En su novela Música de cámara, Premio Biblioteca Breve 2013, Rosa Regàs plantea, a través de la historia de un amor truncado entre una mujer de familia republicana y un joven de clase alta en la posguerra barcelonesa, la necesidad de tomar conciencia de las injusticias del pasado, porque viven todavía en nuestro presente.

'Música de cámara' aborda muchas realidades y preocupaciones vitales y sociales, a través de una historia de amor. En una sociedad gobernada por el dinero, ¿el amor es el mejor 'lugar' que habitar?

Sí. Bueno, depende de cómo vaya, porque a veces va mal, y a veces aunque sea muy intenso hace sufrir, como es este caso. En la historia de la novela hay una serie de dificultades inherentes a la sociedad en la que se vive y a la manera en que han sido educados unos y otros, formas completamente contradictorias... y entonces surgen los conflictos.

Como muestra su novela, hay gente que es educada en unos valores pero no se queda ahí, se abre a otras realidades. Mientras que otros no quieren saber nada de aquello en lo que no se ven reconocidos. A usted le ha tocado vivir muchos cambios sociales, ¿pero cómo ve el presente? ¿No cree que hace mucho que nos hemos estancado, nos hemos dormido?

Yo veo el presente no con mucha esperanza, la verdad, pero tampoco con mucha desesperanza, porque el futuro puede cambiar en cualquier momento de una manera imprevista y no sabemos cómo se reaccionará a todas estas brutalidades que estamos viviendo. Pero en general, lo que echo de menos es ideología, falta defensa de la ideología. Y en los jóvenes igualmente. No en todos, pero en general sí.

¿Qué es lo que ha matado eso, el deseo de comodidad?

No, yo creo que las ideologías, como buena parte del conocimiento que nos llega, nos lo tienen que transmitir las generaciones anteriores. España es un país sin pasado. Hemos estado tantos años sin querer hablar de la brutalidad que realmente fue el franquismo, que yo creo que lo hemos extendido un poco a todo, y entonces nos cuesta, socialmente hablando. Porque luego hay expertos y gente joven que aunque no han recibido esta herencia de conocimiento, investigan e investigan en lo que ocurrió en aquellos años.

No se ha superado lo que supuso la dictadura de Franco...

Yo creo que es una herida abierta, es una herida que no se cerró. La Transición pretendió echar tierra encima de lo que había pasado... Hemos montado una democracia que hemos heredado del fascismo, del franquismo, y por lo tanto es difícil. No hemos heredado la legalidad de la República, sino que hemos partido del franquismo. También es cierto que las cosas eran muy difíciles en aquel momento y tal vez no se pudo hacer, yo esto no lo sé. Pero la herida está abierta. Así como en Alemania se condenó el nazismo y en Italia el fascismo, a día de hoy en España no se ha podido condenar el franquismo en el parlamento. Quiere decir que los señores que votaron que no se podía condenar, pensaban que no tenía nada condenable. Entonces, claro, todavía hoy hay una buena parte de la sociedad que considera que la dictadura no fue condenable. Y eso deja muchas heridas abiertas.

De la atmósfera de posguerra que ambienta su novela, ¿qué podríamos rescatar y mejorar hoy?

Ya lo estamos rescatando, por ejemplo el papel de la mujer en la sociedad. No digo que hayamos llegado al objetivo perfecto, pero sí que las cosas están mejor. Cuando yo era pequeña la mujer era un cero a la izquierda en todos los sentidos, estaba hecha y educada solo para renunciar a sí misma, estar cargada de sentido de la culpabilidad y vivir para los demás, para el marido y para los hijos. Vivía para todo el mundo menos para ella, por lo tanto muchas veces ni siquiera sabía quién era. Esto ha cambiado. No quiere decir que se haya llegado a la igualdad perfecta, ni muchísimo menos, pero por lo menos las leyes nos dan esta igualdad. Luego, sí, la sociedad sigue siendo profundamente machista, y la Iglesia, que entre muchas otras cosas, todavía no admite que las mujeres sean ministros de Dios... Será porque las considera impuras o inferiores, porque si no, no veo por qué no podrían ser ministras de Dios.

¿Y cómo ve el valor que se le ha dado a la cultura, desde aquella época de posguerra hasta hoy?

