidos del mundo, por traer a su terreno ecos de otras culturas.

No por nada son unos cuantos los que ven en ella una buena exponente de esa nueva hornada de mujeres del jazz encaminadas a acercarse a las grandes divas. Tal vez sea un poco pronto para asegurarlo, pero no hay duda de que Gardot tiene condiciones para ello. Sobre todo porque con su trabajo ha conseguido que se le deje de mirar como esa pobre chica que cuando era una joven estudiante de moda fue atropellada. Es verdad, su carrera musical tiene sus raíces en la terapia recomendada por los médicos para superar las secuelas del accidente que tuvo y cuyas consecuencias sigue tratándose. Pero ni ella ha pretendido nunca dar lástima, ni se merece que la traten así.