Nadie le ha dado tanto valor como le dio la República. Nadie. El movimiento de la República, de la cultura entendida como transmisión de conocimientos, como educación, nadie ha llegado a eso desde entonces. Ha habido temporadas mejores y temporadas peores, y en este momento lo que pasa es que los que tienen en sus manos la cultura del país consideran que la cultura es ocio simplemente. Se han olvidado de que sin cultura y solo con economía seremos más ricos, pero si horteras éramos cuando éramos pobres, horteras seguiremos siendo en cuanto seamos ricos, si la cultura no ha entrado en nuestra educación y en nuestro ánimo.

¿La consideran ocio o la consideran peligrosa?

Bueno, yo creo que no tanto peligrosa, pero es verdad que se han hecho cosas... poner el 21% de IVA en el cine es claramente un castigo a la rebelión que en un momento mostró la gente del cine contra la guerra de Irak. Porque si no no se entiende, ¿esto qué beneficio le da? Normalmente los aumentos de impuestos se hacen para recaudar más dinero, ¿pero qué dinero recaudan si la gente ya no va la cine porque no puede pagar con este IVA tan grande? Al cine se le perjudica, pero también se perjudica el propio Ministerio.

Más de una vez ha dicho que "España es un país invadido por los bancos". Invadido sin resistencia, ¿no?

Bueno, es una invasión pero en la que está de acuerdo nuestro gobierno, que es profundamente neoliberal y capitalista. Y el movimiento actual del neoliberalismo y del capitalismo se orienta a reducir los beneficios de lo que podríamos llamar el bienestar social para que sea mayor el beneficio de los grandes propietarios, de las grandes empresas, de los grandes poderes financieros. Esto se ha logrado de una manera muy fácil, lo ha logrado la señora Merkel, que ha exigido, y los gobiernos nuestros no se han negado en absoluto, que la deuda privada de los bancos españoles que deben dinero a los bancos alemanes se convierta en deuda pública. Y al convertirse en deuda pública, la manera de pagarlo es haciendo recortes. ¿Pero a quién? No a las clases privilegiadas, a ellas no se les ha hecho ni un solo recorte.

Contra esa tiranía del dinero, ¿qué puede hacer el ciudadano?

Protestar. El ciudadano está desde mi punto de vista demasiado dormido, estamos demasiado conformados. Tantos años de dictadura, tantos siglos de monarquías absolutas, nos han convertido en ciudadanos conformados con nuestra suerte, por desgraciada que sea. Lo único que podemos hacer es protestar e indagar, profundizar en el conocimiento que tenemos. En lo poco que sabemos de economía, de lo que está ocurriendo. Profundizar en ello, porque nos va la vida en ello. Y cuanto más protestemos, más posibilidades tenemos de ahuyentar más recortes. Podemos incluso retirar el dinero de los bancos y hacer un hoyo en el jardín para guardar debajo de un ladrillo lo poco que tenemos, porque ya nadie tiene nada, sobre todo de la clase media para abajo. Y a ver si los bancos se enteran, porque si no dan créditos después de que les hayamos dado 40.000 millones en los dos últimos años... Lo que tenemos que hacer es sacar de ahí el dinero.

La cultura es una forma de resistencia, ¿pero se ha mercantilizado?

No, se ha llamado cultura a cosas que no lo son. La cultura es la transmisión del pensamiento, la transmisión de conocimiento, sea a través de las escuelas, de las universidades, de las exposiciones o conciertos o demás actos que se hagan... Eso es lo único que puede hacer avanzar a un país.

¿Dónde encuentra hoy Rosa Regàs la mayor libertad?

En el interior de uno mismo.

¿En una hoja en blanco también?

En una hoja en blanco también. No siempre sale bien, pero hay que intentarlo.

¿Qué sensaciones se tienen ante una hoja en blanco?

De rabia. Porque de repente no sabes lo que pasa, no sabes si es que lo que quieres decir no le interesa a la hoja en blanco, o si lo que pones en la hoja en blanco no te interesa a ti. Hay una confusión, hasta que de pronto aquello se desencalla, y ya está. Funciona. Aunque uno corregiría lo escrito toda la vida. Es inevitable.